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Prohibido prohibir

martes 27 de octubre de 2015, 09:33h

“Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición”, La frase tiene ya unos cuantos años. Era una de las pintadas que adornaban los muros de la Sorbona de París aquel mítico mayo del 68 en el que los que estudiantes y obreros plantaron cara al Gobierno en decadencia de Charles De Gaulle y sembraron las bases de un nuevo tiempo en todo el mundo occidental. Un tiempo que, pese a tanta polvareda y a tanta literatura generabam personalmente se me antoja que duró menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Porque aquella revolución estudiantil tan ensalzada en su momento fue asumida y absorbida en un visto y no visto por la sociedad a la que criticaba y sus principales líderes como Daniel Cohn-Bendit acabaron integrándose dentro del sistema que tanto habían denigrado y combatido en las calles y las barricadas. Vamos, más o menos como los de Podemos de Pablo Iglesias, pero echandole más redaños a la cosa y plantándole cara no solo a los guardias sino también al ejército francés que el general entonces no se andaba con chiquitas

Viene todo esto a cuento de esa manía que tienen los gobiernos, todos los gobiernos sean del signo que sean, de tratar de controlar como sea, bien con leyes, bien con la fuerza, nuestras libertades individuales. Aquí no hay gobernante que, una vez llegado al poder, lo primero que haga es sacar disposiciones y leyes para que el personal no se le desmande y tenerlo bien cogido por donde usted y yo sabemos. Prohibiciones que van desde la enseñanza de la religión al botellón pasando por el tabaco, los toros o la descarga de libros y películas gratis en internet. Lo curioso del caso es que no son los partidos de tinte conservador los más prohibitivos, sino aquellos que se denominan a sí mismos progresistas. Debe de ser por aquellos de que la mayoría procede de dictaduras decimonónicas del proletariado que, aunque eran muy de izquierdas, no dejaban de ser unas dictaduras tan dañinas o más que las clásicas de la derecha.

Ya han visto como el secretario general socialista y candidato a la Presidencia del Gobierno para las próximas lecciones generales del 20 de diciembre, Pedro Sánchez, se está empeñando estos últimos días en lanzar propuestas a cada cual más peregrina que pueden hacerle perder ese segundo puesto que aun le dan las encuestas. Todo ello en beneficio de otra fuerza política emergente como es Ciudadanos cuyo líder, Albert Rivera, parece tener bastante claro que su partido no va a meterse en berengenales ni charcos que le puedan salpicar y manchar su impoluto traje de faena liberal y centrista con el que intenta atraerse al electorado popular y al socialista cazando votos de u no y otro lado. Y a fe mía que lo está consiguiendo ante la pasividad del PP y el descoloque del PSOE.

Así están las cosas cuando ya se han disuelto las Cortes y convocado oficialmente los comicios del gordo de Navidad en los que los españoles nos vamos a jugar buena parte de nuestro futuro más inmediato. Conforme se acerca la fecha clave cada día estoy más convencido que el bipartidismo que ha dominado el panorama político español en los últimos cuarenta años está herido de muerte porque ninguno de los dos grandes partidos, ni el PP ni el PSOE, parece dispuesto a poner sobre el tapete electoral una nueva forma de afrontar la política. Ni Mariano Rajoy, cuyo poder de comunicación para vender sus indudables éxitos económicos no existe y su capacidad de convocatoria es cada día más nula, ni Pedro Sánchez, que anda cada día más perdido en busca de ese voto que se le escapa por todas las rendijas de la confusión y que cada vez recuerda más a su predecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, parecen capaces de frenar el ascenso imparable de unos Ciudadanos que le han tomado las medidas a un país harto de coles populares y socialistas.

Solo nos queda esperar a ver si alguno de los gurús mediáticos que asesoran a ambos líderes políticos, del tipo Arriola, son capaces de darle la vuelta a la tortilla en estos menos de dos meses que nos quedan a los españoles para acudir a las urnas. Mucho me temo que la campaña que se avecina va a ser un más de lo mismo y puede aburrir a las ovejas hispanas hartas de coles después de aguantar tres o cuatro citas electorales en solo un año. Retomando el título de este artículo y lo que decía en mi primer párrafo, no tango más remedio que acudir de nuevo a los eslóganes de mayo del 68 y decir aquello que se hizo tan famoso y que pregonaba: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Pues eso. Que se ponga las pilas.

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