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El Congreso y los partidos se quedan sin agenda política y agudizan la parálisis institucional… salvo la del Rey

> Los protagonistas de las negociaciones, obligados a empezar de cero mientras la vida parlamentaria sigue en suspenso

domingo 06 de marzo de 2016, 11:29h

La fallida investidura de Pedro Sánchez parece haber dejado en blanco a los políticos de este país. A partir de mañana, sólo el Rey tiene prevista en su agenda una cita con el presidente del Congreso de los diputados para estudiar el papel de Felipe VI durante los dos meses de (presuntas) negociaciones que se abrieron tras la primera votación, el pasado día 2. Patxi López está al frente de una Cámara en la que esta semana, de momento, sólo contempla las habituales reuniones de la Mesa y la Junta de Portavoces; un acto este lunes con motivo del Día Internacional de las Mujeres y la visita de una delegación iraní a los miembros de la Comisión de Cultura. Poco más y sólo hasta el miércoles. Los partidos, por su parte, tendrán que dedicar estos primeros días de impass a buscar la forma de, al menos, sentarse a hablar. En ello está, por supuesto, Alberto Garzón. PSOE y C’s pretenden seguir a la caza de socios que se sumen a su acuerdo, un deseo más formal que real que PP y Podemos ignoran olímpicamente.

Reunión a 4 de negociación de investidura de Pedro Sánchez
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Reunión a 4 de negociación de investidura de Pedro Sánchez (Foto: IU (José Camó))

El Gobierno en funciones mantiene la maquinaria en piloto automático, sin más competencias que echar carbón a la ‘caldera’ de la Administración para que la locomotora no se pare. Las Cortes -Congreso y Senado- se encuentran en cambio prácticamente al ralentí, con sus veintitantas comisiones sin terminar de arrancar. Tampoco tiene mucho sentido por ahora celebrar plenos sin orden del día y sin un Gobierno ‘real’ al que acosar a preguntas.

Es, pues, la hora de la improvisación, incluso para el Monarca, cuyo papel en los menos de dos meses que restan hasta la convocatoria de nuevas elecciones ni siquiera está del todo claro. La falta de costumbre de una Democracia joven desconcertada por el fin del bipartidismo. Probablemente, el Rey se quede a la espera de que Sánchez le anuncie que está dispuesto a intentarlo o surja un nuevo candidato -se supone que Mariano Rajoy- con suficientes apoyos para someterse exitosamente a la investidura.

El plazo, además, obliga a reservar al menos un par de días antes de agotarse para cumplir con el correspondiente debate de investidura y celebrar la votación. Y si se necesita una segunda, otras 48 horas.

En teoría, la pelota sigue en el tejado de Pedro Sánchez, un candidato con escaso margen de maniobra: seguir reclamando la improbable abstención de PP o Podemos; echarse en brazos del PP; romper con Rivera y nombrar vicepresidente a Pablo Iglesias, o resignarse a otra incierta reválida electoral. Se mire por donde se mire, la cuadratura del círculo que le dibujaron en el debate de la semana pasada.

Pendientes del entusiasta portavoz de Unidad Popular (IU), Alberto Garzón, dispuesto a ponerles fecha y hora a Sánchez e Iglesias para volver a la mesa de negociación ‘a cuatro’ junto a Compromís, la realidad es una agenda de negociaciones que arranca este lunes con todas sus páginas en blanco.

Rajoy quiere "restañar heridas"

Rajoy ha insistido en que él, como el personaje de un antiguo programa de televisión, sigue, aunque esperará unos días a que se calmen las aguas según María Dolores de Cospedal. El líder del PP lo tiene incluso más difícil que Sánchez, el único interlocutor que puede mantenerle en La Moncloa, con el que mantiene la malísima relación personal que ninguno de los dos siquiera se molesta en disimular. Corre el riesgo también de que una de las condiciones del hipotético pacto entre los dos principales partidos de este país incluya que se deje cortar la cabeza.

El PP, además, quiere evitar a toda costa unas elecciones en las que la ‘volatilidad’ del electorado puede hacerle retroceder aún más. Si las urnas le quitasen otros seis escaños se quedaría sin el poder del veto constitucional -para ello necesita 117 escaños- y sin su principal baza negociadora en la casi segura reforma de la Constitución que se avecina.

No obstante, algo se mueve y el propio Rajoy ha dado este domingo un primer paso desde las páginas de ABC para tender puentes hacia su adversario socialista: "No soy rencoroso. Creo que se pueden restañar las heridas con todo el mundo, si hay voluntad de hacerlo". Algo es algo.

Rivera, de protagonista secundario

De Sánchez y Rajoy depende el futuro de Albert Rivera y su acuerdo, aunque haya que modificarlo para adaptarlo a un PP que no puede aceptar hacer “tabla rasa” de las reformas de estos últimos cuatro años. Pero si Sánchez da el giro a la izquierda que le propone Pablo Iglesias, su papel protagonista habrá concluido. El líder de Ciudadanos sabe que, con los números en la mano, en esta película es un mero actor secundario.

En cuanto a Pablo Iglesias, salvo que opte por dejar gobernar a Sánchez y Rivera y dedicarse a amargarles la vida parlamentaria, sabe que tendrá que ceder y mucho para que el PSOE rompa el acuerdo con Ciudadanos aunque su mayor problema será otro: que acepte la abstención de los independentistas.

Iglesias insiste una y otra vez que “está convencido” de que tanto ERC, como Democràcia i Llibertad y hasta el PNV darán luz verde a un Gobierno de la izquierda sin que haya que hacer concesiones. Desde Ferraz se apunta más lejos para rechazar ese apoyo aunque sea gratis, al momento en que sus votos sean necesarios para aprobar todo lo que pase por el Congreso. El líder de Podemos no lo tiene, desde luego, nada fácil.

Obviamente, en los famosos ‘mentideros’ se barajan más posibilidades, desde el gobierno de independientes a nombrar a Albert Rivera presidente, todas ellas por ahora reducidas a conspiraciones de salón para matar el tiempo mientras a alguien se le ocurre algo mejor.

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