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Las cosas caen por su propio peso

martes 01 de septiembre de 2015, 11:28h


Estamos tan acostumbrados a que nada funcione, o lo haga a destiempo, que cuando los acontecimientos pasan, porque tienen que pasar, nos asombran y sorprenden para bien o para mal; es cuando decimos que las cosas caen por su propio peso.

Y es que el mundo tiene su equilibrio, y aunque a veces las decisiones humanas nos lleven a desconfiar, todo se iguala en la balanza del tiempo. Sólo hace falta eso; tiempo, para que todo lo que sube baje, y todo lo que se oculta termine aflorando.

Desde el inicio de la democracia en España, y la promulgación de nuestra vigente Constitución, los españoles hemos tenido la sensación de que se establecían dos varas de medir distintas, según el lugar de nacimiento. Todo nuestro ordenamiento territorial y jurídico ha ido encaminado a favorecer a las regiones llamadas históricas o nacionalistas, en detrimento de las del resto del Estado, cuya historia, mucho más compleja y definitiva para España, ha sido la del trabajo, la del esfuerzo constante, la de estar callados mientras los caciques de todos los tiempos las oprimían. Y a cambio, recibían el desprecio de las regiones más ricas, de esas regiones insolidarias que, en su momento, chantajearon al Estado para ser privilegiadas si permanecían mudas en sus proclamas independentistas.

Los nacionalistas siempre han actuado esgrimiendo amenazas a los distintos gobiernos de España. Esto es así, guste más o guste menos. Amenazas veladas, amenazas encubiertas, amenazas económicas, por no apuntar a situaciones más graves que todos conocemos. Incluso los políticos que redactaron la Constitución, que obraron de buena fe, se sintieron engañados por los nacionalistas. Este podría ser el planteamiento sobre el que se ha construido un sistema corrupto en Cataluña, ha sabiendas de todos, pero ocultado por quienes tenían responsabilidades de gobierno, a fin de que las reclamaciones soberanistas quedasen relegadas a otro plano. Pero del silencio sobre la corrupción son culpables muchos más que los propios corruptos. Lo del 3% de Convergencia Democrática de Cataluña se sabe desde tiempo inmemorial. Lo sabían políticos, periodistas, jueces y fiscales y, por supuesto, los investigadores. Pero el silencio tenía consecuencias de gobierno, en forma de pactos, que nadie estaba interesado en sacar a la luz, sobretodo los dos grandes partidos que han utilizado a los nacionalistas para gobernar.

Todo el mundo ha estado callado mientras no se sacaran los pies del tiesto, en base a no sé qué proclama que venía de arriba. Incluso la afirmación al caso, que en su día hizo Pascual Maragall, fue tapada por el manto informativo para no contribuir al enfado y las amenazas que tanto gustaba practicar al molt honorable Jordi Pujol; y con el... hoy no toca, ya estaba todo solucionado. Pues bien, parece que ya ha llegado el momento de que toque, de que en este tira y afloja entre el gobierno central y el autonómico de Cataluña, se sepa quien es quien, y de que en esa huida hacia adelante que lleva Artur Mas, se le vean las vergüenzas, que no tiene. La exigencia de independentismo por un partido de corte conservador como CDC no lleva otro fin que el de encubrir sus actividades ilícitas y las de sus líderes. De tapar la corrupción desmedida a fuerza de amenazas, que alguien parece que se ha cansado de soportar. Esa y no otra, es la verdadera base en que se sustenta la exigencia de independencia, la de no dar cuentas a nadie del expolio que han protagonizado en Cataluña, ofendiendo la inteligencia de los catalanes y enervando los ánimos de quienes piensen que tienen argumentadas razones para exigir ser independientes. La corrupción dentro de los Partidos Políticos parece ser algo corriente, según estamos viendo todos los días.

Es por eso, que se debe actuar contundentemente contra los corruptos, sean del partido que sean, y con especial interés, en aquellos que se sienten adalides en una lucha que no se esfuerzan por combatir. Contra aquellos, que además, quieren taparla desafiando al Estado democrático y de derecho con convocatorias ilegales y anticonstitucionales. Pienso que desde las Instituciones del Estado se está actuando en este tema con demasiada tibieza y cobardía. Como si temieran una respuesta desde el ejecutivo catalán que los incriminase a todos. Como si el tuto revoluto en que se ha convertido la política española fuera un juego de tronos, donde el pueblo, como siempre, se lleva la peor parte.

Al final todo cae por su propio peso y es en ese momento en el que la verdad aparece, dejando todo en evidencia y poniendo el nivel de la balanza a cero.

Ismael Álvarez de Toledo

periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com
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