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Aquí hay más tonto que botellines

martes 15 de marzo de 2016, 15:20h
Ante todo he de asegurarles que no soy especialmente religioso. Ni poco ni mucho. Vamos nada de nada. Hace mucho tiempo que, con gran disgusto de mi madre, abandoné cualquier práctica católica a la que pertenezco por herencia y educación familiar, y ahora solo acudo a las iglesias cuando me veo forzado por la situación, llámese ésta bautizo, boda o entierro. Ello no implica, sin embargo que, aunque no lo comparta, le tenga un gran respeto a las creencias religiosas del personal y suelo evitar en lo posible las discusiones sobre cualquier materia que polemice sobre la existencia de Dios, de cualquier dios, o sobre los innumerables preceptos de la fe católica, musulmana, judía, budista o cualquier otra que se practique en alguna parte del mundo.
Viene esta introducción a cuento de ese odio visceral que rezuman algunos políticos de cierta fuerza emergente que han cogido el testigo de los comunista del más puro estilo estaliniano. Me cuentan que en algunos pueblos andaluces, los alcaldes de Podemos están promoviendo ahora los "bautizos civiles" en los ayuntamientos en los que no sé si derramarán sobre el tierno infante un vaso de vodka de la madre Rusia mientras se canta la Internacional como música de fondo del evento. El ejemplo de tamaña idiotez es uno más de los muchos que están llevando a cabo algunos impresentables que se han visto aupados al poder el nefasto 2015 por mor de los votos de castigo de unos desencantados que, al final, se darán cuenta del patulaje que han metido.
Aquí en Andalucía ya nos habíamos acostumbrado a las bromas de los dirigentes de Izquierda Unida sobre lo de cambiar las Navidades por las fiestas del solsticio de invierno y lo de retirar cualquier representación oficial de los cortejos procesionales de la Semana Santa. Los nuevos masters de la progresía van aún más lejos y proponen, como han hecho en Sevilla, celebrar procesiones del "coño insumiso" durante la próxima semana para aquellos que no estén de acuerdo con las cofradías tradicionales, cofradías que, valdría recordarlo, hacen una enorme labor asistencial donde no llegan las instituciones oficiales que ahora regentan los tontos del laicismo progresista. Me pregunto yo si todos estos indocumentados laicistas no se han planteado en alguna ocasión que, además del hecho religioso que supone la Semana Santa, ésta es, sobre todo una fiesta popular donde la estética, los sentimientos, la pasión, el arte, las emociones y la fe de la inmensa mayoría de un pueblo que sale a la calle para expresar algo más que una creencia religiosa. Y digo yo si todos estos que abogan por la desaparición de la Semana Santa como fiesta religiosa serían capaces de crear aunque solo fuera una milésima parte del trabajo y la riqueza que esta semana supone para muchas ciudades españolas.
Y es que no paran. Como no hay problemas para resolver en Andalucía, se dedican a aplicar la Memoria Histórica zapateril para cambiarle el nombre a un buen número de calles y, como suelen ser incultos redomados, retiran cualquier placa que les suene a militar, a político de derechas o a religiosa, da igual que el militar sea un centurión romano o que la religiosa sea una monja que, como Santa Ángela de la Cruz, dedicó su vida a luchar contra la pobreza y a ayudar a las personas necesitadas. Lo malo es que esta epidemia de tontería es la mar de contagiosa y se propaga como la peste. Ya han visto como en Córdoba los socialistas le quieren quitar la Mezquita a la Iglesia enmendándole la plana a Fernando III el Santo que, por lo visto, era un monarca castellano fascista al que el mismísimo juez Garzón tendría que procesarle por cohecho y prevaricación además de quitarle plazas y calles a su nombre por haber expulsado a los musulmanes de las principales capitales andaluzas.
Lo dicho. Hay más tontos que botellines y si, además, esos tontos tienen cada día más poder como está ocurriendo en estos momentos, la sociedad que acaben dirigiendo está condenada a convertirse en un circo para desgracia de nosotros y de nuestros hijos. Es lo que hay.
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