El Congreso de los Diputados está ya en tiempo de descuento, pendiente de que en cuestión de dos o tres semanas se decrete su disolución con la convocatoria de las Elecciones Generales. Un tiempo que el líder del PSOE quiere aprovechar en lo posible para erosionar a Rajoy y afianzarse como la verdadera alternativa para ocupar La Moncloa. Por eso su pregunta de hoy en la sesión de control al Ejecutivo mira más allá de Cataluña: “¿Cómo valora el Presidente del Gobierno la situación política de España?”
Además, Sánchez –y Rajoy- saben que los duelos al sol pronto ya no serán cosa de dos y habrá que repartir juego y fuego con Albert Rivera –el gran ausente de hoy en el Congreso- y Pablo Iglesias.
Ni Sánchez ni Rajoy podrán vanagloriarse de haber cosechado buenos resultados en las urnas del 27S, especialmente el segundo que, además, llega ‘tocado’ al minidebate de hoy tras una nueva algarada contra su liderazgo en el PP. El secretario general del PSOE parece, en cambio, haberse consolidado y trae bajo el brazo el aval de los barones socialistas a sus planes para reformar la Constitución.
“Si en julio de 2013”, con la Declaración de Granada, “considerábamos que la reforma Constitucional era recomendable y antes de la campaña electoral todos los que estábamos aquí presentes, me refiero a la campaña electoral en Cataluña, pensábamos que la reforma Constitucional era necesaria, hoy, después de las elecciones del 27S, todos pensamos que la reforma Constitucional, que la Declaración de Granada, es imprescindible”. Estas han sido las primeras palabras de Pedro Sánchez al término del consejo político federal del PSOE celebrado este martes.
Una reforma con un objetivo claro: “Lo que queremos es reordenar y avanzar hacia un estado federal que permita mejorar el funcionamiento de nuestro sistema autonómico.” Ahora falta por ver la letra pequeña.
Mariano Rajoy, por el contrario, ha conseguido labrarse la imagen del inmovilismo, del discurso de la legalidad a ultranza. Cierto es que ha hecho constantes llamadas al diálogo, aunque siempre sin ni siquiera insinuar alguna propuesta. Afirma tener un plan para responder al desafío soberanista catalán del que nadie sabe absolutamente nada; el problema es que su estrategia de momento no está dando precisamente buenos resultados y el desánimo empieza a cundir entre los populares.