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Bloqueo

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 14 de marzo de 2016, 11:32h
Vivimos una situación de bloqueo institucional que no parece afectar mucho a la ciudadanía. Quizá porque los españoles piensan instintivamente que estamos mejor tal cual estamos, sin inventos ni alarmas, ante los síntomas de sectarismo y torpeza que dan quienes aspiran a romper el bloqueo con el único pretexto del cambio por el cambio. El bloqueo es activo por parte de los derrotados en su intento de investidura y pasivo por parte de quien no se ha presentado al trámite parlamentario. El resultado es el estancamiento de presuntas negociaciones que pudieran alcanzar el respaldo parlamentario a un proyecto de gobierno.

Es un proyecto de gobierno y no un programa de reformas lo que hay que presentar. Es una hipocresía perder el tiempo en planteamientos teóricos, buscando medidas en el campo de “lo que nos une” y aplazando “las que nos separan”, a aplicar durante el plazo de una futura legislatura. Todos sabemos, con más o menos precisión, cuáles serían los razonables puntos de acuerdo. Lo que está en juego no son las medidas realistas asumibles por unos o por otros, sino quiénes y cómo van a aplicarse desde un concreto gobierno. Lo que se trata es de investir a un presidente de gobierno, con un respaldo homologable de relativa estabilidad, con facultades para actuar y para componer un equipo ejecutivo capacitado para desarrollar una política viable y no un acuerdo de hipótesis ideológicas inaplicables y discutibles entre los componentes de contradictorias ideologías.

La fracasada y mal digerida investidura de Pedro Sánchez no obtuvo más votos parlamentarios que los de su propio y disminuido partido con el complemento insuficiente y superfluo por si solo que es la minoría de Ciudadanos. Frustrado aquel intento, se siguen desarrollando forcejeos desde aquella fórmula derrotada, sin nada nuevo que presentar y como sí aquellos tristes resultados, inferiores a los que hubiese podido obtener el PP en similares circunstancias, fuesen un aval para animarse a perseverar en la misma fracasada línea. Podía comprenderse esa terquedad si anduviesen a la pesca de unos pocos votos. Pero no es así. Lo que siguen debatiendo es la evidente incompatibilidad entre el insuficiente complemento de Ciudadanos y el, también insuficiente, complemento del inestable “holding” llamado Podemos, cuya fiabilidad y competencia administrativas son menos que dudosas. Pero siempre sin contar con un Partido Popular que mantiene la mayoría de escaños propios y únicos que sumados a los dos partidos antes citados podrían componer una mayoría absoluta.

Mareando la perdiz con este planteamiento inviable, es difícil deducir lo que quiere Pedro Sánchez, más allá de ver como se mantiene su nombre como opción a pesar de su fracaso. Las bases contradictorias e inestables sobre las que parece oscilar en beneficio de un cambio izquierdista son como arenas movedizas y solo sirven para prolongar su presencia en los medios, beneficiándolo como cartel de unas futuras elecciones más que como candidato repetidor de un acuerdo imposible. En esos inevitables comicios, según se van adelantando sondeos, no tendrían nada que perder los partidos del conocido como bloque constitucional, que se sentirían reconfirmados en sus posiciones como mínimo.

Desde el otro punto de vista, el del partido más votado, el bloqueo pasivo consiste en la falta de iniciativa propia para salir de la inercia autocomplaciente de quien no hace nada por renovarse o cambiar de cara. La postura es esperar pacientemente a que cambien los demás. Postura que lleva la firma y sello de Rajoy. Se basa, o se basó, en la equivocada confianza de que unas razonables gestiones económicas y exteriores eran suficientes para retener al electorado de otros tiempos, sin tener en cuenta que el electorado es más sensible a cuestiones éticas y actuaciones políticas de proyección interior. El halo de la corrupción y la desertización de los cuadros de un partido, reducido a burocracia auxiliar de un gobierno inexpresivo, provocaron una espectacular perdida de adhesiones de la que nadie quiso hacerse responsable. La falta de flexibilidad, consecuencia de un bajo nivel político, no matiza las mínimas concesiones formales que puedan servir de justificación a los otros para que cambien de actitud de bloqueo y se puedan sentir llamados a una gran coalición que es, sin duda, la mejor solución para España. Pero una gran coalición no consiste en apoyar al gobierno preexistente sino en integrarse proporcionalmente en un gobierno de futuro.

No parece probable que cambie Sánchez sin que cambie Rajoy, ni que cambie Rajoy sin que cambie Sánchez. Por tanto, lo más razonable es que todos y cada uno dejen de engañarse entre sí y de dejarse embaucar por el personalismo de sus ya discutibles líderes. No conviene añadir más incertidumbre a la imagen de España y a la vida de los españoles que la sombra de unos cambios de gobierno radicales cuando todo indica que los electores no solo siguen donde estaban sino que rebajan expectativas a las propuestas extremadas. Unas próximas elecciones presentan menos incertidumbre que el juego de fantasías con que se está intoxicando a la imaginación popular. Es mejor prepararse francamente para esas futuras elecciones, ilustrando a la opinión pública sobre la trascendencia de su presumible confirmación en favor del edificio constitucional. Es un buen síntoma que quienes menos desean estas elecciones son los que las temen como rebaja de sus expectativas. España no va a salir de este embrollo con pactos mal cosidos con hilos quebradizos, capaces de crear más problemas que soluciones. Más vale prepararse para unas elecciones responsables y sin el lastre de pasados fracasos de unos y de otros que seguir chapoteando durante semanas en las aguas del bloqueo.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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