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El padrino

lunes 02 de noviembre de 2015, 12:07h
A medida que vamos conociendo nuevos episodios de la familia Pujol y la trama del 3%, más se me antoja estar visionando cualquiera de las tres partes en que se enmarca la vida cinematográfica de don Vito Corleone; el Padrino. Y es que, muy probablemente, la historia de Jordi Pujol, la verdadera, esa que no aparece en su biografía ni wikipedia alguna, tenga más parecido con la novela de Mario Puzo que con la honorable vida que siempre nos han relatado los políticos y medios de comunicación.
Jordi Pujol, al igual que don Corleone, es un líder nato, un hombre que sitúa los valores tradicionales, como la amistad, la lealtad, y la familia, por encima de todo. Un hombre clave en el concepto actual de Cataluña, también de la España democrática, de la que se ha servido para llevar a cabo su imperio personal basado en la idea de ser la piedra angular en la construcción de un Estado Catalán.
Un pequeño tirano déspota, que ha manejado a su antojo los recursos que se enviaban desde el gobierno central a Cataluña. Un mafioso clásico, que ha tenido contra las cuerdas a los gobiernos de España siempre que se le ha antojado. Una de las cuestiones que adornan a los delincuentes mafiosos, de todo tipo, es la de creer que haciendo el mal hacen el bien. Esto que a simple vista resulta paradójico tiene hasta una explicación médica, ya que forma parte de una patología de la psiquiatría.
Una enfermedad obsesivo-compulsiva que los profesionales señalan, principalmente, en personas que ejercen cargos de dirección o de poder, tal y como relata la doctora Isabel S. Larraburu en su libro “Atención Plena”, y que se manifiesta a través de conductas perversas que no cuadran con el “yo” coherente de nuestras creencias y el sentido de lo que está bien y lo que está mal.
Tan convencido ha estado siempre Pujol de que hacía el bien, que toda su actividad fraudulenta era legal, como lo estaba don Corleone al justificar el terror y el asesinato como parte de sus negocios.
En ambos casos la justificación tiene que ver con el poder que se ejerce y la responsabilidad hacia un determinado fin. Algo que no es patrimonio solo de unos pocos, si no que la mayoría de las personas que ocupan rangos de poder lo tienen, sin que sean capaces de percibirlo coherentemente. Plantear la independencia de Cataluña ha sido el arma que ha esgrimido el mafioso Pujol frente a los aparatos del Estado.
La extorsión y el impuesto del 3% el método con el que ha financiado su partido y llenado sus arcas particulares, como si se tratase de una compensación al esfuerzo realizado durante tantos años al frente de la Generalitat. El patriarca fundador de Convergencia de Cataluña, ha actuado al más puro estilo de la mafia que encarna don Corleone, situando a sus hombres de confianza en los órganos de poder y a la familia; los hijos, al frente de la trama corrupta que desviaba los ingresos a paraísos fiscales.
Pero todo ello, con el convencimiento de estar haciendo lo correcto y de no incurrir en ninguna actividad ilegítima, y mucho menos delictiva, lo que explica en gran medida el comportamiento victimista de Pujol ante la presión mediática. Otra de las bazas importantes que esgrimen los mafiosos, frente al poder, es el uso de la privilegiada información que poseen. Y hasta en esto guardan cierto paralelismo la familia Pujol y la familia Corleone. La amenaza forma parte de cualquier actividad mafiosa, y tiene que ver tanto con la extorsión a particulares como a instituciones o al propio Estado. No obstante, cuando se produce, si es que alguna vez alcanza a la opinión pública más allá de meras sospechas, deja al descubierto la debilidad con que se sustenta un gobierno y lo endebles que son los organismos que cuidan de él.
Sea como fuere, la trama Pujol daría argumentos más que sobrados a cualquier novelista; una amante despechada, un hijo tarambana que no cuida los detalles, otro hijo que se crece ante la adversidad esgrimiendo el poder del padrino, y así un suma y sigue, teniendo como soporte, una pareja de ancianos que ha vivido modestamente, haciendo el mal, cuando creían hacer el bien, construyendo un imperio delictivo al amparo de las instituciones del Estado, de los gobiernos, hasta que como en El Padrino, se traspasan los límites entre lo que se permite y lo que excede a las posibilidades de quien se siente superior.
Una trama que anda por sus primeros capítulos y, que a buen seguro, como sucedió con el Padrino, se convertirá en el best seller de la reciente historia de España.
Ismael Álvarez de Toledo
periodista y escritor
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