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Viaje al fin del pasado

domingo 20 de septiembre de 2015, 11:42h
Este tiempo, el único que tenemos, ha vuelto la vida un escenario en el que sucede no solo la belleza o el bien del mundo (que sucede poco), sino sobre todo el despliegue de esa parte humana que nos enlaza con los demonios del mal.
Golpear a un harapiento, que lucha por llegar a su tierra prometida con los críos arropados en los abrigos, la familia medio esquelética, perdido por los fríos de los bosques europeos, es de ser muy miserable y cruel. Como lo es el gobierno de ultraderecha húngaro, el cual no ha perdido la más mínima oportunidad de apalear débiles, una de las pericias en las que la ultraderecha es más eficaz, y más goza.
Este tiempo no nos deja aislarnos. No podemos. Vivimos en una especie de edificio mundial en el que lo que pasa en el quinto afecta a lo que pasa en el primero. Por eso, y por ver algo positivo, el que la opinión pública haya exigido solidaridad para los refugiados es lo que ha conseguido que Merkel y la UE cambien de idea. Y por ende el gobierno español, que hace poco decía que podría acoger muy pocos refugiados. Pero todavía, en esta Europa enclaustrada en el juego del poder global, se percibe el ir cada uno a lo suyo.
Es tristísimo el caos que hay por los caminos de los países que están entre Alemania y Siria. Europa es la que "sufre" al cabo el sanguinario desorden de Siria (y sufre lo pongo entre comillas, porque si hablamos de sufrimiento está y a grandes dosis en los que vienen). Pero oímos que USA y Rusia van a comenzar a hablar para buscar una salida a ese terrible galimatías. ¿Ahora cuando el dolor ya rebosa cualquier prudencia? ¿Ahora con el yihadismo ocupando desde varios años vacíos de poder? ¿Ahora con el dictador Asad lleno de sangre que no obtendrá perdón? Llegan tarde esas conversaciones. El terrible error de cálculo en su lucha contra Rusia, en Oriente Medio, del Pentágono, ha llenado esa tierra de locura religiosa sedienta de sangre. Irak, Libia, Siria…, tierras en las que las manos de occidente han creado el desconcierto absoluto, consiguiendo, sobre todo, que los locos terroristas yihadistas devuelvan ese lugar a los tiempos de la Biblia.
En este asunto, como en tantos otros, la gente está demostrando más corazón que sus dirigentes. La oleada de humanismo ha amortiguado algo el desastre. Aunque 240 mil muertos, y varios millones de refugiados, son cifras que quitan el aliento habrían sido mayores sin la solidaridad europea.
Por eso ojalá Europa no sea espectador silencioso en esas conversaciones entre USA y Rusia. Y que como sea este terrible mal se acabe. Que hablen, no mejor que hagan, porque si Obama y Putin desean lo arreglan. A ver si la imagen de aquel niño tirado en la playa perfora su costra, y solucionan.
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