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'Sócrates, la verdad y la razón’
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'Sócrates, la verdad y la razón’

domingo 07 de febrero de 2016, 18:54h

El pasado verano en el Festival de Mérida, se estrenó ‘Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano’ bajo la dirección de Mario Gas y ahora puede verse en Madrid en la Sala Fernando Arrabal del 5 al 28 de febrero. Alberto Iglesias y el mismo Mario Gas han escrito este texto, inédito, absolutamente brillante y lleno de fuerza y emoción sobre la muerte de Sócrates en el año 399 a. C., a partir de la obra de Platón, Diógenes Laercio y con la mayor parte del mismo salido de la pluma de los dos dramaturgos.


La tragedia es una denuncia contra la manipulación de la democracia por parte de unos pocos, a quienes importa más mantener una situación que aceptar la verdad. Sócrates, interpretado por un magnífico José María Pou, que por el contrario, prefiere la muerte antes que doblegarse ante la manipulación y el interés del poder establecido, y pone la verdad y la coherencia personal como valores supremos.


José María Pou es un Sócrates orgulloso, burlón, directo, soberbio, arrogante y coherente hasta el punto de preferir la misma muerte que aceptar un rescate económico de sus amigos, o intentar la huida de la cárcel en la que se encuentra antes de ser ejecutado.


Amparo Pamplona -genial su monólogo, enunciado en primer plano, casi al borde del escenario, describiendo su relación con Sócrates- se desdoble en Jantipa, la mujer del gran filósofo.


Carles Canut da vida a Critón, uno de los muchos discípulos que tuvo en vida Sócrates y que resulta conmovedor en su visita a la cárcel cuando, para tratar de salvar a Sócrates, le ofrece su dinero.


Pep Molina, que se mete en la piel de uno de los instigadores para acabar con Sócrates, Meleto.

Aunque Meleto denuncia a Sócrates, no es más que la mano ejecutora de quien se esconde detrás de toda la trama, Ánito, político griego, que entiende que Sócrates no es más que un ciudadano molesto que hay que quitar del medio. Lo encarna un también magistral Alberto Iglesias. Y, por último, Guillem Motos y Ramón Puyol son también discípulos de Sócrates.


Más con menos


En el montaje de Gas prima la austeridad y la sobriedad tanto en la escenografía -a cargo de Paco Azorín- (una recreación de la asamblea griega con un escenario circular, totalmente vacío, y detrás unas bancadas de madera), como en la envolvente iluminación -de la que se ocupa Txema Orriols-, en el gesto y el movimiento de los actores que están también contenidos para que brille siempre la palabra, el discurso, la razón. El vestuario -de Antonio Belart- sigue por el mismo camino: todos vestidos con camisa y pantalón blanco de lino y zapatillas deportivas de lona blanca.


El espacio sonoro de Álex Polls, combina la turbación de sonidos estridentes, que son un corte en la narración que se hace de la historia de Sócrates, con la de una canción tan dulce que podría ser de cuna, y las voces exaltadas de pueblo, constituido en tribunal del caso sobre Sócrates...


El anuncio inicial en el montaje del trágico final del filósofo condenado a muerte, cuya sentencia ya parecía escrita antes de iniciarse la vista, no resta un ápice de interés al montaje. Antes, al contrario, refuerza la atención del público en la palabra que sale de la boca, de la razón, del corazón del mayor filósofo griego, bellísimamente enunciadas por José María Pou. Inolvidable su interpretación, que contagia también al resto del elenco que brilla también con luz propia, especialmente en la figura de Amparo Pamplona, Carles Canut y Alberto Iglesias, cuyas intervenciones saben a poco por la intensidad, la intención y la emoción que derrochan ambos. Y es que todos ellos se han dejado contagiar de la fuerza del texto de Iglesias y Gas, y han sabido transmitirlo al patio de butacas.

En el día del estreno, el pasado viernes 5 en las Naves del Español en Matadero, el público así lo entendió porque no he visto ninguna función en los últimos años en que no haya sonado ni una sola alarma de móvil, ni que las toses se hayan emitido con menor sordina. El silencio del público en la función era emocionante, casi religioso, y eso solo puede hacerlo un texto brillante y una interpretación memorable, o la de Pou y sus compañeros de reparto.


El texto es un verdadero homenaje a la democracia y a la libertad de pensamiento (“…Sin conocer a los hombres, nunca he dejado de creer en ellos"), una lección de ética frente a la política interesada, al poder por el poder, a la verdad frente a la corrupción (“… la verdadera riqueza proviene de la honestidad, y de la honestidad vienen todos los demás bienes"). Una vez más se demuestra que, para interesar, para subyugar al público no hacen falta grandes escenografías, complejos juegos de magia o fuegos artificiales sobre el escenario. Solo un discurso bien construido, y la palabra profunda, sentida, sosegada y llena de intención de unos actores ejemplares bastan para calar en la mente y en el corazón de unos espectadores ávidos siempre de encontrar un espejo en donde mirarse en el mejor teatro. ¿O no te suenan todos estos árboles que el bosque de la democracia ha ido levantando y talando de cuando en cuando? Todo suena, desgraciadamente, a terreno conocido, incluso más de 2300 años después.


Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano’
Autoría: Alberto Iglesias y Mario Gas
Dirección: Mario Gas
Naves del Español, Sala Fernando Arrabal.
Del 5 al 28 de febrero de 2016

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