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La tentación de Babel

lunes 10 de agosto de 2015, 15:09h

Rafael Andolz Canela murió un par de años antes de que concluyera el siglo anterior. Fue un sacerdote animoso, un lexicógrafo entusiasta y un excelente profesor, como recordarán sus alumnos del Instituto Ramón y Cajal, de Huesca. Había nacido en Jaca y, con esfuerzo y voluntad, y sin ayuda de nadie, editó el primer diccionario aragonés, creo que a mediados de los setenta. Tengo un ejemplar de la primera edición, cariñosamente dedicado por él, un trabajo por el que manifesté en público y en privado mi admiración.

Asimismo, el Ayuntamiento de Sallent de Gallego, desde hace ya un par de lustros, convoca un premio de relatos cortos al que con cortés generosidad ha denominado con mi nombre, y tiene dos modalidades: una en castellano y otra en fabla aragonesa. Cuento todo esto para demostrar que no soy un castellano escribiente radical, que le tenga inquina a dialectos regionales, ni localismos idiomáticos.

Pero donde intuyo que se albergan radicalismos de signo opuesto es en el nuevo gobierno aragonés, que tiene la pretensión de convertir en oficial la fabla aragonesa y el catalán. No sé si se refiere al catalano-aragonés que se habla en la comarca oscense de La Litera, o al chapurriau de Valderrobres, en Teruel. Pero lo más estremecedor es que en las Cortes Aragonesas se pretende contratar traductores de idiomas y dialectos para que el que se exprese en cheso pueda ser entendido por el que habla catalán, y el que parle en catalán cuente con su traductor para que lo entiendan los que siempre, y desde hace siglos, se han entendido en castellano.

Esto podría denominarse una jautada, que en aragonés significa acción sosa e insípida, como seguramente puede comprobarse en el diccionario de Rafael Andolz, y pertenece a ese grupo de tonterías contemporáneas llevadas a cabo por personas a las que se les paga para que solucionen problemas y no para que los creen donde ya había una solución. Si fuera sólo la tentación de Babel, tendríamos una eximente, pero me temo que sea la tentación de imitar las estupideces del vecino, ese vicio de plagiar las melonadas vengan de donde vengan.

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