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Utopías universitarias

domingo 11 de octubre de 2015, 09:15h

Es como si no hubiese pasado el tiempo. Alucino mientras escucho una voz en ese tubo fosforescente que se ha convertido en el dios electrónico de la casa. Aparece un tipo con cara de no haberle pasado lo que a mí, a saber, que me he comido con patatas fritas mis utopías adolescentes porque la realidad es eso que, como en el libro de Cernuda, suele estar enfrente del deseo (dice Voltaire que nada ocurre en este mundo precisamente como deseamos). La evolución, como efecto necesario de la materia, transforma nuestra esencia con el tiempo. Vivir es cambiar. No puedes bañarte dos veces en el mismo río, como decía Heráclito, pues la segunda vez que te bañes ni tú ni el río seréis los mismos. Cuando estudiaba en la universidad era troskista romántico. Luego tuve bellos devaneos con el anarquismo. Después fui el típico comunista que dice que de nada sirve soñar, sino que hay que morder. Y al final, después de ver el desastre del comunismo, como tantos, descendí hasta acabar en las aguas mansas de la socialdemocracia.

Ahora, en verdad, sin quitarme la piel progresista (creo que el progresismo es la más sana ideología que ha parido este país) tengo como cualquiera el corazón acorazado. Y cual cliente al que atosigan con publicidad tiendo a no creer apenas nada. Soy un puto escéptico. No me canso de repetir aquella frase de Robert Jordan en “Por quién doblan las campanas”, hermosa cita de John Donne que Hemingway puso como cita inicial en la novela (“…nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti”). “Pobres españoles”, dice Jordan, “sus dirigentes siempre les traicionan. En dos mil años el único que no lo ha hecho es Pablo Iglesias”. Y no se refería por supuesto a este chaval de coleta que quiere barrer a la izquierda de la transición para traer la izquierda de la televisión. Mi saludo a Garzón por haber mantenido una hermosa coherencia en momentos tan alocados.

Todo esto viene a cuento del alucine que tengo con la CUP. Me han traído de golpe las utopías universitarias. Es como si no hubiese pasado el tiempo, como si fuese posible proponer lo que a uno le dé la gana aunque encaje en la realidad lo mismo que San Francisco de Asís en una corrida de toros o en una cacería. Estos de la CUP me dan envidia en el sentido de que pueden permitirse el lujo de no crecer. Los demás no hemos tenido esa suerte y la realidad ha llenado nuestras mentes de madurez. Pero ellos hablan como si estuviésemos en el siglo XIX y hubiese que caminar sin piedad hacia la dictadura del proletariado. En fin, digamos que la realidad ha desertado de Cataluña y manda un deseo que huele a palabra gastada, a utopía que ha sido demasiadas veces aplastada por la complejidad de la vida.

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