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El cuarto de hora de Pedro Sánchez

viernes 05 de febrero de 2016, 15:13h
Aparece radiante, todo sonrisa incontenible, abandonado el gesto adusto de los últimos días, cuando tuvo que soportar las arremetidas de barones y baronesas, para contarle al mundo la gran noticia: el Jefe de Estado, su Majestad el Rey de España, Felipe VI, le ha encargado a él que trate de formar Gobierno. A él, un político nobel, no muy documentado ni experimentado, que “se metió en política”, como gusta decir, en busca de un espacio como cualquier otro en el que triunfar con sus propias dotes, una buena planta y un cierto desparpajo; a él, que ha conocido el sabor de la derrota, que sabe lo que es eso de volverse para la casa porque no le fue bien en la arena política municipal, y que, empujado por esa sana ambición, no dejó pasar la oportunidad de resarcirse optando por la secretaría general de un partido que no andaba muy sobrado de líderes solventes.

Y después de dar la gran noticia llega el momento de regodearse con el reflejo informativo de los medios. Sobre todo de ese tipo de periodismo que se deja arrastrar por el aquí y ahora, que trata de adornar la última hora, de florearla, de ofrecerla del derecho y del revés. Un buen resumen de medios que habrá que guardar para la posteridad y no las notas de esos periodistas o esos medios cargantes que se empeñan en mirar por encima de la coyuntura inmediata, como si disfrutaran en recordar que detrás hay un futuro lleno de incertidumbres.

Al día siguiente todo son mieles. Reúne a sus huestes parlamentarias y se deja aplaudir apaciblemente. Luego les explica que tienen por delante una histórica tarea, la de comenzar a consultar con unos y otros para ver cómo se presenta el panorama de negociar alguna fórmula de gobierno. Claro, eso no se lo encarga a los más dotados, sino a los más próximos, a su guardia de confianza, faltaba más. Pero el momento se presta para ser amplios y generosos: no caigan en provocaciones, si alguien les trata con altanería o les proponen cosas inasumibles, ustedes con flema británica, siempre muy respetuosos.

Pero a poca distancia, en otra de las salas del Congreso, el funcionario en funciones, el hombre que hace del arte de resistir su máxima política, también ha reunido a sus filas, para decirles tranquilos muchachos (y muchachas) que aquí no pasa nada, o al menos nada que no esté previsto y calculado. Dejen que este muchacho insolente goce de su cuarto de hora de gloria, que luego llegará nuestro turno. Y les explica las varias modalidades de la jugada. La primera, que es la más probable, es que toda esta gozadera mediática de Sánchez acabe en un estrepitoso fracaso y al final no tenga más remedio que venir a entenderse con nosotros, que para eso tenemos un tercio del Congreso y la mayoría absoluta del Senado. No hay nada importante, y menos aún la archiprometida reforma constitucional, que pueda hacer sin nosotros. Así que tranquilos. Y cuando venga adelantando a regañadientes su mano tendida, entonces le devolveremos su NO insultante y nos vamos a nuevas elecciones, donde todas las encuestas dicen que saldremos bien parados. Claro, hay otra modalidad, que consiste en que este irresponsable forme finalmente un gobierno a la griega, con populistas y nacionalistas. Pero entonces vamos a disfrutar bastante cociéndolo en su propia salsa, no dejándolo gobernar y mostrándole a ese electorado ingrato que no ha sabido entender por qué teníamos que hacer sacrificios, la verdadera naturaleza del progresismo leninista. Ese gobierno no duraría ni un año, estrujado entre sus socios radicales y el dique de la Unión Europea, que insiste reiteradamente en la necesidad de que España haga más recortes. Y entonces regresaríamos nosotros, los resistentes, en olor de multitudes, quien sabe si renovando la mayoría absoluta. Sí, es cierto que es una pena que el país tenga que atravesar este trago, pero en el fondo así lo ha querido, se merece pasar por este susto llamado Sánchez. Porque lo que el Partido (popular) no va a hacer de ninguna manera es llenarse hasta las cejas de sentido de Estado y apoyar cualquier otra forma de gobierno que no pase por Mariano Rajoy. Así que tranquilos todos, solo tenemos que resistir y dejar pasar este amargo cuarto de hora de gloria de nuestro pretencioso oponente. El futuro, asegura el funcionario, sigue en nuestras manos, a menos que lo hagamos condenadamente mal.
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