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España está en juego

viernes 19 de febrero de 2016, 08:25h

La edad media a la que las españolas son madres no es, hoy en día, lo que se dice un modelo a imitar. Si mis informaciones no yerran, en España y en los últimos años, no ha hecho más que aumentar. En 1980 era de 28,2 años. En 2014, 32,2. Actualmente el 33% de los niños que nacen en España son hijos de mujeres de más de 35 años.

Por si esos solos datos fueran insuficientes, las madres primerizas mayores de 40 años van también en aumento. En 2012, por ejemplo, hubo el triple de embarazos en este grupo de mujeres que en 2000. Pero estos datos no hablan de los problemas de fertilidad, en unos casos, o el retraso en el intento por lograr la paternidad, en otros, que siempre van aparejados de dolor y de frustración en aquellas mujeres o parejas que lo intentan sin llegar a conseguirlo.

El fracaso reproductivo suele iniciarse hacia los 38 años, momento en que la mujer decide intentar -ya, casi contrarreloj- ser madre. Luego vienen los embarazos naturales, las inseminaciones o la fecundación con semen de donante, el aborto y, en última instancia, el intento de adoptar a un niño y, en muchos casos, también la ayuda psicológica. Todo un rosario de frustraciones que, posiblemente, no se hubieran producido si el intento se hubiera producido diez años antes o, al menos, y si las mujeres tienen clara su voluntad de ser madres unos años más tarde, poner en práctica la correspondiente reserva ovárica con la ayuda del ginecólogo que las asiste.

La crisis económica, el fantasma del despido, el ascenso laboral, la realización personal, etc. son algunas de las causas que pueden argüirse para justificar el retraso en la edad de dar a luz el primer hijo, pero el hecho cierto es que las consecuencias sociales -además de las personales, a las que ya nos hemos referido anteriormente- son también letales. El año pasado, por ejemplo, ya hubo más muertes en España que nacimientos. Y la población mayor de 60 años sigue creciendo y creciendo, mientras que el número de jóvenes no lo hace en la misma proporción. Las pensiones de todos están, pues, en peligro real si los gobiernos de turno, y ya de modo inaplazable, no se ponen manos a la obra y desarrollan de una vez políticas de familia que incentiven a las parejas a tener hijos mucho antes y, además, en un número mayor.

Cada vez menos

El hecho, por ahora, es que somos menos y cada vez más viejos. En 1857, año del primer censo moderno disponible, España tenía cerca de 15,5 millones de habitantes. La población ha ido subiendo siempre progresivamente hasta llegar en 2012 a su máximo histórico, 46,8 millones de habitantes. A partir de entonces, España no ha parado de perder población. El momento coincide justamente con el descenso del número de inmigrantes que, en los años anteriores de euforia económica, no paró de crecer. Ahora, sin embargo, muchos de aquellos inmigrantes están regresando a sus países de origen y, al mismo tiempo que miles de jóvenes españoles están emigrando y -por si todo eso fuera poco- el número de nacimientos va en descenso año tras año.

En 1976, la tasa bruta de natalidad -el número de nacimientos por cada mil habitantes- era de 18,7, mientras que ahora está en torno a 9. Las previsiones, tanto de los demógrafos, como del Instituto Nacional de Estadística (INE) apuntan a que en 2052 la población española se situará algo por encima de los 40 millones de habitantes.

Creo que ya es hora de que los partidos políticos, primero, y el presidente electo del gobierno que pueda ser elegido ahora -sea cual sea su color político-, o el que surja después de las posibles nuevas elecciones del próximo 26 de junio, debería cambiar ya con urgencia la agenda política y pasar página de una vez en estos asuntos tan pequeños (aunque se trate de la crisis o las luchas de poder), y prestar toda la atención del mundo a superar el que es verdaderamente el gran problema de futuro para nuestro país, el descenso y envejecimiento de la población. Es España quien está en juego.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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