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1996: Cómo negociamos la primera investidura de Aznar hace 10 años

viernes 05 de febrero de 2016, 10:12h

El domingo 3 de marzo de 1996 fue el de la sonrisa congelada. Todo estaba preparado en el edificio de la calle Génova 13 de Madrid. Un amplio balcón hecho de mecanotubo iba a servir de plataforma para que saludara el nuevo presidente Aznar a sus fieles, que comenzaban a llenar la calle a partir de las siete de la tarde. El Partido Socialista, según las encuestas, iba a sufrir, tras catorce años de gobierno, una sonora derrota. Los escándalos del GAL, Mariano Rubio, Roldán, Filesa, Ibercorp, Perote, Garzón, Cesid y fondos reservados iban a dar una histórica victoria a la derecha española, que había hecho una campaña a tumba abierta. En la calle comenzaba a sonar aquel infame pareado de “Pujol enano, aprende castellano”. Banderas preconstitucionales empezaban a dejarse ver y el entusiasmo crecía hasta que los primeros resultados indicaban que no se iba a producir ninguna mayoría absoluta. El PSOE resistía y si el PP deseaba gobernar tenía que pactar con los partidos nacionalistas. El sonsonete contra Pujol fue acallado, las banderas fueron arriadas mientras Aznar tragaba saliva y aparecía confuso. Sus fieles escuderos, Álvarez Cascos, Rato, Trillo, Rajoy, Arenas, y su esposa, Ana Botella, ponían cara de circunstancia. Trillo contaba posteriormente que yendo en coche con Rato escucharon una primera valoración de Arzalluz que decía: “parece que el PP ha ganado las elecciones. No tiene mayoría pero a Aznar le toca formar gobierno”. Se miraron y comentaron que aquella verdad de perogrullo dicha por el presidente de un partido nacionalista tenía mucha enjundia y se lo comentaron a Aznar cuando llegaron a la sede del partido. Tras esto salieron al balconzuelo. Álvarez Cascos, por entonces secretario general del PP, saludaba con entusiasmo junto a José María Aznar. Hacía tiempo que había esperado ese momento y como hombre de poder sabía que había que moverse de forma rápida.

Al final de la noche, el Partido Popular con 9.224.696 votos y el 37,19 por ciento del censo electoral obtenía 156 escaños. Le faltaban veinte para la mayoría absoluta. El PSOE de González, que veía en aquellos resultados una “dulce derrota”, había obtenido 7.894.535 votos, el 31,83 por ciento del censo y 122 escaños. La Izquierda Unida de Julio Anguita con 2 342 789 votos había salvado los muebles y obtenido nada menos que 19 escaños. El Partit dels Socialistes de Catalunya que sumaba sus votos al PSOE saldaba su resultado con 19 escaños. Convergencia i Unió, otros 16. El PAR y UPN, que habían ido con el PP, sumaban para Aznar 8 escaños. En el PNV seguíamos en los cinco tras nuestra división aunque con tendencia al alza y habiendo obtenido el escaño de senador por Gipuzkoa para Xabier Albistur. Iniciativa per Catalunya sumaba sus dos escaños a IU. Coalición Canaria irrumpía con cuatro. El Bloque Nacionalista Gallego, con dos. Herri Batasuna obtenía otros dos, aunque nunca acudió al Congreso. Esquerra Republicana volvía a sacar cabeza con uno. La Unión del Pueblo Navarro sumaba otros dos al PP. Eusko Alkartasuna elegía a Begoña Lasagabaster y Unión Valenciana volvía a lograr que José María Chiquillo fuera su diputado.

La suma de todos estos escaños daban los 350 del Congreso y la suma de todos los votos socialistas los hacían perder tan sólo por trescientos mil votos ante el PP. Era una derrota por puntos a pesar del pésimo escenario que había supuesto aquella corta legislatura de tres años. Para mortificación del PP, el PSOE había ganado en Andalucía.

REUNIÓN CON RATO

El PP tuvo que metabolizar sus resultados. No le fue fácil. En 1993 creyó haber ganado y no lo había logrado. En 1996 soñó con la mayoría absoluta y aquel resultado les indicaba que tenían que pactar con los odiosos nacionalistas a los que habían zaherido duramente en la campaña. Empezamos a ser no tan desestabilizadores, cutres e insolidarios. Comenzamos de la noche a la mañana a “enriquecer la pluralidad”.

Al día siguiente, lunes, teníamos ya el primer contacto. Aznar llamaba a Arzalluz y el portavoz del PP, Rodrigo Rato, me llamaba a mí. Aquello parecía moverse. Y como consecuencia de aquel primer contacto, el jueves 7, tuve que ir a Madrid al edificio de “Cortes, nueve” donde tanto el PP, como el PSOE, IU y el PNV teníamos la sede de nuestros grupos parlamentarios.

Había una gran expectación. Bajé de mi despacho del segundo piso al primero, donde Rato tenía el suyo. Me recibió con una sonrisa de oreja a oreja como hacía tiempo no se la veía. Al darme la mano le pregunté si en la misma tenía sólo alpiste o alguna pepita de oro. “¡Es que antes no tenía nada que ofrecerte y ahora sí!”, me contestó. Tras las ironías previas le dije que le entregaba nuestro programa electoral ya que ése era nuestro compromiso con los electores y que todo partido desea lograr cumplir lo más que se pueda de dicho contrato. También le recordé la campaña y la precampaña así como el intento de satanización que habían hecho de los nacionalistas y la continua superficialidad con la que habían abordado el conflicto vasco. “Rodrigo, a pesar de que no andamos con el cuchillo entre los dientes, te tenemos que decir que no somos amnésicos”, le dije. Rato había comido y cenado los días previos con los representantes de CiU y de Coalición Canaria ya que en aquel momento lograr un acuerdo con ellos era su máxima prioridad. “Es decir que con CiU y CC comes y cenas y a nosotros ni nos das un vaso de agua. ¿Tú crees que puedes lograr algo de los vascos en estas condiciones?”, le espeté con el mismo humor socarrón con que él trata a la gente. Se rió y me dijo que era urgente que Arzalluz se entrevistara con Aznar. En esa reunión logramos un primer acuerdo que tenía su importancia y que era que todos los grupos de la Cámara estuviéramos representados en la Mesa del Congreso y en la del Senado. Aquello no era poco.

Me dijo que teníamos que mirar al futuro, no revolver el pasado, y buscar acuerdos. Me insinuó la entrada del PNV en el primer gobierno Aznar. Y como por aquellos días se hablaba mucho de López Arriortua le dije que si a este profesional lo designaban ministro de Industria iba a poner a la industria española a valer. Tras un primer sí, comentó: “¿Y si de verdad lo pone todo patas arriba? Mejor un político, que sabe que el arte de lo posible es lo que se impone, y no las genialidades”.

“Nuestro NO a la investidura de Aznar lo tienes seguro. Trabájate la abstención”, le dije en la despedida que auguraba una negociación larga, complicada y a varias bandas.

Ese día comí con representantes de Coalición Canaria. Estaban Victoriano Ríos, José Carlos Mauricio y Adán Martín. Yo fui con el ex diputado Ricardo Ansotegi, que en aquel entonces era el secretario de la ejecutiva del PNV.

Coalición Canaria estaba eufórica por los cuatro diputados que había obtenido ya que rompía la inercia de tener siempre un solo diputado y que ese diputado fuera el clásico Luis Mardones. No querían que se les metiera el PP en su feudo isleño. A cambio les darían su concurso en Madrid. Y nos pedían apoyo para lograr formar un grupo parlamentario propio ya que les faltaba un diputado.

Dentro del PP comenzaban a cambiar el chip. El senador popular López Henares llamó expresamente al senador del PNV Imanol Bolinaga diciéndole que en su grupo estaban deseando que el PNV entrara en una fórmula de apoyo al Partido Popular. Sin embargo, mientras esto ocurría, el PSOE comenzaba a darse cuenta de que lo de la “dulce derrota” si se quitaba lo de dulce, se quedaba en derrota. De ahí que el viernes 9 me llamara Joaquín Almunia, que era el portavoz socialista. Quería saber lo que había dado de sí la primera reunión con Rato. Ellos, lógicamente, tenían el criterio de no apoyar a Aznar pero deseaban saber qué íbamos a hacer nosotros. Le dije que estábamos muy al principio de un largo y complicado camino pero que entendiera que nosotros queríamos completar un Estatuto al que ellos no habían movido ni en una coma.

El sábado 10 de marzo hubo una manifestación contra ETA en San Sebastián. Con los ojos de hoy resulta increíble que fuéramos hablando toda la manifestación con Enrique Múgica, que no hizo más que darnos jabón en todo el trayecto, así como con un Mayor Oreja que me dijo que Rato le había comentado que el primer contacto con nosotros había ido bien.

EL PP NOS DA UN DOCUMENTO QUE NO DECÍA NADA

El lunes 12, Aznar llamó a Xabier Arzalluz. Le dijo que quería verle. Arzalluz le contestó que sí pero que sería mejor que previamente personas de ambos partidos prepararan el terreno. Acordaron promover una primera reunión negociadora.

Ese día llamé a Josep López de Lerma, diputado de Convergencia. Quería saber lo que se cocinaba en Cataluña. Me comentó que estaban molestos con Joan Rigol ya que se había lanzado a proponerse como candidato a la presidencia del Senado y que, en una reunión que habían tenido en Convergencia, de 44 intervenciones que se habían producido sólo siete estaban a favor de pactar con el PP. Como mucho propiciaban la abstención ya que la reciente historia pesaba mucho. “Nada de media zanahoria. O la zanahoria completa o nada -me dijo con gracia-. Estamos hartos de ser la "Puta y la Ramoneta". Además los había llamado un antiguo miembro del PP y les había dicho que no se fiaran de Aznar. Arzalluz por su parte había hablado con Emilio Ibarra. El BBV quería un gobierno fuerte y le invitaba a pactar con Aznar. El martes 12 hablé con Rato para confirmar una comida en Madrid entre el PNV y el PP. La conversación Aznar-Arzalluz había dado su primer resultado.

Ese día por la noche me fui con Arzalluz a Burgos para cenar en el restaurante Landa con Duran y Sánchez Llibre de Unió Democrática de Catalunya. Iban camino de Oviedo. Tenían interés en que estuviéramos en el Pacto y nos decían que no querían estar solos en aquella aventura. Les dimos la idea, obvia por otra parte, de que negociaran con papeles y por áreas. Ellos querían completar su estatuto, arreglar la financiación, poner coto al Ministerio de Cultura y renegociar leyes orgánicas que habían ido laminando el Estatuto de Sau. Al parecer, Rajoy se había puesto en contacto con Cullell y esto había molestado a Molins, mientras Miquel Roca hablaba del partido transversal. Ese día ganaba el equipo Taugrés y, como Duran había dicho que se reunía en Burgos con el PNV, la nube de periodistas fue espectacular aunque no se llevaran nada al colmillo, ya que sólo había sido un encuentro sin más. Pero era tal la expectación ante la formación de gobierno y ante los rumores de que el PSOE podía también formar su mayoría que cualquier cosa que se hiciera contaba con una expectación inusitada. Aquella rueda de prensa en el patio del Landa, con importantes periodistas llegados de Madrid y rodeados de los carromatos de la exposición del hostal, fue bastante surrealista, pero el interés informativo mandaba.

Así las cosas, llegó el jueves 14, día en el que fuimos a Madrid, Ansótegi, Ollora, Ibarretxe, que era el vicelehendakari del gobierno de Ardanza, y Egibar. Paramos en la autopista en un sitio que se llamaba Milagros. Nos sacamos una foto comentando que igual se producía el milagro, aunque lo veíamos difícil.

Nos habíamos citado en el restaurante de un donostiarra cerca de Génova, 13. El Lur Maitea. Curiosamente ese día había una comida de periodistas económicos e incluso estaba allí con su familia Iñaki Gabilondo, que lógicamente nos vio, y a quien saludamos antes de pasar al reservado. Al poco llegaron Rato, Montoro, Rajoy y Mayor Oreja. Era la primera reunión formal del PNV con el PP. Tras las bromas vimos que venían con las manos en los bolsillos. Sin ningún papel. Rajoy, con un inmenso puro. Oreja, en actitud simpática y conciliadora. Montoro, en clave técnica. Rato, socarrón.

Hablamos de todo sin concretar nada. Aquello parecía una tertulia más que un primer escarceo negociador. Nos preguntábamos si era porque el PP quería, antes de nada, cerrar el acuerdo con CiU y CC sin comprometerse previamente con el PNV o era que su inexperiencia en la acción de gobierno los tenía sin datos y sin saber exactamente de qué se estaba hablando.

Rato habló del Pacto de Toledo, estabilidad, convergencia europea, presupuestos y déficit público. Tenía como objetivo que el gasto no creciera y apostaba por las privatizaciones y la modificación tributaria. El portavoz del PP tenía las ideas claras en relación con la actualización de balances, la inversión pública a realizar, la adecuación de la Formación Profesional, el trato con los sindicatos, la bajada de los tipos de interés, la necesidad de asentar la recuperación económica y la apuesta por las PYMES. No entró en detalles aunque su disertación fue la voz cantante. Parecía más la descripción de un programa electoral que la de un acuerdo de gobierno. Rajoy, por su parte, nos habló de temas sectoriales y competencias autonómicas. Comentó su teoría de la Administración Única y la posibilidad de la transferencia de Puertos y Aeropuertos. Le preguntamos por su criterio sobre la transferencia del transporte mecánico por carretera. Confesó que no tenía ni idea de lo que le hablábamos.

A Juan M. Ollora le interesó poner sobre la mesa el asunto de la pacificación declarándose él previamente soberanista, cuestión ésta que a Mayor Oreja casi le provoca un ataque de hipo; pero Ollora no logró que entrara a discutir este asunto.

Por su parte, Cristóbal Montoro entró a esbozar asuntos relacionados con el paro, la necesidad de una reforma de la Seguridad Social, y la apuesta por una economía productiva. Rato, como jefe del grupo, terció para responderle a Ollora sobre la Formación Ocupacional, las infraestructuras y las políticas de empleo. Y como yo le había dicho que del NO podíamos ir a la abstención nos preguntó qué había que hacer para pasar de la abstención al SI. Nosotros a esa pregunta no le dimos respuesta ya que veíamos que iban sin papeles y que aquello era un simple escarceo. Por eso le preguntamos qué modelo de negociación querían, dónde deseaban focalizar la negociación y si estaban dispuestos a comenzar a intercambiar documentos y papeles.

Como era de esperar, los periodistas se habían pasado la voz y a la salida teníamos a decenas de ellos. Nos vimos en la necesidad de informarles. Sólo pudimos decirles que estábamos en el punto cero de la negociación, y esa noche nos quedamos en Madrid para hablar en nuestro despacho con los dirigentes de Unión Valenciana, que deseaban seguir de cerca la negociación del PNV con el PP. Ellos electoralmente habían aguantado el tirón a pesar de todos los inconvenientes y asedios que habían sufrido por parte del PP. Asimismo me llamó Joaquim Molins, portavoz de CiU, que deseaba conocer cómo iban aquellas reuniones. “Joaquim, de momento cero patatero”, le contesté. “Como nosotros”, comentó. Otra llamada fue la de María Antonia Iglesias, jefa de informativos de TVE. Su equipo estaba en una incómoda situación pues sabían que el Partido Popular tenía como uno de sus principales objetivos entrar en aquella casa a la manera de Atila, como al poco sucedió. Acabé la noche hablando con Xabier Arzalluz. Éste deseaba conocer si el tema de la violencia había sido el eje principal de la conversación. Le dije que no, pero no por culpa nuestra, sino por responsabilidad del PP, que no quiso entrar en este asunto.

Y seguimos con nuestros contactos. Al día siguiente, viernes 15, lo hicimos con Xose Manuel Beiras y dos diputados del BNG. Le regalé el libro Castelao y los Vascos que en su día había editado y dimos una rueda de prensa. Comenzaban a querer mantener una mayor relación con el PNV y no tanto y en exclusiva con EA. Y como la clave de aquella negociación con un partido como el PP era que los responsables del PNV, en todos sus niveles, estuvieran muy informados de todo lo que hacíamos, llegamos a Bilbao por la tarde para acudir a una Asamblea Regional en Bizkaia donde dimos cuenta de aquellos primeros pasos. No hubo una sola pregunta. La gente entendía lo que hacíamos. Y no era fácil.

Aquel domingo, contra todo pronóstico, Pujol se entrevistaba con Aznar por espacio de cuatro horas y eso que previamente habían dicho que no se iban ni a ver. El honorable le entregó a Aznar un documento con sus pretensiones mientras Felipe González en Linares decía que volvería en dos años. “Vamos a ver un gobierno que no gobierna y que nos va a devolver la mayoría”. Ese día Borrell anunciaba que estaría vigilante ante el pacto con los nacionalistas. “El Estado no puede ser lo que queda -dijo Borrell- después de haber atendido las peticiones de todos, en función de la fuerza relativa que puedan tener en un momento coyuntural los nacionalistas que ven al Estado de forma muy particular”. Pero todo eso no fue lo más llamativo, sino unas declaraciones de Jaime Mayor Oreja alabando nuestro seny. ¡Quién te ha visto y quién te ve!

Aquel lunes 18 de marzo de 1996 trabajamos en el documento que íbamos a presentar en el Euzkadi Buru Batzar para ser discutido y aprobado. Había expectación por aquel documento. Ese lunes, Aznar daba cuenta en rueda de prensa de su entrevista de la víspera con Jordi Pujol y del documento que éste le había entregado. Sorprendentemente piropeó a Arzalluz por la entrevista que éste había concedido el domingo anterior al Diario Vasco.

Por la tarde, en la reunión de la ejecutiva del PNV, el secretario Ansotegui había llamado al vicelehendakari Ibarretxe para que acudiera a la reunión. Hubo un buen ambiente. Se puso el texto sobre la mesa y se introdujeron algunas nuevas iniciativas, se aprobaron otras y se abrió como una especie de buzón de sugerencias. Los tres diputados generales de Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, Bergara, Ormazabal y Sudupe respectivamente, habían enviado sus observaciones así como los bacaladeros, la industria ferroviaria, los saharauis, y un número muy variado de colectivos. Estando en ello, Aznar llamó a Arzalluz. Lo había hecho también por la mañana pero Arzalluz no se había puesto. Quería tener las cosas más claras.

Arzalluz me pidió que le acompañara a su despacho. Puso el altavoz, diciéndoselo. Aznar le comentó que quería enviarle el do¬cumento que el PP había entregado a Pujol. Arzalluz le contestó que mejor era hablar directamente y que hubiera menos papeles. A Aznar le pareció bien la idea y quedaron para el jueves siguiente. Los dos quedaron en que la reunión fuera discreta. Aznar le dijo que le había piropeado en la rueda de prensa por la entrevista que había concedido al Diario Vasco y le comentó que se iba a Valencia a ver las Fallas.

Ese lunes, Rodrigo Rato se había entrevistado con Pilar Rahola de ERC y con el Bloque Nacionalista Galego. Los dos dijeron que votarían en contra. En aquellos momentos el PP guardaba las formas y llamaba para hablar a todo el mundo. A mayor abundamiento, Aznar, en la citada rueda de prensa, había dicho que el pacto con los nacionalistas no supondría ningún problema para la cohesión nacional y social, y el colmo de la virguería fue la de Mayor Oreja, que dijo una de esas frases redondas que hoy ya la habrá borrado definitivamente de las hemerotecas: “el pacto con los nacionalistas centrará definitivamente al PP”. Es decir, estábamos legitimándolos.

Mientras, los socialistas, con un gobierno en funciones, esta¬ban nerviosos. Me llamó Alfredo Pérez Rubalcaba. Quería saber qué pasaba y si la negociación avanzaba. Le noté tenso. Era ministro de la presidencia y portavoz del gobierno. Como he narrado, los socialistas habían hecho declaraciones aquel fin de semana. González, agradeciendo en Linares a la militancia socialista el trabajo realizado. Borrell, Bono y Rodríguez Ibarra, avisando que había que vigilar el acuerdo con los nacionalistas. Justo lo mismo que hacía tres años había dicho el PP refiriéndose al PSOE. Alfredo Pérez Rubalcaba me decía que en cuanto asomaban las orejas se las cortaban. Estaban bajo la ola. Le dije que la negociación iba de la misma manera que con ellos. Es decir, mal.

Almunia, que no me había llamado en ocho días, lo hizo aquel lunes. Quería saber asimismo qué pasaba. Querían empezar a sacar la cabeza de debajo del agua y comenzaban a estar inquietos ante la posibilidad de un acuerdo del PNV con el PP. “El PP quiere La Moncloa, la relación con Kohl, el PER y TVE”, comentaba gráficamente. Para completar, aquel lunes tan cargado, al final de la tarde nos llegó el tocho del PP anunciado por Aznar con sus propuestas, por cierto muy genéricas y tibias. Se podían haber ahorrado el esfuerzo. Aquel documento defraudó. Y, para colmo, ETA hizo acto de presencia con un bochornoso comunicado reivindicando los asesinatos de Tomás y Valiente y Fernando Múgica mientras culpaban al PNV de casi todo. Nada nuevo.

El día de San José fue fiesta en Madrid, pero no en Barcelona ni en Bilbao por lo que Arzalluz llamó a Jordi Pujol. Al ir a la oficina me encontré con un antiguo senador del PNV, Iñaki Aguirre. Me dijo que en la negociación había que poner en el frontispicio lo que le habían dicho a Clinton: “Es la economía, imbécil”. Ese día me hizo gracia que el secretario del EBB me dijera que su hija había escuchado la víspera el programa nocturno “La Linterna” y en aquella tertulia habían hablado bien de nosotros por primera vez en la vida. O ellos o nosotros debíamos estar equivocados.

A pesar de ser festivo me llamó Rodrigo Rato. Quería saber el texto de nuestra propuesta y le dije que al día siguiente se la entregaría en su despacho, como así fue. Rato me dijo que tenían reunión de la ejecutiva y necesitaba tener un texto para empezar a trabajar. Le recordé la necesidad de hablar de nuestra presencia en el Consejo General del Poder Judicial. Queríamos que fuera Emilio Olabarría pero le veían un perfil demasiado político. “Claro -le dije-, es que todos los que presentáis el PSOE y vosotros son espíritus puros, asexuados y habitantes del limbo”.


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