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La alianza con Podemos no es un pacto de izquierdas

jueves 07 de enero de 2016, 18:53h
Más allá de las luchas intestinas dentro del PSOE, creo que su crisis refleja también un déficit conceptual y de sentido. Simplemente, dentro de este partido, hay mucha gente que no tiene claro que significa ser de izquierdas en el siglo XXI, comenzando por Pedro Sánchez y su bisoño equipo, que confunde la juventud etaria con la actualización teórica.

Por decirlo sintéticamente, ser de izquierdas en el siglo XXI consiste en saber cómo avanzar en la emancipación humana en las condiciones precisas de este comienzo de siglo. En el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo traducen en sus propios términos: la emancipación humana no sería otra cosa que el incremento del desarrollo humano sostenible, que incorpora tanto el desarrollo socioeconómico como el asentamiento de la democracia. Algún viejo socialista diría que eso no es tan nuevo: bienestar social para todos y sistema democrático para resolver las diferencias, es el binomio esencial de la socialdemocracia.

Impulsar ese binomio fundamental en el siglo XXI implica asumir las lecciones aprendidas que nos dejó el siglo XX. Una de ellas es que desarrollo social no es igual a crecimiento económico, pero que sin el segundo es imposible el primero. La siguiente lección es que la economía de planificación estatal no es alternativa al mercado, aunque no es la lógica de éste la que debe regir la sociedad. Una tercera lección es que el desarrollo humano es una moneda con dos caras: bienestar material y democracia política. Si alguna de ellas sucumbe no hay desarrollo humano. Y que eso es radicalmente válido para Haití lo mismo que para Cuba.

Desarrollar esas líneas gruesas daría para muchas páginas, pero en la actual situación de España, son suficientes para explicar la razón por la que es posible argumentar que una alianza con Podemos no es un pacto de izquierdas. Imaginemos que el PSOE sigue anclado en el viejo binomio socialdemócrata (que es mucho imaginar después de la desorientación impulsada por el indocumentado Zapatero) y que trata de llevarlo adelante. Pero una alianza con Podemos implica un acuerdo con una propuesta que nada tiene que ver con la izquierda, pero sobre todo que no ha aprendido un ápice de las enseñanzas del siglo XX.

Una ojeada a Podemos nos muestra que sus propuestas de bienestar social carecen de respaldo económico; que en su interior hay mucha gente que sigue pensando que es posible sustituir el mercado por la economía estatal; que piensa que lo crucial es el cambio social y la democracia es un instrumento accesorio. El otro día un diario matutino editorializaba sobre el silencio impresentable de Podemos ante las maniobras antidemocráticas de Maduro en Venezuela. Puede parecer chocante pero es completamente coherente. Para Podemos las reglas del juego sólo importan cuando favorecen, en caso contrario hay que saltárselas sin demasiadas congojas.

El problema del PSOE es que la mayoría de sus militantes tienen clara la naturaleza de Podemos. El propio Sánchez lo dejó patente en la campaña electoral: se trata de una fuerza populista que insiste en practicar la más vieja de las herramientas políticas, la demagogia.

¿Y con esa formación política se pretende hacer un pacto de izquierdas? Como es demasiado evidente la contradicción en los términos, cabe más bien preguntarse por qué Sánchez y su entorno insisten en proponer ese engendro.

Pues me parece que ello responde a una motivación multicausal. Por un lado, el encono de la política española, que sigue viendo a los contrincantes como enemigos. Por otro lado, la debilidad pronunciada en el PSOE, desde los tiempos de Zapatero, del sentido de Estado. Pero creo que en esta ocasión hay que agregarle un factor personal: el deseo irrefrenable de Sánchez de alcanzar el éxito (“en la política”, como le gusta decir). Todo lo anterior empuja al PSOE hacia una dinámica de alto riesgo, para sí mismo, pero sobre todo para el país, que es lo que realmente importa.

Desde esta perspectiva, me parece que todos los dimes y diretes dentro del PSOE son irrelevantes, incluyendo lo de las líneas rojas acerca del coqueteo de Podemos con el separatismo. Si el PSOE quiere mantener su esencia socialdemócrata, debe reconocer que un pacto con Podemos para alcanzar el gobierno, lejos de ser una iniciativa de izquierdas, es simplemente un disparate. Ahora bien, si tal cosa llegara a suceder no sólo sería responsabilidad de Pedro Sánchez y su círculo, sino de los líderes regionales que hoy le critican. Por ejemplo, de los Patxi López, que aceptaría en España una alianza con BILDU, sin ir más lejos. Las componendas en el Comité Federal podrían conducir a ese desaguisado. Sean claros, por favor. Desde una perspectiva de izquierdas, al PSOE sólo le quedan dos opciones: mantenerse en la oposición o encarar unas nuevas elecciones. Una alianza con Podemos tiene un nombre distinto: puro aventurerismo político.
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