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De señorías y colegas

lunes 01 de febrero de 2016, 09:13h

El parlamento español ha abierto sus puertas en esta XI Legislatura de España y salvo los ujieres que visten igual desde tiempos inmemoriales, ya nadie viste una indumentaria uniforme y no me refiero a aquella de camisa azul y chaqueta blanca que portaban los procuradores en Cortes de la época franquista. De aquellas imágenes de la apertura de la primera legislatura democrática en 1977 tras el fin de la dictadura, recuerdo que la única nota discordante pero que daba colorido al acto, era aportada por el genial poeta Rafael Alberti con aquella americana cruzada de color marino mezclada con paño de color azul pálido, que había adquirido para la ocasión en una tienda del romano barrio del Trastévere donde él habitaba. Para dar más realce a su vestimenta, una corbata de fondo azul oscuro con círculos rosas, llamaba la atención entre tanta discreción de corbata impersonal que llevaban la casi totalidad de diputados, y donde hasta el propio Felipe González había dejado por una horas el traje de pana y se vestía como entendía que merecía la ocasión, como un claro gesto de acatamiento a las normas no escritas de un parlamento respetuoso con sus tradiciones.

Diez legislaturas después, rastas, sudaderas, calzado deportivo y pantalones vaqueros forman parte del paisaje del hemiciclo. Lejos quedan los tiempos donde el presidente del Congreso José Bono, realizara una proclama al decoro en cuestiones de vestimenta en el interior del hemiciclo, siendo capaz de llamar al orden en público al entonces ministro de Industria Miguel Sebastián durante un Pleno, por acudir al mismo sin corbata. El actual presidente Patxi López, ya se ha adelantado a confirmar que no tiene intención alguna de inmiscuirse en la indumentaria de los diputados, como no podía ser de otra forma.

Asistimos a tiempos donde el protocolo se va relajando y las modas marcan tendencia. Ahora cualquier alto ejecutivo de una compañía tecnológica, debe vestir a lo Steve Jobs o Mark Zuckenberg con la camiseta por bandera, pues cualquier osado que porte corbata, será considerado representante de una generación obsoleta. Yo como mis padres me inculcaron que tenía que vestir conforme a las exigencias del protocolo del lugar a donde fuere, si algún día voy invitado al Congreso de los Diputados y para no desentonar con nuestros representantes, tendré mis dudas entre ir de compras a Alcampo o a cualquiera de las tiendas de la calle Carretas para no sentirme desclasificado del todo en ese maremágnum de indumentarias.

Los descamisados, cuyo término tanto enalteció la mítica Evita Perón en sus mítines, están en el Congreso y han venido para quedarse y de paso a conmocionar a personajes como Celia Villalobos, esa mujer que dejo la carrera de derecho a medias, para convertirse en una compulsiva jugadora del Candy Crash y que se atreve a cuestionar las rastas de Alberto Rodríguez un titulado superior y diputado de Podemos, el mismo que dejó con cara de asombro a Rajoy, Jesús Posadas y seguramente a muchos diputados más, cuando traspasó con singular naturalidad la puerta de entrada al hemiciclo, como quien va en busca de los colegas para pasar un buen rato entre ellos, pues había quedado con Carolina y su bebé y los compis de partido, que dejaron los abrigos en los sillones. Sorprende que nadie en tan señalado día, tuviera la gentileza de indicarles donde estaba el guardarropa y por lo que sabemos, tampoco el servicio. Tanto quejarse de falta de protocolo del partido morado y nadie cumplió con la obligación de hacer los honores de invitado como mandan las normas de cortesía a aquellos altos representantes de la ciudadanía.

Pero si bien las formas ya no deben ser cuestión prioritaria de debate, ahora queda por saber el tono en que se dirijan los diputados entre sí, que intuyo estará más próximo al de un dialogo cercano y fácil de comprender, que al utilizado convencionalmente en términos de cortesía parlamentaria, donde utilizan el tratamiento de su señoría, si bien en su interlocución no escatiman calificativos feroces, eso sí, dicho con respeto (al menos eso dicen) y sin acritud, como decía un viejo dirigente socialista, que ahora proclama un gobierno de coalición contra natura.

Se vivirán debates encendidos donde el verbo fluirá con vehemencia y los ciudadanos agradeceremos, pues así podremos evaluar la verdadera entidad de nuestros representantes. Debutaran los nuevos partidos que ocupan escaños donde antes las mayorías no dejaban hueco y sus líderes entraran en el cuerpo a cuerpo como nunca antes se había escuchado en el histórico edificio del Palacio de la Carrera de San Jerónimo desde la restauración democrática, pero lo que de verdad me puede dejar al borde del estupor, es ver la cara de Pablo Iglesias, cuando Rajoy le increpe diciéndole “su señoría”. Ese momento histórico, prometo que lo grabo.


José Joaquín Flechoso Sierra
Colaborador en medios de comunicación relacionados con tecnología
Director de una sesión mensual de networking donde entrevisto s diferentes personajes del mundo empresarial, administración, cine o moda entre otros.
Articulista sobre temas de actualidad política en diversos medios digitales

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