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Derecho a decidir

Derecho a decidir

domingo 02 de diciembre de 2007, 11:00h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.
Para la Policía salieron 200.000 personas a la calle, para los organizadores de la convocatoria fueron 700.000. La diferencia de medio millón de personas es peccata minuta, una nadería… Lo cierto es que, salvo el minoritario PP y el mayoritario PSC, el resto de fuerzas políticas catalanas se sumaron, en la tarde de ayer sábado, al montaje del pollo repollo bajo el síndrome del catalán cabreado, justamente el día en que se había restablecido el servicio en las tres líneas ferroviarias de Cercanías de Barcelona.

    Durante tres horas, el centro de la capital catalana fue una fiesta reivindicativa y un tanto caótica en cuanto a los mensajes. La pancarta unitaria que encabezaba la marcha, a la que se sumó el Molt Honorable Jordi Pujol acompañado de su esposa Marta Ferrusola, era contundente: “Som una nació. Volem decidir les infraestructures”. En eso todo el arco político convocante estaba de acuerdo. Desde el nacionalismo conservador de CiU hasta el independentismo colorista de Esquerra Republicana y el ecosocialismo de Iniciativa per Catalunya. Todos juntos, bastante bien avenidos y pelín revueltos. De hecho, la iniciativa primera de la manifestación había surgido del seno de la propia sociedad civil barcelonesa. A ella, por mor de la época lectoral que vivimos, se sumaron de prisa y corriendo las fuerzas políticas, necesitadas de presencia mediática y de pasear la pancarta. Había que aprovechar la ocasión. Y lo de la protesta ciudadana por el caos de las infraestructuras de Barcelona era (es) una excelente ocasión. En suma, la escudella barrejada, la olla podrida, el revoltijo, estaba servido y listo para ser consumido por el destinatario del guisote: el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
 
    Más allá de las circunstancias concretas de Magdalena Álvarez, la ministra de Fomento, la torpeza de Zapatero con respecto a las infraestructuras catalanas ha sido de libro. En unos pocos meses, donde sólo había resignación ciudadana con respecto al AVE tan escasamente veloz, consiguió crear un clima primero de cabreo sordo y, a la vuelta del verano, de auténtica y clamorosa indignación. En  el plazo que medió entre ambas actitudes sociales, de nada sirvieron las discretas llamadas de atención que el presidente José Montilla hizo a La Moncloa. En Madrid seguían erre que erre, como si todo fuese sobre ruedas y sin preocuparse por la cada vez más manifiesta indignación social. Los desplantes de la ministra de Fomento al Gobierno de Cataluña se sucedieron uno tras otro. El último hace apenas diez días, con la señora Álvarez de visiteo al otro lado de la frontera con Francia, en el Rosellón, haciendo dueto fotográfico con su homólogo francés en las obras de un túnel que, en el futuro, cerca de Perpignan, unirá el AVE catalán con un hipotético AVE francés. Fue una chulería innecesaria y como tal una más de las torpezas que se cargan en el debe de Rodríguez Zapatero.  Penoso y molesto. Y con un coste electoral que se adivina elevado. En definitiva, un riesgo no calculado y un error de primerizo.

[Estrambote pujoliano: ayer, en Barcelona, previamente a la manifestación, se celebró un almuerzo de un club de opinión, en el que el plato fuerte fue la convocatoria de las cinco de la tarde y las causas que la motivaban. El Molt Honorable Pujol, estrella del acto, sorprendió a la concurrencia por la contundencia de sus opiniones al respecto. El ex presidente de la Generalitat hizo gala de una rotundidad argumental que no le conocían ni siquiera sus más próximos y afines. Uno de los asistentes a la comida, en conversación con el columnista, definió la intervención de Pujol como la de un “tribuno de la plebe llamando a las barricadas”].
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