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Independentista de oficio y beneficio

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
jueves 10 de septiembre de 2015, 10:47h
Nadie llegó tan lejos en esta socorrida profesión como el muy honorable Artur Mas, quien compatibiliza su carnet de identidad, su carnet de conducir, su tarjeta de la Seguridad Social, su título de autoridad oficial y su vistosa colocación en el protocolo del Estado español con su número cuatro en la orla de separatistas acérrimos del “Junts pel sí”, seguro de ser elegido miembro de la Cámara parlamentaria de su comunidad autónoma y seguro de que su condición será tan compatible con todos sus carnets, registros civiles de propiedad, cuentas bancarias, pasaporte europeo y títulos académicos, el muy honorable no tiene ninguna duda de que su función no dependerá de formalizar el acatamiento constitucional imprescindible para dar validez a sus facultades ya que estas solo dependen, según su criterio, de su propia capacidad de interpretación del sentido del voto acumulado de unos confusos ciudadanos a los que no se ha informado de las consecuencias que tendría ser representados, sin haber otorgado mandato concreto, por la concurrencia heterogénea del “Junts pel sí”.

Tan convencido de poder seguir desempeñando su aburrido papel de independentista, confía, aunque no lo diga, en que la anunciada independencia no llegará pronto para truncar su carrera y que podrá seguir corriendo hacia esa meta indefinida que es su único punto programático: la separación de lo inseparable. No es nada nuevo. Desde la noche de los tiempos, cuando los seres humanos comenzaron a constituirse como sociedad política se produjo la reacción tribal de quienes preferían la cercanía a la distancia, lo pequeño a lo grande y la complicidad a la cooperación. Siempre hubo quien se tragaba con más facilidad los cuentos del compadre que las realidades del compatriota. Ahí está la clave de captación de una base electoral infalible que –adornada con propaganda etnocultural y banderolas- distrae de las pugnas ideológicas de cada época a ciertos ciudadanos propicios a anteponer contactos locales a razones generales. Ciudadanos propicios a estimar como más listos a los mediocres que se quedan en casa que a los que se distinguen en un mundo abierto.

Esta mentalidad, de naturaleza instintiva y primaria, puede ser explotada y, en la práctica lo es, en todos los niveles y no solo en dimensiones políticas de cierta dimensión, como es el caso de Cataluña. Desde quienes se promocionan en su barrio, pretendiendo su segregación de un municipio, o en un cantón que propone liberarse de una administración provincial, o en una provincia que recela del autogobierno regional, hay clientelas para todos los tentados por el oficio y beneficio del independentismo. No sé si sigue habiendo votantes en Igueldo para separarse de San Sebastián, o si en Cartagena sigue habiendo votantes para acantonarse frente a Murcia, o si en León sigue habiendo quienes consideran conveniente desligarse de Castilla. Pero los hubo, en su momento, y sirvieron para dar notoriedad a unos políticos de vía estrecha. El problema, para esta clase de mandarines locales empezaría si tuviesen éxito en sus propuestas separatistas. Ese día no solo sería de complicaciones burocráticas y económicas sino de recomposición de las fuerzas políticas, tras revisar sus posiciones con otras razones distintas a las reivindicaciones geográficas. Jubilados los independentistas del oficio y beneficio, y desaparecido el “contra quien”, los electores se dividirían de nuevo conforme a sus inclinaciones ideológicas de fondo, de acuerdo con las tendencias operativas en estas o aquellas comunidades políticas, incluida una tan diversificada como Cataluña. Pensar en “Junts pel sí”, unidos por Artur Mas es tan engañoso como olvidar las razones que lo han relegado al número cuatro de la lista que encabeza el indescriptible Raúl Romeva. Entonces ¡ay! ya no seríamos independentistas. Solo responsables de la bancarrota.

El negocio de cuyas rentas han vivido durante décadas sin otra oferta que la secesión se habría terminado. Afortunadamente, este no será el caso. Tendremos que seguir conviviendo, como siempre, sin independencia, pero con independentistas de oficio y beneficio. Así es la vida de las grandes naciones libres dentro de las cuales los independentistas sobreviven tácticamente como mediadores territoriales, gracias a su imaginario y bien abonado conflicto entre los “de aquí” y “los de allá”. El camino de la independencia, como lo han expuesto, es “espaciable“. Y, si Artur Mas se fatiga no tiene problema. Tiene una oferta empresarial en Canadá, donde podrá seguir haciendo tertulia con sus colegas, los sempiternos independentistas de Quebec.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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