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Crecen las voces contra el despropósito

martes 19 de enero de 2016, 18:33h

Tengo que reconocer que me ha reconfortado el contundente artículo de Antonio Elorza publicado en el diario El País este pasado martes. Porque resulta una potente voz que se suma al rechazo de esa arriesgada idea expuesta por Pedro Sánchez de que el PSOE no tiene más remedio que entenderse con Podemos. También porque lo hace a partir del examen riguroso acerca de la naturaleza de Podemos y su caudillo Pablo Iglesias, lo que conduce a preguntarnos si esa “inevitable” alianza puede calificase como un pacto de izquierdas.

Elorza demuestra con claridad el talante leninista de Iglesias. Pero una de las lecciones aprendidas del siglo XX es que Lenin tenía una concepción no democrática del Estado, que al mínimo deslizamiento llevaba a la dictadura estalinista. Ya hemos aprendido a dónde conducen las visiones finalistas e instrumentalistas de la democracia. Importa subrayar que Lenin también combinaba –como lo hace Iglesias- la rigidez sectaria con el discurso asambleísta: la dictadura del proletariado basada en los consejos obreros, que violaba la conquista democrática del sufragio universal (una persona un voto). Por eso no creo que esa mezcla leninista sea algo precisamente novedoso. En realidad es un regreso a los años treinta, que no es precisamente una década para repetir.

En esa dinámica instrumentalista la agenda social es la mejor moneda de cambio. Es algo que conecta con la gente que lo está pasando mal y permite una elongación infinita. Lástima que no sea sostenible si no se conecta con la recuperación económica. Porque si no existe esa conexión sólo hay dos caminos: la frustración de las promesas o el desequilibrio fiscal. Aunque también puede darse ambas cosas juntas, como sucedió con el desconocimiento de la crisis económica de parte de Rodríguez Zapatero. Es lamentable que el uso instrumentalista de la agenda social sea el punto de encuentro que está usando Pedro Sánchez para demostrar la compatibilidad con Podemos. En realidad, es una concesión a la demagogia lisa y llanamente.

El acierto de Elorza consiste demostrar que no es posible realizar alianzas a cualquier precio. En otras palabras, la naturaleza no democrática de Podemos es en sí misma una enorme línea roja. Y nadie debe cerrar los ojos a ese análisis, sobre todo si aparece como representante de una fuerza política socialdemócrata. Por eso resulta tan lapidaria la conclusión de Elorza. Después de haber aportado diversas pruebas del carácter no democrático de Podemos, concluye: “A Pedro Sánchez no parece preocuparle. Nada salvo su victoria pírrica parece preocuparle”. No es posible decirlo más claro. Déjenme insistir solamente en que si el despropósito de Sánchez sigue adelante, serán tan responsables como él los barones que hoy le critican pero silencian lo que piensan porque se dejan arrastrar por el miedo a perder votos frente a la demagogia de Podemos. Luego no valdrán el arrepentimiento tardío ni el rasgarse las vestiduras.

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