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Los Días de Pedro

jueves 04 de febrero de 2016, 14:46h
Son sus días. Ya estamos en el tiempo de Pedro. El de Rajoy se ha acabado aun cuando el PP y el propio Rajoy no desistan de poder formar Gobierno en todo un alarde de voluntarismo que a ningún sitio conduce. Ya estamos en otro tiempo y con un protagonista que parece salido de las aguas. En apenas unas horas se ha revestido de presidente. Lleva la iniciativa y eso le hace sentirse seguro ante los ciudadanos y, sobre todo, ante su propio partido. Pedro Sánchez quiere ser Presidente del Gobierno pero desea mucho más conjurar las batallas internas y el 8 de Mayo ser reelegido como secretario general del PSOE. Su reto tiene muchos frentes.

El Congreso se ha convertido en su despacho y por él van desfilando todos aquellos con los que él considera pueden, en primera instancia, apoyar su investidura. Tenemos que armarnos de paciencia. El proceso en el que se ha embarcado el candidato socialista es tan alambicado que mejor no hacer pronósticos. Para saber como van a finalizar estos días de Pedro con quien hay que hablar es con Pablo Iglesias. Cuando fue el tiempo de Rajoy con quien había que hablar era con Pedro Sánchez. Sin Pedro, Mariano nada podía y Pedro sin Pablo nada va a poder. Entre ambos, Albert Rivera que, inflado de un entusiasmo necesario pero difícil de compartir, juega a la gran coalición. Lo mismo que Rajoy pero con la diferencia sustancial que en la coalición de Rivera le tocaría al PP abstenerse y eso, seguro, no va a ocurrir y es que además, Pedro Sánchez no lo quiere.

Está fuera de toda duda que Pedro Sánchez quiere gobernar pero no es tan seguro que el objetivo último de Iglesias consista en ser vicepresidente del Gobierno, cargo para el que se autopostula poniendo así palos en la rueda de un eventual acuerdo. ¿Quiere Iglesias asumir responsabilidades de Gobierno o quiere el poder de la izquierda?. La respuesta más lógica es que quiere las dos cosas: ser vicepresidente y engullirse al PSOE.

Pedro Sánchez tendrá que calibrar la autentica voluntad y disposición de quien le resulta imprescindible para no morir -políticamente, se entiende- en el intento. La apuesta de Rajoy estaba en manos del PSOE y la de Sánchez en manos de Podemos. Nos esperan días interesantes, pero las matemáticas son las que son y muchos en el PSOE se pasan el día echando cuentas en la esperanza de que estas no cuadren. Mientras tanto, silencio. Ese silencio espeso parecido al que se produce en la familia que espera el final de una delicada intervención quirúrgica de uno de sus miembros. Quienes en silencio esperan noticias del médico dan tiempo al tiempo, pero como los días de Pedro no den resultados; es decir, no den como fruto un Gobierno asumible vendrá la gran tormenta socialista. Hasta ahora ha habido jugaditas, pellizcos de monja y poco más. Y ahí está Pedro Sánchez que con extraordinaria audacia ha sabido sortear las piedras del camino. Si la jugada final le sale bien, los críticos pasarán a mejor vida. Será reelegido secretario general y, ya verán, los críticos de hoy pasaran a engrosar las filas de eso que se llama "vieja política".

Como esto va de "jugadas", no de ser una autentica "jugada" que Sánchez ahora quiera hablar con el PP al que de manera deliberada ha metido en el mismo saco que a los independentistas. A todos les va a decir que no está de acuerdo con sus proyectos y nada les va a pedir. Está claro que con el PP ni ha heredar. No es necesaria tanta escasez de tacto, de elegancia política para lograr un objetivo tan legitimo como es el intentar formar gobierno. Antes de pisar Moncloa -si algún día la pisa- Pedro Sánchez está cometiendo el mismo pecado que atribuye a Rajoy. Son más de siete millones de ciudadanos españoles los que se sienten despreciados y maltratados. Dice que les respeta, como respeta a los de ERC con la pequeña diferencia de que los primeros no quieren trocear España y los segundos están en ello. Rivera ya puede hacer el pino que le va a dar igual.
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