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El hombre incógnita

lunes 26 de octubre de 2015, 10:00h

Asistí el domingo a un mítin de Albert Rivera, al aire libre, en el templo de Debod de Madrid. Creo que por primera vez, dijo que podría llegar a La Moncloa, y anunció que su primera medida sería ‘llamar a la oposición’ para un gran pacto reformista. Es decir, llamaría, si ganase, que es algo que está por ver, a Rajoy, si es que, perdiendo, el actual presidente siguiese al frente del PP, y llamaría a Pedro Sánchez, si ídem que Rajoy, y llamaría, se supone, a Pablo Iglesias, si el líder de Ciudadanos, para entonces, no hubiese presentado su renuncia. Menudo panorama.

Me temo, y no quiero dar la impresión de que me posiciono contra Rivera, que me parece una figura muy estimable en lo personal y acaso también en lo político, que esto, el rozamos con los dedos el sillón presidencial, fue lo único concreto, el solo titular, que pude sacar del mítin en la mañana del domingo. Bastante concurrido por cierto, con asistencia de numerosos jóvenes -no les ocurre ni al PP ni, aunque no tanto, al PSOE- que evidenciaban su entusiasmo por el líder, arropado por la candidata catalana Inés Arrimadas y por los escritores Marta Rivera de la Cruz y José Manuel Girauta, compañeros de quien suscribe en las tareas radiofónicas y buenos profesionales ambos, en mi opinión.

Pero tengo la impresión de que Rivera, en quien aprecio algunos signos de andar algo sobrado y un pelo altivo, vende la piel del oso antes de haberlo cazado. De momento, se enfrenta a entrevistas y debates en los que le van a preguntar, de manera muy seria, si está financiado más o menos subterráneamente por algunas grandes empresas del Ibex, esas que llaman ‘del puente aéreo’, tal y como han insinuado algunos comentaristas; nada de particular ni de irregular, imagino, pero hay que decir las cosas claras. Como hay que desmentir los rumores, algunos lanzados sin duda con la peor intención por ‘la competencia’, de que podría fichar a algún nombre sonoro procedente del PP, o del PSOE.

Porque la verdad es que, hoy por hoy y a falta de lo que ocurra en campaña, donde PP y PSOE pueden cometer todos los errores posibles, Ciudadanos se contempla como una posible bisagra, como la formación con la que uno de los dos todavía ‘grandes’ habrá de pactar para llegar a La Moncloa, o mantenerse en ella. Y a Rivera hay que reconocerle que está sabiendo mantener muy bien la incógnita de si, llegado el caso, ofrecerá su brazo a la gran dama del centro derecha o a la gran dama del centro izquierda: ahora ha dado el salto y se presenta como el ganador frente a ambas opciones, socialistas o ‘populares’.

La técnica electoral está contra esta previsión, pero lo cierto es que Mariano Rajoy, que este lunes convocaba elecciones y se enfrentaba a la prensa y a una entrevista en TVE, aparece algo en baja, porque no ha renovado lo bastante su mensaje. Veremos, porque, en estos cincuenta y cuatro días, queda mucho partido, y ya todos nos van repitiendo que no perdamos de vista lo que las encuestas decían antes de las elecciones en Gran Bretaña o en Canadá, por ejemplo, y miren lo que ocurrió después.

Veremos si Rivera es un nuevo Cameron. O un nuevo Trudeau. Yo, arriesgándome a equivocarme no poco, creo que aún no ha llegado su hora, aunque bien cierto es que, tras el 20-d, va a tener algo que decir. Mucho que decir.

- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'

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