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Esplendor en la yerba

sábado 05 de marzo de 2016, 09:58h

El discurso iracundo, mitinero, florido, lleno de retórica marxista de Pablo Iglesias ha conseguido que regrese a los boscosos jardines de la universidad. Cerca de allí había un Colegio Mayor en el que viví los mejores años de mi vida. Algunas veces, ya reo de la madurez, me dije aquello de que contra Franco vivíamos mejor porque en nuestras cabezas despeinadas la utopía echaba sus redes y raíces. Con ellas nos elevábamos de la vil materia para caer rendidos en la hermosa lírica de los sueños. En mi caso además de las estéticas revolucionarias bullía la caldera poética, lo cual daba aún mayor autenticidad a la entrega onírica de mi vida. Y esa fantasía, estrellada contra murallas de realidad, al menos vencía en nuestras interminables discusiones sobre la victoria final de la clase obrera.

Yo estaba en el bando de los ácratas, así que recibía adoctrinamiento marxista a tope, pues lo que para nosotros era el estado natural del ser humano, su libertad, para los marxistas era una concesión burguesa que nos imbuía de lleno en la sociedad consumista. En ella solo seríamos esclavos de los malvados capitalistas. Recuerdo a verdaderos agitadores profesionales rodeándome en grupo, “rescatándome” de esa ignorancia que me llevaba a ser un compañero de viaje de la burguesía. Eso por ser ácrata, que cuando luego giré hacia la socialdemocracia las reprimendas se hicieron más vociferantes, y la dialéctica tuvo el objetivo de generar en mí un terrible sentimiento de culpa.

A final del largo debate nocturno, cuando ya había amanecido, me iba solo al colegio paseando por los caminos de los jardines boscosos. Me sentaba en un banco de piedra a sentir el frescor de la mañana. Percibía como las neuronas, al recibir el aire mojado y frío, disfrutaban de paz y silencio. Desde allí veía a esos obreros de los que tanto habíamos hablado regando las calles, o cuidando los jardines, y me preguntaba sobre lo que pensarían si nos hubieran oído discutir con tanta complejidad sobre sus problemas. Seguro que habrían pensado que el asunto no iba con ellos.

Sí, tengo que agradecer a Pablo Iglesias, agitador profesional sin descanso, el rescate de tan bellos recuerdos. Además coincide con que mi amiga Monserrat me ha enviado el poema “Oda a la inmortalidad” de Wordsworth. Reproduzco unos versos aunque recomiendo su lectura íntegra. “Aunque el resplandor que/ en otro tiempo fue tan brillante/ hoy esté por siempre oculto a mis miradas./ Aunque mis ojos ya no/ puedan ver ese puro destello/ que en mi juventud me deslumbraba./ Aunque nada pueda hacer/ volver la hora del esplendor en la yerba,/ de la gloria en las flores,/ no debemos afligirnos/ porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo…”.



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