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Lo que no puede ser, no puede ser

sábado 05 de marzo de 2016, 09:54h

Algunos están empeñados en convencernos a todos los españoles de que sus ideas son las mejores y las únicas para salvar a un país que parece haber perdido no solo el norte sino los cuatro puntos cardinales. Le ha pasado a Mariano Rajoy durante cuatro años y le está pasando a Pedro Sánchez desde que alguien le dijo que era el líder carismático que España necesitaba para encabezar eso que algunos llaman “gobierno de progreso” que acabe de una vez con la derecha fascista. Y Sánchez ha sido tan incauto que se lo ha creído. Así estamos viendo estupefactos esta especie de espectáculo cirquense en el que uno trata de encamelar a tirios y troyanos con propuestas que no convencen ni a unos ni a otros y que solo sirven para promocionar la figura de un supuesto líder que no es respaldado ni por los miembros influyentes de su propio partido.

Todo ha sido una especie de “deja vu”, la crónica de un fracaso anunciado. Ha pasado lo que tenía que pasar y lo que todos sabíamos que iba a pasar. Que ni una ni dos, que la investidura de Pedro Sánchez ha sido rechazada por la mayoría de la Cámara que no se ha tragado el caramelo envenenado que pretendían colarle los del PSOE apoyados por ese comodín de Ciudadanos que lo mismo sirve para un roto en Sevilla o para un descosido en Madrid. Se está comprobando que los muchachos de Albert Rivera van a lo que van, a trincar de donde puedan y que lo mismo les da ocho que ochenta. Andalucía les sirvió hace un año de laboratorio de pruebas y, como les ha ido bastante bien, ahora lo repiten a nivel nacional. Digo yo que ya va siendo hora de que todos pongan las cartas sobre la mesa y que cada uno deje claro cuales son sus postulados y sus propios intereses a la hora de hacerles el colchón al PP o al PSOE.

De todas formas lo de Sánchez, reconozcámoslo, es penoso. Tan penoso como lo de Rajoy o incluso más. Ambos son ya, a estas alturas de la película, dos figuras amortizadas. Necesarias en un momento dado para jugar un papel protagonista pero superadas por las circunstancias y el argumento de la obra teatral que están interpretando. Si Rajoy se ha ganado a pulso el rechazo de buena parte del electorado que el dio en su momento la mayoría absolutísima y de sus propios votantes, a Sánchez ni si quiera le han dado la oportunidad de hacerlo. En su curriculum vitae consta con letras de oro el haber conseguido el peor resultado de la historia del PSOE, algo que teniendo como precedentes a Zapatero o Rubalcaba, es todo un mérito..

Está claro que a Sánchez se le plantea un dilema de difícil solución. O consigue como sea, con Ciudadanos, con Podemos o con el sunsum cordan ser nombrado presidente del Gobierno en menos de dos meses o los tímidos aplausos que cosechó en la última reunión del Comité Director de su partido se pueden convertir en un clamoroso abucheo seguido de un rapapolvos y puntapié en el trasero. Reconozco que no lo tiene fácil. Yo diría que en estos momentos lo tiene imposible y mucho ha de trabajarse a sus pretendidos socios del supuesto “Gobierno de progreso” para que en los dos meses que quedan de negociaciones hasta que se llegue al límite marcado por la Constitución, se avengan a razones.

Creo que, antes o después, Sánchez e Iglesias van a llegar a algún acuerdo de entendimiento por más insultos que se hayan cruzado y por mucha cal viva que haya vertido el de la coleta sobre la figura carismático de Felipe González. Y van a llegar a un acuerdo porque no les queda otro remedio. Sánchez sabe positivamente que Podemos se puede jalar al PSOE si se celebran las elecciones a finales del mes de junio. E Iglesias sabe que ese escoramiento hacia la izquierda más radical en este país es solo la flor de un día, sobre todo si, como ha ocurrido en Grecia con Tsipras, Podemos consigue sustituir al PSOE y hacerse con el poder apoyado por los independentistas catalanes y las diversas mareas que le bailan el agua.

Iglesias no es tonto y sabe que una cosa son las consignas, los eslóganes y las frases hechas en los mítines, y otra muy distinta poder asumir y desarrollar un programa de Gobierno que Europa no lo eche por tierra a las primeras de cambio. Gobernar España teniendo que hacer lo que está haciendo Tsipras en Grecia, recortando sueldos y pensiones, subiendo impuestos y mendigando ayudas podría ser el principio del final de Podemos. Porque, como decía Guerrita, “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”.

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