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Imputar a Mas: ¿un error táctico?

martes 29 de septiembre de 2015, 18:12h

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, lo ha expresado con claridad: se sabía que Artur Mas sería imputado en algún momento por su desacato al Tribunal Constitucional pero podría ser un error –agregó- haberlo hecho 48 horas después de las elecciones. Y puede que tenga razón, pero resulta necesario tener en cuenta algunas consideraciones al respecto.

En primer lugar, la decisión de cuando llevar adelante la imputación es competencia del poder judicial. Es a la justicia a quien corresponde estimar el momento más adecuado para dar el paso adelante. Si el juez ha pensado que realizar la imputación en el curso de la campaña electoral no era apropiado, ese ha sido su criterio y hay que respetarlo. Si el Gobierno hubiera presionado para postergar ahora el acto de imputación por cálculos políticos habría cometido una interferencia en la libre determinación de la justicia.

Uno puede estar de acuerdo con Sánchez desde el punto de vista político: quizás hubiera sido más oportuno esperar unas semanas a que la situación de Mas se pudriera por sí misma y así evitar la reacción previsible de los independentistas de defender al que ya parecía indefendible. En esa dirección, cabría pensar incluso que el Gobierno podría haber insinuado a Mas que las cuentas pendientes quedaban anuladas. Borrón y cuenta nueva. El castigo sólo llegaría si de ahora en adelante Mas continuaba trasgrediendo la ley.

Pero ese cálculo político no debe sustituir la lógica interna del poder judicial, que consiste en no dejar pasar una trasgresión ante lo dictado por un alto tribunal. Además, la fiscalía tiene que atender a las otras denuncias que se unieron al respecto. En suma, la lógica política no debe confundirse con la lógica judicial. Si el juez toma en consideración factores políticos es su decisión y voluntad independiente. Y hay que respetarla.

Por otra parte, cabe preguntarse si dejar pasar el desacato de Mas sería la mejor manera de advertir al independentismo institucional de que no se dejaría pasar acciones conducentes a la secesión, como Mas había amenazado. Tal vez esta sea la mejor forma de advertir a Mas que la cosa va en serio: mantener su hoja de ruta le coloca directamente ante el juez.

¿Y la opción de dejar pasar un tiempo mientras la opción de Mas se pudre por sí miasma? Pues también tiene el inconveniente de que podría pensarse que se está tratando de hacer leña del árbol caído. Y lo que menos necesita Cataluña es un Mas mártir. Ahora todavía es un Presidente autonómico que tiene que responder de sus actos en tanto tal.

Pero creo que lo más importante es no dejarse arrastrar por lo que haga o deje de hacer el independentismo. Como he argumentado, ahora es necesario preguntarse también qué pensará la otra mitad (algo más de la mitad) que el domingo rechazó la secesión. ¿Creerá también que es un golpe inoportuno a Mas o, por el contrario, pensará que la democracia española está haciéndose respetar finalmente, a través de la acción resuelta del poder judicial? ¿Se sentirá incómoda o más bien sentirá que sus lazos con el resto de España se fortalecen? Es probable que no haya una opinión única en esa otra mitad, pero sería conveniente indagar cómo están en realidad sus opiniones sobre la materia. No hay que sacar conclusiones precipitadas, como acaba de hacer mi buen amigo Iceta.

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