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Las cuentas de la lechera

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
martes 27 de octubre de 2015, 11:41h
Una vez convocadas elecciones generales, los partidos concurrentes actúan como la lechera de la famosa fábula de Samaniego, imaginando como crecen sus propuestas una vez que hayan vendido el contenido de sus cántaros y negociado los productos complementarios que aumenten su aritmética parlamentaria, en una o varias operaciones multiplicadoras. Ninguno sueña esta vez con el cántaro lleno de la mayoría absoluta sino que todos calculan y especulan según pronósticos que bien pudieran ser espejismos provocados por las tertulias televisivas.

Se parte de una división en dos clases de ofertas: La de quienes aspiran a gobernar ganando y las de quienes aspiran a gobernar perdiendo. A gobernar ganando da la impresión de que solo aspira el Partido Popular, por la estela de su posición continuista y por las encuestas que, más o menos, lo detectan como el que lleva más lleno su cántaro, aunque en cantidad insuficiente. A gobernar perdiendo aspiran todos los demás, haciendo sumas en las que vale todo contra el PP.

La clave de esta situación de ruptura de la política bipolar está provocada por la presencia de dos ofertas sin precedentes en anteriores elecciones generales: Ciudadanos y Podemos. Ambas carecen del desgaste del ejercicio del poder pero, también, carecen de avales de experiencia o perseverancia. Son simples expectativas ecléticas, pero no se duda de que, en mayor o menor grado, tendrán presencia parlamentaria, interponiéndose entre el esquema bipartidista y las minorías de extrema izquierda y los autolimitados localismos nacionalistas. Sus ambiciones personalistas, con líderes que se exhiben con ambiciones de estrellas presidenciales, lindan con las fantasías de la lechera pero, no por ello, dejan de ejercer atractivo entre los nuevos votantes inmaduros y entre los viejos votantes hastiados. Son el factor diferencial de estos comicios.

El papel menos airoso en esta coyuntura lo desempeña el socialismo, tal y como lo interpreta Pedro Sánchez, el cual, partiendo de la estela de un partido anteayer preponderante, plantea su ambición con el propósito más descarado de gobernar perdiendo, a base de dar por buenas cualquier clase de compañías bajo el signo negativo de desplazar al PP y mistificando sus propias listas con cualquier clase de intromisiones ajenas al acerbo partidario. Sánchez da la impresión de que solo aspira a ser una segunda formación, pero con mayor capacidad de pactar con todo lo que venga detrás, sirviéndose de los argumentos de una impostura izquierdista. Está por ver que pueda mantener esa segunda posición si el clásico esquema bipartidista se desborda con mayor facilidad por la izquierda que por la derecha. A su izquierdismo genérico le vendría muy bien una Izquierda Plural, un nacionalismo federalista y hasta un Podemos ascendente. Pero solo se encuentra con una extrema izquierda agónica, un nacionalismo separatista y un Podemos en declive. Solo puede soñar con la versatilidad de Ciudadanos que no es verosímil que se conforme con ser bisagra en favor de un PSOE disminuido. Es más fácil que Podemos aspire a sustituir al PSOE, convirtiéndose en una nueva oposición con futuro, antes que en apoyo de un socialismo menguante. De apoyar a un gobierno, con condiciones y exigencias, le sería más fácil hacerlo en beneficio de una mutación regenerada del PP en personas e ideas.

Las encuestas que abonan estas reflexiones no son todas coincidentes, quizá como consecuencia de distintos métodos de análisis, del acierto y numero de los interrogatorios o de la cocina de los datos al servicio de interés propagandístico de sus patrocinadores. Pero todas ellas coinciden en dos factores. El primero es que los polos relevantes de atracción del electorado han pasado de ser dos a ser cuatro, reduciendo a proporciones residuales a minorías extremistas o nacionalistas que, en anteriores convocatorias, conservaban alguna capacidad de negociación. El segundo factor es que todas coinciden, sin grandes diferencias, en el orden de preferencia en que los votantes situaran a esas cuatro opciones por el siguiente orden: Partido Popular, Partido Socialista, Ciudadanos y Podemos. Una tendencia ascendente del PP y Ciudadanos y una descendente del PSOE y Podemos, permiten suponer que, pese a extendidas opiniones, el pueblo español prefiere aguar el líquido de la derecha que concentrar el líquido de la izquierda.

Mientras no se traduzcan las intenciones de voto en la aritmética exacta de las asignaciones de escaños, las cuentas permiten fantasear sobre pactos y estrategias, pero siempre basándose en esa realidad que ha hecho imposible un triunfo monocolor. Esa realidad de nuevas ofertas, sin experiencia pero con presencia mediática tiene una clave de impotencia al tratarse de dos opciones incompatibles entre sí. No solo por existir una gran distancia ideológica entre ambas sino porque son tácticamente incompatibles como el agua y el aceite porque compiten por la misma pesca en los mismos caladeros cansados y decepcionados del bipartidismo convencional. Si ambas, Ciudadanos y Podemos, convergiesen en el mismo apoyo multipartito a un gobierno habrían perdido su propia identidad. Su estrategia en estas elecciones es la que va a definirlas como formaciones con identidad de futuro. El tinte burdamente izquierdista de un PSOE en rebajas no es barniz suficiente para justificar la subordinación al juego presentista de quienes intentan gobernar perdiendo. Para ellos es mejor ejercer como oponentes, condicionantes o desestabilizantes contra quienes pretenden gobernar ganando. Entre la imagen de monaguillos ayudando a decir misa al PSOE y la libertad de contradecir o condicionar a un gobierno de estabilidad difícil es evidente que es mejor esta segunda opción, independiente y autónoma. La hipótesis de sumar todos contra el PP es una ficción pasional que, en el fondo, no interesa a nadie que pretenda asumir un papel duradero en un tiempo político que no termina sino que empieza a partir de estas elecciones. Hay cuatro cántaros, como los de la lechera, medio llenos o medio vacíos, según se midan proporcionalmente dentro de unas semanas con números reales y no con ilusiones demoscópicas.

Durante unas semanas los políticos podrán hacer las cuentas de la lechera con sus cántaros de ilusiones, desde confiados optimismos o desde estrategias de fracasados. Pero para una gobernación estable y progresiva solo podrán cuadrarse las cuentas con el pragmatismo que sea capaz de asumir uno de los partidos con mejores resultados. PSOE y Ciudadanos darán la medida de su calidad patriótica y su sentido del Estado con sus reacciones tras el escrutinio de las urnas que ya no serán cántaros ilusorios sino cifras para el consenso que más interese a los españoles.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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