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Las claves de la crisis según Gil Calvo

lunes 15 de febrero de 2016, 14:53h

No somos muchos los que explicamos las causas de la crisis desde la valoración negativa de la cultura política del país y menos aun los que consideramos el actual impasse político-institucional como un producto derivado de esa misma circunstancia. Por eso me parece que hay que destacar el último artículo de Enrique Gil Calvo (El País, 12/02/16), donde muestra con claridad la disrrelación creada en España entre la fragmentación del voto y nuestra cultura política de vencedores y vencidos.

Como bien dice Gil Calvo, “en el modelo proporcional de los países nórdicos, la fragmentación del voto favorece los acuerdos multipartidistas consociativos, además de servir como sistema de frenos y contrapesos que permite limitar y controlar el poder. Mientras que en las partidocracias del sur de Europa la fragmentación degenera en un sistema de clanes excluyentes enfrentados en recurrentes ajustes de cuentas”. El origen de esa situación –dice el sociólogo- hay que buscarlo en nuestra historia política: “la tardía democratización del sur de Europa, donde pervive el antagonismo heredado de guerras civiles y regímenes autoritarios”. La cuestión es que en el sur de Europa “predomina una cultura de confrontación fundada en la desconfianza pública y el capital social negativo (particularista, excluyente y disgregador)”.

Creo que hay que considerar acertado éste análisis. La observación que hago a esta lectura de Gil Calvo es que se orienta hacia la posición de quienes (José María Maravall, Joaquín Leguina, entre otros) ponen el acento en el diseño institucional y las élites políticas, como causa de esa “cultura política del enfrentamiento”. Como si el origen de tal cultura política hubiera surgido del aire y luego se infiltrara en nuestras instituciones (editorial de El País del domingo) y no procediera de las entrañas de la misma sociedad.

Creo que esa tendencia exculpatoria de la ciudadanía no es adecuada en los tiempos que corren ni desde la sociología política ni desde la política práctica. No, la cultura política de banderías que afecta a los clanes políticos no es producto de un mal diseño del sistema electoral ni de partidos, aunque ello pudiera ser parte del problema, sino que nace en las entrañas de la sociedad y luego se absorbe y reproduce ampliadamente por las fuerzas políticas, las élites políticas. La responsabilidad de la cultura política de baja calidad es tanto de los representantes como de los representados. Claro, no es el mismo nivel de responsabilidad: ésta es mayor conforme se asciende hacia la cúspide del poder. Pero eso de descargar de responsabilidad a la ciudadanía ya no es presentable, al menos desde los regímenes populistas europeos de los años treinta.

La cuestión es bien sencilla: en prácticamente todos los países de la Unión Europea surgen propuestas populistas y radicales (de derecha e izquierda), pero obtienen apoyos muy reducidos o menores de la población, ¿Por qué ese apoyo llega a ser considerable en Grecia, España o Portugal? Simplemente porque la baja cultura política en estos países da lugar al apoyo a fuerzas que prometen tomar el cielo por asalto, aunque después se den un batacazo mayúsculo como sucedió en Grecia con SYRIZA.

Por cierto que aquellas voces soberbias que aseguraban que España no era Grecia, se escuchan bastante menos. Cada día está más claro que por los niveles de corrupción, el empantanamiento político y la tendencia al populismo, nos diferenciamos cada vez menos de Grecia. Y la posibilidad de que Sánchez incluya a Podemos en la fórmula de gobierno sólo mostraría más claramente nuestra tendencia a la modalidad griega. Por eso la pregunta final de Gil Calvo, sobre si Sánchez logrará revertir tan fatídico legado, resulta retórica o irónica. Porque Sánchez es un buen representante de esa cultura política “del ajuste de cuentas”, que tanto critica Calvo.
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