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¡Es la incertidumbre, estúpido!

jueves 07 de enero de 2016, 12:08h

Escucho, en este nuevo ‘día negro’ para la Bolsa, que los valores españoles pierden 45.000 millones de euros en un mes “por la incertidumbre política”, según opinan los analistas de manera bastante unánime; esa, para ellos, es más la razón de la caída que las sacudidas bursátiles en China, o la bomba ‘H’ de Corea del Norte, o la caída del precio del crudo. Cuatro mil pequeñas y medianas empresas se han retirado, o lo están haciendo, de Cataluña, nos advierten. En el Ministerio de Economía calculan, me comenta una fuente, que hay “no menos de cien mil millones” en inversiones extranjeras aguardando a que se aclare el panorama. Y, al tiempo, en el mismo Ministerio, recogiendo impresiones que llegan desde La Moncloa, temen, pesimistas, que ese bloqueo político vaya “para largo”. Resulta incalculable, piensan, lo que España puede perder de aquí a las próximas vacaciones de Semana Santa, cuando ya se conocerá el resultado de las elecciones catalanas, si es que finalmente hay, como parece, nuevas elecciones en Cataluña.

Cuando todo se instala en la provisionalidad, la dinámica económica comienza a ralentizarse, antes de pararse definitivamente. Ese es un axioma difícilmente desmontable. Tenemos unos ‘brotes verdes’ de recuperación que son más que unos brotes, aunque algunos economistas me vienen insistiendo en que tales brotes pueden ser engañosos: cierto, el consumo está en auge, pero eso es alegrarse de las cosas demasiado apresuradamente, porque la tendencia puede variar. Y la inversión, lo repito, se está parando, lo mismo que algunas iniciativas innovadoras. Todos cuantos estamos en el proceso productivo como empresarios, autónomos o trabajadores por cuenta ajena, estamos comprobando que el tiempo del avance puede ser ya muy corto, que las voces de alarma se multiplican, que los datos macroeconómicos pueden cambiar en cualquier momento, que muchas reformas pendientes (y urgentes) van a seguir pendientes.

Y, claro, estamos comprobando ya, por mucha normalidad que se empeñe en mantener el señor Rajoy, que no es lo mismo pedirle iniciativas a un Gobierno que ahí estaba, con su mayoría absoluta, que a un Ejecutivo en funciones en el que ninguno de los ministros sabe si seguirá, ni por cuánto tiempo, en el cargo, comenzando por su propio presidente. Que, por cierto, se va convenciendo, a la vista de sus inútiles esfuerzos por llegar a un pacto estable de mayoría que le permita resultar investido, de que la repetición de las elecciones generales se presenta ‘a priori’ casi tan inevitable como la repetición de las catalanas. Sólo que, en su opinión, volver a convocar estas últimas puede ser bueno para el conjunto de España, mientras que repetir las primeras significa un fracaso colectivo. Y, desde luego, un riesgo cierto para las dos formaciones ‘clásicas’ del se quiera o no ya extinto bipartidismo.

Entiendo que los empresarios, comenzando por los del Ibex y acabando por la más pequeña de las Pymes, así como los emprendedores autónomos, todos, tengan los nervios a flor de piel: todos, para tomar iniciativas, necesitamos una mínima seguridad jurídica, unas reglas de juego claras. Y cuando el país muestra unas perspectivas radicalmente bifrontes --o el centro-derecha o la izquierda como posibilidades gobernantes--, esa seguridad jurídica, ese suelo estable que reclama el dinero, se tambalean. Por eso bajan las bolsas y va a comenzar a subir la prima de riesgo. Por eso hay muchos fondos de inversión que han puesto el cartel de ‘stop en España’...por el momento. Por eso las agencias de calificación empiezan a revisar las notas que nos hemos merecido.

Aunque creo, la verdad, que a veces corremos el riesgo de exagerar en la nota pesimista. Cierto que no estamos en nuestro mejor momento, pero España es un gran país que no va a tolerarse el hundimiento así como así, simplemente porque nuestros representantes no sean capaces de llegar a acuerdos para la gobernabilidad, lo que es ya una evidencia de su fracaso profesional. Empezamos a tener una Administración –aunque no haya sido, como convenía, suficientemente reformada—lo bastante eficaz y una sociedad civil lo bastante –aunque aún deje mucho que desear este capítulo—articulada como para podernos permitir el ‘lujo’ de mantener un Gobierno provisional durante unos meses. Claro que no es lo ideal, pero estamos, me parece, espero, ante una crisis de crecimiento. Creo que el Gobierno en funciones debe sacar fuerzas de flaqueza para impulsar esa ‘marca España’ que iba, poco a poco, funcionando no tanto por los esfuerzos oficiales cuanto porque los españoles mantenemos un comportamiento serio, cumplidor de nuestros compromisos y trabajamos con una productividad notable, lograda a costa de no pocos sacrificios. Esa debería ser la base para quienes quieren invertir en un país que, no lo dude nadie, tiene futuro. A pesar de todo, a pesar de muchos. Incluso a pesar de lo que digan Moody’s o Standard&Poor’s.

Parafraseando la ya célebre frase de un asesor de Clinton, aquella de “¡Es la economía, estúpido!”, me atrevería a decir que en muchos momentos me sitúo ante la necesidad de gritar “¡Es la incertidumbre, estúpido!”. Una incertidumbre que para nada, para nadie, es deseable que se prolongue a base de buscar alianzas ‘contra natura’, mayorías imposibles, soluciones inéditas en Europa –no, no miremos demasiado hacia Portugal, distinto aunque no distante. Y a Grecia, menos—, presuntas firmezas roqueñas, egoísmos partidistas y ocurrencias varias, que de todo eso está habiendo en esta viña del Señor en estos tiempos de zozobra.

- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'

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