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Esos periodistas que tratan de contar la verdad

martes 21 de julio de 2015, 19:29h
Si, de acuerdo con el viejo dicho anglosajón, noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique, algunos colegas, en algunas circunstancias, lo saben mejor que nadie. Lo saben quienes tienen que informar en aquellos países donde la libertad de expresión es una mera burla, e incluimos en este capítulo a algunas naciones que, como Rusia, se llaman a sí mismas democracias. Lo saben también demasiado bien los que operan en algunas partes del mundo especialmente peligrosas para quienes tratan de revelar situaciones de injusticia, de extrema violencia: el México de los narcotraficantes o el mal llamado Estado islámico y sus prolongaciones, por poner dos ejemplos.

Esos periodistas, que tienen que trabajar en circunstancias especialmente adversas, merecen un reconocimiento extra. Acudir a informar a esas zonas de peligro, donde las gentes que van apestando la tierra quieren tapar sus crímenes, a veces especialmente horrendos, supone un plus de profesionalidad, de pundonor, de vocación; nadie ejerce el periodismo como lo hacen esos seres para los que contar lo que nadie se atreve a contar resulta tan necesario como el oxígeno que respiran. El mundo tiene que conocer lo que ocurre en estos paraísos del crimen, de la crueldad, de la injusticia, de la discriminación, y hay colegas que, afrontando todos los riesgos, allá van para contárnoslo hasta donde pueden.

Por ejemplo, esos tres colegas, compatriotas, tres de esos valerosos freelance que lo mismo se lanzan a informar desde Siria que desde otros puntos de extremo riesgo, nos tienen que llenar de orgullo a quienes hemos abrazado la profesión de informar. Ángel Sastre, Antonio Pampliega y José Manuel López, que se encuentran desaparecidos en los alrededores de la ciudad siria de Alepo, merecen todo nuestro apoyo, que debe ir mucho más allá de las palabras cautelosas y de los aplausos vacíos. La libertad de expresión siempre exige sacrificios, porque quien informa sobre lo que alguien no quiere que se informe, siempre corre, en alguna medida, ciertos riesgos. Los de nuestros tres compañeros son, sin duda, mucho mayores. La comunidad internacional y, desde luego, las autoridades españolas no pueden permanecer indiferentes ante quienes tratan de privarnos de uno de nuestros derechos fundamentales: estar plenamente informados, en estos casos citados, y en demasiados otros, para indignarnos ante las violaciones más flagrantes de los derechos humanos.

Sabemos, dada nuestra humildad, que sirve de poco, pero aquí hay un puñado de periodistas que gritamos contra una situación que se va volviendo del todo intolerable. Basta, basta, basta.
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