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Todo sobre la controvertida Ley d'Hondt y su sistema de reparto de escaños

Todo sobre la controvertida Ley d'Hondt y su sistema de reparto de escaños

> Para proteger la gobernabilidad, favorece a los grandes partidos

viernes 18 de diciembre de 2015, 09:18h

La democracia española va unida desde su inicio hace cuatro décadas al nombre de un personaje belga que murió hace más de un siglo: Victor D’Hondt. Este jurista y matemático inventó en 1878 un método para aplicarlo cuando existe un importante número de puestos a repartir (en este caso, escaños) elegidos proporcionalmente con el fin de que no haya una excesiva atomización (en este caso, de grupos parlamentarios). Es una ley polémica porque unos la consideran injusta al favorecer a las mayorías, mientras sus defensores la ven bien y mucho mejor que el sistema mayoritario en el que sólo se tiene en cuenta al que saca más votos, aunque sea por una cantidad tan pequeña que realmente es un empate.

El popular Sistema D'Hondt, que desde su creación se ha aplicado en muchos países occidentales de democracia parlamentaria -aunque ahora además de en España sólo lo hace en Francia y Portugal-, permite obtener el número de cargos electos en proporción no directa pero sí aproximada a los votos conseguidos por las candidaturas. Se lleva a cabo por una más o menos complicada fórmula que dividie a través de distintos divisores el total de los votos obtenidos por los distintos partidos. Así, al producirse secuencias de cocientes decrecientes para cada partido, se asigna el escaño al de promedio más alto.

Es una especie de corrección de la proporcionalidad directa que los padres de la patria en la Transición decidieron aplicar, e incluso meterlo en la Carta Magna -con lo que será muy difícil cambiarlo, algo que sólo interesa a los partidos con menos votos, como Izquierda Unida o UPyD-, procurando que la recién traída democracia no naufragara por una atomización de grupos que podían hacer ingobernable España, con el peligro de volver a la dictadura.

Había razones de peseo entonces, aunque ahora ya han desaparecido, porque una de las esencias de la democracia, precisamente, es el respeto y no el desprecio a las minorías, que ya tienen que superar el listón de lograr al menos el 3% de los votos para sobrevivir y alcanzar representación. Unas minorías que con el invento de Víctor D'Hondt (1841-1901) tienen algo más difícil su acceso al parlamento nacional o a los autonómicos.

Los votos no valen igual

En concreto, lo que establece la Ley D'Hondt es que hay que dividir el número total de votos que ha recibido un partido por 1, 2, 3, 4 y 5, o sea, los cargos electos que se disputan en cada circunscripción, cuyo número de diputados también es más o menos proporcional según el número de habitantes. Así, en estas elecciones del 20-D, como en las anteriores, hay un total de 350 diputados para 52 circunscripciones.

Corresponden a las provincias de nuestro país, con un mínimo de dos diputados por provincia -con las excepciones de Ceuta y Melilla, con uno-. Lógicamente al haber tantas diferencias de población entre las provincias, hay un problema añadido y previo a la Ley D'Hondt. Ya que, por ejemplo, en Soria, que es la provincia menos poblada, votan para elegir dos diputados mientras que en Madrid, la de mayor población con diferencia, lo hacen por 36.

En definitiva, que en tierras sorianas cada diputado debe obtener poco más de 38.000 votos, y en la Comunidad madrileña se necesitan más de 128.000, por lo que eso de 'un hombre, un voto' no se cumple y las papeletas metidas en las urnas valen más en unas provincias que en otras. A lo que hay que añadir que después se aplica la polémica Ley que creó el matemático y jurista belga.

En cualquier caso, es una decisión que tomaron razonablemente los partidos políticos hace cuatro décadas y que, a pesar de toda la polémica, guste o no, respeta en parte la proporcionalidad y es mucho mejor que el injustísimo sistema mayoritario de grandes potencias mundiales como Estados Unidos y Reino Unido. El que no se conforma es porque no quiere.

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