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Invierno político

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
martes 22 de diciembre de 2015, 11:18h
Las elecciones han traído las fragmentaciones previstas por encuestas y comentaristas. Un solo detalle ha contradicho las previsiones y es que “Podemos” es tercer grupo y “Ciudadanos” cuarto y no al contrario. Pero, en resumen las llamadas fuerzas emergentes que pretendían cambiar el mundo suman 109 escaños frente a 213 de los partidos clásicos, PP y PSOE. El resto continua en el rincón de los votos perdidos. El pueblo español no es responsable de que nadie haya hecho pedagogía política para hacerle comprender que unas elecciones generales son para hacer posible un gobierno y no un concurso entre partidos, como si fuesen equipos de futbol, para clasificarse en la liga como primero, segundo, tercero o cuarto.

Lo crucial no es que sean posibles aritméticamente varias opciones sino que sean encuadrables dentro del sistema constitucional. El sistema es más importante que los partidos. El sistema ha resistido, a pesar de los pesares. Tres partidos que se confiesan leales al sistema constitucional PP PSOE “Ciudadanos” suman 253 escaños y el resto en el que hay de todo, 97. Consecuentemente, no hay ninguna debilidad institucional ni ninguna inestabilidad procedimental. El sistema es fuerte y son los dirigentes políticos los que transmiten debilidad a las instituciones. “Podemos”, con su combinación tóxica de rencores, frustraciones y demagogia, solo sería una espectacular anécdota bullanguera en el abanico parlamentario, adornada con esos globitos morados que parecen esperar que los suelten para asaltar el cielo a base de gas, si no soplasen vientos de traición en otros grupos. Si los partidos hijos de la transición no son capaces de actuar con conciencia de un concepto de nación, administrando el mensaje que el pueblo les ha enviado con su mayoría absoluta de votos constitucionales, no será por la presión de la minoría podemita sino por la traición o la incompetencia de los actuales dirigentes. Durante la campaña, Pablo Iglesias insistía en que sus votantes eran la gente normal que quería estar gobernada por gente normal. Resulta que, en un Congreso de 350 Diputados, la “gente normal” son 69 Diputados y los demás “anormales” tendrían que cambiar de ideas para complacer a esta minoría de “normalitos” que pretenden reventar el sistema político español desde dentro al imponer un derecho a decidir según convenga a su estrategia disparatada.

Los partidos tradicionales llegaron a estas elecciones sangrando como aquellas procesiones de penitentes, fustigados por el látigo de sus amigos y de sus enemigos, espiando sus pecados. Pedro Sánchez lanzó un exabrupto impropio en un debate contra Mariano Rajoy quien, al prestarse a dicho debate, le estaba ofreciendo un pedestal para perfilarse como candidato creíble dentro de un sistema bipolar. En esa misma ocasión, Sánchez le dijo a Rajoy que no se debía de haber presentado como candidato y que debía haber dimitido al estallar el caso Bárcenas, lo que hubiese sido muy acertado en su momento. Pero, en tal caso, sin el tapón de Rajoy y con un PP incontaminado, el resultado hubiese sido otro, mejor para el PP y Sánchez no hubiese quedado con sus 90 escaños sino en una minoría más escandalosa. Si Rajoy no se hubiese empeñado en ser principio y fin del PP y si Sánchez no se hubiese comportado en algunas operaciones, como la de sentar en la alcaldía de Madrid a Manuela Carmena, ni uno habría perdido 63 escaños ni otro con la lista que él mismo encabezaba, sería el cuarto partido en la circunscripción madrileña. Si las primeras mujeres de la lista de Sánchez fueran socialistas en vez de independientes, tampoco hubiese perdido tanto voto femenino en la capital. Si Albert Rivera no hubiese perdido confianza al anunciarse como abstencionista, hubiera podido seguir sorbiendo votantes malhumorados que buscaban un desahogo constructivo que terminase con la lógica y fácil postura de apoyar al partido más votado por el pueblo. Pero un propósito de abstención solo hace aumentar el peso de los votos negativos antisistemáticos, podemitas o separatistas, por lo que es una postura impropia de su pretendido centrismo. Abstenerse es situarse a la izquierda de la teórica izquierda constitucional y más cerca del negativismo de los “normales”.

No queremos seguir acumulando el capítulo de errores pero si constatar que, a pesar de todos ellos, el sistema es tan fuerte que lo aguanta todo y el pueblo, con sus votos, lo mantiene vivo. Ni existe mayoría suficiente para alterar la Constitución, ni para respaldar las leyes orgánicas que se le puedan ocurrir a los podemitas, ni para convertir la soberanía nacional en una ensalada de frutas ni para romper la economía española como un niño rompe una hucha de barro. El sistema está en pie y solo flaquean las rodillas de quienes tienen el deber de defenderlo. Habrá que recordarles aquel tópico de que los sistemas políticos solo caen por la traición de sus clases dirigentes. Vamos a padecer una espera larga e inquietante en la que pueda cuajar una política prudente y posibilista en la que los nombres propios sean menos importantes que los acuerdos de coincidencia. Hoy por hoy, la continuidad de la marcha de España ha quedado en manos de tres celebrantes –PP-PSOE-Ciudadanos-, que deben de saber que ofician una ceremonia que es un sacrificio. Cuando tras la noche electoral, los líderes de los partidos iban desfilando ordenadamente en la pantalla, de menos a más, un misterioso sentido del Estado parecía sobrevolar la escena, haciendo progresivamente más correctos, más comedidos y más lacónicos a quienes más responsabilidades tenían que asumir. Parecía como si recibiesen una señal desde la altura histórica. En medio de la fragmentación, se perfilaban 253 escaños con capacidad más que suficiente en un Congreso de 350, para mantener la fuerza de un sistema democrático estable al que los tres partidos dicen servir por encima de personalismos. Esperemos que así sea. Veremos como celebran la ceremonia y como aceptan los sacrificios que sean necesarios. En un horizonte próximo les esperan largas sesiones parlamentarias y profundas revisiones en el interior de sus propios partidos. Su futuro dependerá de que sean capaces de entenderse para que España no descarrile en este invierno político que comenzamos.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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