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Otra España, otra Europa

domingo 21 de febrero de 2016, 23:28h
Durante este fin de semana se ha celebrado en Madrid el Encuentro “Un Plan B para Europa” en el que han participado eurodiputados de la izquierda europea (Podemos, IU), activistas y movimientos sociales, como Attac, Ecologistas en acción y otros, y personajes como Varufakis o Susan George. Este encuentro en el que se han realizado talleres, foros y sesiones plenarias ha servido para denunciar la Europa que hoy está en manos de los poderes económicos y financieros, y para hacer un llamamiento con el fin de construir una auténtica democracia en el continente europeo.

Prácticamente nadie niega esta realidad: que la democracia está secuestrada en Europa y que las decisiones auténticamente importantes las adoptan la CE, el BCE y el FMI (la Troika), tres organismos no elegidos democráticamente, que han impuesto un duro programa de ajustes y recortes especialmente a los países del Sur, generando una situación social de desigualdad creciente que a día de hoy no se puede mantener.

Pero a la hora de construir alternativas, la mayoría de las voces que controlan y tienen acceso a los grandes medios de comunicación argumentan que el nuevo Gobierno en España que se forme tras las elecciones del pasado de diciembre no puede tomar medidas que puedan contrariar a esta misma Troika, que el pago de la deuda y sus intereses es prioritario, que es imposible una reforma fiscal auténticamente progresiva, que no se puede invertir en protección social y servicios públicos, que no hay más remedio que seguir como estamos. Es el callejón sin salida en el que quieren contener la voluntad de una sociedad, la española, que ha expresado en la urna un deseo mayoritario de cambio.

Algo más de 11.600.000 personas, una innegable mayoría, votaron lo que podemos interpretar como un deseo de cambio en lo político, en lo económico y en lo social. Eso, al menos, es lo que expresaban los programas del PSOE, Podemos (y confluencias) y UP-IU y lo que eligieron sus votantes. En pura lógica, esta amplia mayoría debería desembocar en un gobierno de todas estas fuerzas que promulgue las leyes necesarias para transitar hacia una sociedad más democrática.

Eso es lo que Podemos/mareas, IU/UP y Compromís están intentando, pero no parece fácil. Primero, porque una de estas fuerzas, el PSOE, que ha logrado 5.530.693 de esos 11.600.000 de votos (frente a los 6.112.333 que suman Podemos y confluencias y UP-IU), quiere liderar en solitario ese cambio. Y no es sólo que quiera gobernar en solitario, sino que trata de ridiculizar la oferta de los dirigentes de esas otras fuerzas para gobernar juntos, burlándose de que “sólo les interesa ocupar sillones”. No sé qué idea tendrán de lo que es gobernar los que hablan de “sillones”. Es posible que tantos años de corrupción, puertas giratorias y de lograr ganancias (privadas o “para el partido”) tanto en el nivel local como en el autonómico y el estatal, les hagan confundir lo que son responsabilidades de gobierno con tener asientos reservados para hacer lo que les dé la gana.

Duele que no se den cuenta de que a partir de mayo de 2011 muchas cosas han cambiado en España, que ahora es irrenunciable la exigencia de que los que gobiernan lo hagan con total transparencia, que para mucha gente es un paso adelante que se rompa con la forma tradicional de hacer política y que haya nuevas fuerzas que asumen ejercer las responsabilidades de gobierno como un compromiso ante sus votantes, con los que se han obligado a dar cuentas de su ejercicio y a ser revocados si no cumplen sus compromisos. Y que esas mismas fuerzas han creado códigos éticos de comportamiento en los que está establecido, entre otras medidas, que rebajarán sus sueldos para equipararlos a los de la media de la población.

Que estas fuerzas se ofrezcan a asumir responsabilidades de gobierno no es una desfachatez ni una muestra de arrogancia. Es simplemente una prueba de coherencia y compromiso con sus votantes.

Segundo, porque no se puede obviar que varias de las leyes que hay que reformar son leyes que se promulgaron cuando el PSOE gobernaba el país. Y sobre todo porque en Europa los eurodiputados socialistas votan muchas veces las mismas medidas, sobre todo en lo económico, que los del Partido Popular europeo.

Muchas de las medidas urgentísimas que habría que adoptar simplemente para acabar con la pobreza extrema chocan con los intereses de grandes corporaciones en cuyos consejos de administración están algunos dirigentes de los partidos que se niegan a compartir gobierno con las nuevas fuerzas.

Tercero, cuando ya no quedan argumentos surge el que creen definitivo: “Quieren romper España”. Cuando no se teme una convivencia libre y voluntariamente aceptada es cuando se puede proponer que la gente decida libremente lo que quiere. Cuando se tiene miedo a que la gente exprese libremente si quiere o no esa convivencia, porque no hay un compromiso claro de respetar sus derechos democráticos, es cuando se trata de imponer por la fuerza esa unidad, lo que lejos de resolver el problema lo agravará.

No, no parece fácil. Menos si tenemos en cuenta la campaña, feroz (no recuerdo una similar) en la que se han aunado banqueros, empresarios, políticos, medios de comunicación, contertulios y demás creadores de opinión para tratar de impedir la formación de un Gobierno para el cambio. Pero no es imposible. Hay una mayoría de personas, sumadas en votos, que han expresado su deseo de un cambio real. Esta tarde hay una reunión entre PSOE, Podemos/mareas, UP/IU y Compromís.

Como una de esas casi doce millones de personas que votaron por el cambio, espero que lleguen a un acuerdo de gobierno, sin exclusiones, en torno a un programa que garantice los derechos políticos, sociales y económicos de la mayoría social.
España y Europa lo agradecerán.

Lourdes Lucía.
Activista por los derechos humanos, cofundadora de Attac en España


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