Desde su nacimiento se va vistiendo paulatinamente al personaje a medida que va desarrollándose la obra y va configurándose su vida. En el sentido metafórico y en el sentido material, porque en la adaptación Pablos se adereza con una prenda cada vez que hay un cambio de situación o de amo. Primero las medias, después las calzas, el jubón, la capa y el sombrero de ala ancha con el que va a iniciar su camino hacia Las Indias, al tiempo que refleja en su decurso aquel vitalismo frustrado que conduce al desengaño propio de la época barroca.
Evolución de un personaje que más que pícaro se convierte la más de las veces en relator de cuantas personas y situaciones aparecen ante él, reflejando caricaturas de comportamientos, actitudes y de costumbres, entre los que destaca el tipo del licenciado Cabra, hombre avaro que mataba de hambre a sus pupilos.
Por eso el actor se ve obligado a poner sobre las tablas todos los recursos dramáticos posibles en la voz, en el gesto, en el movimiento para dotar a los personajes y a la acción dramática de la lógica necesaria.Antonio Campos aceptó el reto y con un trabajo encomiable y un despliegue de técnica que nos sumerge en la sociedad del Siglo de Oro. Una oportunidad única para acercarnos al género picaresco ya la obra de uno de los autores más relevantes de la Literatura Española en el Teatro Amaya.