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Ponce, Tomás, Morante y otros carteles emblemáticos
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Ponce, Tomás, Morante y otros carteles emblemáticos

viernes 11 de diciembre de 2015, 19:03h
El historial torerista del Siglo XX y comienzos del Siglo XXI está adornado por nombres y hombres que por distintas y distantes casualidades y causalidades han dejado huellas en el arte de torear. En un ejercicio, creo que imparcial de intuición, de realidad… y de ejemplos gráficos para siglos anteriores y sobre todo venideros, me tomo la licencia de hacer ternas lujosas por décadas, teniendo en cuenta que las hay con buenas y con menos buenas cosechas. En efecto hay décadas que aportan varios carteles emblemáticos y otras más raquíticas en cantidad y calidad. Diez temporadas de lidiador comprometido es tiempo suficiente para calificar a las figuras aunque unas hayan durado más o menos que otras por… accidentes, cogidas mortales, objetivos concretos y cumplidos, incomprensión, o apariciones novedosas y propagandísticas de figuras estándar con tirón en las taquillas, etc. etc.



Es lógico, en los momentos de más esplendor del arte de torear están siempre o casi siempre alternando: el don, la maestría, la evolución…y cada alternante ha de aportar su estilo y temperamento propios. La primera década del Siglo XX, llamada de transición desde la retirada de Guerrita en 1.899 a la aparición de Gallito en 1.913, la protagonizan: la elegancia de Fuentes, el repertorio de Bombita y los estoques de Machaquito. Vicente Pastor es o parece el cuarto as de esos años.


La segunda década, llamada la edad de oro del toreo, la hacen histórica: el don y la inventiva del pintoresco y pinturero Gallo, la maestría suprema de Gallito y la llegada del iconoclasta y volcánico Belmonte. Es el inicio definitivo de la transformación del movimiento a la quietud… en el arte de torear. El riesgo, la emoción de la estática y la estética irán de menos a más. Enriquecen y complementan la buena nueva del toreo el apasionante Sánchez Mejías, y la exitosa novedad de la primera figura foránea: el mejicano Rodolfo Gaona.

De la tercera década, la capacidad de Lalanda, el toreo de manos bajas de Puya, la ligazón e improvisación referenciales de Chicuelo son lo más destacable. El arte de torear gitano es cimero también con Cagancho…sin olvidar a payos como Niño de la Palma o Márquez. En la cuarta década, el toreo se va perfeccionando y ampliando con la difícil facilidad de M. Bienvenida, la aristocracia dominadora, sobria y campera de D. Ortega, y la aptitud y actitud del mejicano Armillita que por méritos propios y en su mejor temporada por los ruedos europeos llega a encabezar el máximo escalafón. Victoriano de La Serna firma pasajes de plasticidad tan vibrantes como inimitables.

La quinta década está escrita y descrita por la gracia de Pepe Luis, el sentimiento solemne y estoico de Manolete en el porvenir del arte de torear y las atléticas facultades del mejicano Arruza. Claro, hay que hacer honor a la hondura de Pepín Martín Vazquez y a la naturalidad de A. Bienvenida. En la sexta década sobresalen la autosuficiencia de Luis Miguel, la prestancia de Ordóñez y la pureza de R. Ortega. La fusión equilibrada de audacia y arte en el breve pero notable M. González, la casta de Aparicio, G. Sánchez y del venezolano C. Girón, los pies juntos de M. Vazquez y la clase de Antoñete están a la altura de las exigentes circunstancias. Litri, Pedrés y Chamaco interpretan un toreo tremendista y vertical sin tapujos y casi desnudo.

En la séptima década, de 1.960 a 1.970, mandan sin discusión, la armoniosa clarividencia de Camino, la majestuosidad de El Viti y la irrupción del mercantilismo impuro y duro a través de ese fenómeno socio ilógico – más o menos como otros “fenómenos” de otras disciplinas en medio mundo- llamado Manuel Benítez El Cordobés. Mérito tuvo, aunque solo fue un torbellino pasajero; nada o casi nada de su heterodoxo concepto torista, torerista y toreista se enseña ni enseñará en los foros taurinos teóricos y prácticos. Sí, llega el mercadeo con más sombras que luces al arte de torear. Se empieza a intentar el cambio del aficionado cabal por el espectador consumista. Se empiezan a batir records de tono menor y sin ton ni son que van perdiendo credibilidad y autenticidad en demasiadas estadísticas y demasiados líderes del escalafón superior. Y en el toreo se vislumbra mucha más técnica y rutinaria monotonía que originalidad y creatividad. Ostos, Puerta y A. Vazquez diferentes, pero con el denominador común del arrojo y la superación. Con el empaque de Romero y el duende embrujado de Paula en sus mejores tardes suman una década con reminiscencias pródigas y prodigiosas…además de contradictorias. Palomo Linares y Teruel son los jóvenes más prometedores.

La octava década coincide con la discutible transición política de España. Hay expectativas genéricas y optimistas a medio y corto plazo. En los ruedos va subiendo el tamaño del toro y la primera secuela es la bajada en movilidad, bravura, y…en la calidad de toreros y toreos. Lógico, estamos ante un nuevo toro y hay que tantearlo y estudiarlo. El cartel más representativo de esos años lo componen el sitio y temple de Dámaso González, el gusto de Manzanares y la raza de Capea. Al deportivo y fallecido por asta de toro Paquirri, al especialista Ruiz Miguel, a estilistas como C. Vazquez y Robles también hay que tenerlos en cuenta.

En la década de los ochenta, Ojeda sacando brillo con luz propia a los terrenos y quietud de Dámaso, más la técnica vistosa y continuista de Espartaco y la trágica proyección del lúcido Yiyo es lo más relevante. Los clásicos Ortega Cano, R. Dominguez y el largo y talentoso Esplá compondrían otro cartel importante de esos años. El portugués Victor Mendes rememora los éxitos de su paisano Manuel Dos Santos en los años 50.

En los años noventa el colombiano Rincón, volviendo a los cánones de las distancias y echando la “pata adelante” se consagra figura del toreo al salir cinco veces en la misma temporada por la puerta grande de Las Ventas. J. M. Arroyo Joselito y su profundidad ecléctica llega a la cumbre en la corrida que brega, lidia y torea en solitario y vestido de goyesco la tarde del 2 de mayo de 1.996. Ponce va creciendo y perfeccionando. La finura de Finito no llega al fin esperado. Las sobradas condiciones de Jesulín y la simpática intención de El Cordobés hijo, que torean todo, quedan reducidas por el mercadeo de la cantidad en plazas sin solera y por las frivolidades en muchas de sus actuaciones. Juan Mora deja alguna que otra lección o pinceladas sueltas que pueden figurar en las memorias y antologías más seductoras de La Tauromaquia.

En la primera década del siglo XXI el cartel imaginado -torean poco o nada juntos- más completo, es, de lejos, el formado por: el magisterio consolidado de Ponce; el compromiso experimental, vanguardista, iconoclasta y eterno de Tomás; el don nato de Morante. Cartel que iguala, ¿o supera?, en calidad a los más sobresalientes de todo un siglo…y que vuelve a las raíces de la edad de oro: la maestría de Gallito sería Ponce; la épica y ética de Belmonte es Tomás; la enjundia de Gallo es Morante. Cartel que en tardes de inspiración y comunión sin fisuras con los toros… se podría equiparar a los carteles más emblemáticos sin fronteras de todas las artes, ciencias, oficios inventos y eventos habidos y por haber. La sinfonía y sintonía capotera de Morante recupera la verónica como el lance más íntegro y bello del arte de torear. Al toreo firme y “macho” de El Cid, la tizona le quita varias salidas a hombres por la puerta grande de Las Ventas después de plasmar faenas indelebles con abundantes y rotundos naturales ante toros de sumo respeto. A los poderíos de El Juli, le afean sus forzados retorcimientos; la pomposidad de Manzanares hijo, baja mucho volumen por su colocación y pasitos atrás casi sistemáticos. La verdad y pureza del toreo excelso es la exposición límite del hombre ante la fiera, con naturalidad y autenticidad en el instante del embroque…instantes donde se elevan pasiones y merecimientos y sobran cursilerías y ventajas.

Estamos en la mitad de la segunda década del siglo XXI. Quizá el cartel más simbólico de este lustro sea el compuesto por el valer y repercusión del francés y universal Castella…capaz de pulir su concepción del toreo en las medias y largas distancias; la vehemencia de Perera; la innovación y amplitud expresiva de Talavante. Dignísimo cartel… pero menos trascendente y variado que el anterior. En parecidos conceptos del arte de torear apuntan muy alto el madrileño López Simón y el peruano Roca Rey. El mejicano Adame debe ser la grata descendencia de los éxitos y triunfos de ilustres paisanos anteriores. El corazón de Rafaelillo; los apuntes sublimes de Curro Díaz y el sabor pausado y añejo de Urdiales…son los ejemplos gráficos de esos toreros imprescindibles de menos relumbrón que con toques personales de distinción hubo, hay y habrá en el historial torerista. Mi homenaje y reconocimiento a sus inteligentes, gallardas y elementales torerías, y a las pundonorosas grandezas de todos ellos… también. Por supuesto, cada lidiador, aunque no aparezca su nombre en este análisis, tiene su historia y circunstancias respetadas y respetables, pero hoy me limito a sintetizar tiempos, esencias, espacios, comparaciones, composiciones, sensibilidades y conclusiones. En el arte de torear, como ritual imperecedero y melodramático que es… hay lugar para la rebeldía, el misterio, la vanguardia o la “locura” heterodoxa ingenua y genial...para la fantasía en una palabra… porque también son fuentes de interpretación y evocación para otros artistas de todas y cada una de la Bellas Artes que en sus obras las han inmortalizado.

Mi opinión no es la única ni la mejor en cuestiones de carteles y toreros, pero, estoy casi seguro, que con matices, la mayoría de los aficionados veteranos y cabales, sean o no sean profesionales, aprueban con creces este intento…que en parte servirá para hilvanar, argumentar, valorar y cotejar con siglos venideros. Tengo envidia sana a mi amigo Ángel Sonseca porque tiene una de las mejores colecciones de carteles taurinos del mundo.
Desde el año 1.960 a 1975 en la Monumental de Barcelona y del año 1.976 a 2.015 en Las Ventas de Madrid he visto varias o muchas

veces a todos los toreros que describo…incluidos los que reaparecieron y venían de los años 40 y 50. Sí, parece que tengo un mínimo conocimiento de causa de los últimos 55 años del historial torerista. No, no sé sí haré un ensayo paralelo de dichas décadas con carteles y metamorfosis de los toros, entre otras razones porque hay autoridades superiores a mí en esa materia. No hay que olvidar que toreros, toreos y sus alteraciones, opciones, avances o retrocesos en bregas y lidias son derivados de los toros…y la responsabilidad de futuro siempre ha de estar presente en los protagonistas. También habría que hacer un paralelismo de la formación e información taurina y su influencia en el gusto o disgusto del público para poblar o despoblar los tendidos. Y ahondar en acontecimientos nuevos como la vestimenta y protección de los caballos de picar… obligada por afectividades y efectividades modernistas y toreras de los años 20. Y ahondar en la llegada de las damas al escalafón superior. Y hay que ahondar, para dar respuestas solventes y certeras… a la potenciación orquestada y multinacional de movimientos antitaurinos tan destructivos e interesados como agresivos, profanos y ruines. Sigue siendo incomprensible el histórico abandono institucional de La Tauromaquia; y perjudica su futuro… si el apoyo solo es partidista, oportunista o superficial.

Mucho queda por clarificar, proponer y hacer. Aprovecho la cercanía del cambio de año y lustro con un deseo que quizá sea… casi –digo casi porque los insaciables y peligrosísimos drogadictos en poderes y sus palmeros o voceros no estarán de acuerdo- genérico y planetario: que el emblemático cartel de la razón, la justicia social y el humanismo; en todos los órdenes, derroten a todos los mercaderes de la muerte y sus guerras, me da igual que sean “santas, pecadoras, locales o globales” porque generan odio y miseria para siglos. Que derroten las enormes, impresentables e inhumanas desigualdades…consecuencia de acaparamientos económicos desmesurados sin límite ni control. Que derroten al error, horror y terror de corruptores y corruptos… a todas las mentiras que parecen verdades… a todas las posturas sin compostura…a los fanáticos en posicionamientos sin conocimientos…a todas las codicias, excesos, competiciones o ambiciones tóxicas, a…

Hay que encontrar alternativas definitivas y decentes a tantos malestares y tantas desidias. Ojalá que las únicas y transparentes sangres inocentes derramadas sean… las de ese crudo y heroico mano a mano entre la sangre voluntaria de los toreros y la sangre abnegada de los toros… como alegorías y soluciones a las adversidades naturales o fabricadas que se presentan y representan en la vida misma. Ojalá. Salud, solvencia moral y suerte.

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