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Bruselas y Bélgica, otra vez en estado de alerta

martes 22 de marzo de 2016, 13:16h

A la hora en que esto escribo, pasdas las doce del mediodía del martes 22, es difícil reconocer Bruselas. Las noticias han dado ya la vuelta al mundo. A las 8 de la mañana dos explosiones en el aeropuerto. Numerosos muertos y heridos. A las 8.30 explosión en la estación de metro de Maalbeek. Numerosos muertos y heridos. Se ha decretado el estado de alerta máxima. Se han movilizado efectivos militares suplementarios. Toda la red de transportes públicos se ha paralizado completamente. En los hospitales se han anulado consultas y visitas para recibir a los heridos. Hay quince plenamente movilizados. Se piden donaciones de sangre. Las sirenas de las ambulancias resuenan por las calles. Algunas van escoltadas por motoristas de la policía militar. Las escuelas públicas han cerrado. Los padres de los alumnos deben ir a buscar a sus hijos. Varias universidades también han anulado las clases. El personal de las Facultades de Medicina está al quite. Las autoridades han pedido a la población que permanezca en sus casas y que evite las aglomeraciones. Lo que antecede son datos.

El trasfondo

Desde noviembre Bélgica, que estuvo algunas semanas en el nivel 4 de alarma (el máximo) volvió al 3, pero las patrullas militares y una vigilancia acentuada se han mantenido. La semana pasada la detención del último miembro del comando que perpetró los atentados de París y quedaba en vida fue noticia mundial. Se afirma que los expertos esperaban algún tipo de reacción. Quizá no que fuera tan inmediato.

Habitualmente se reprocha a las autoridades belgas que hayan cerrado un poco los ojos ante la expansión de las células terroristas en el país. En noviembre, algunos medios norteamericanos (es decir de un país en el que se cuentan por millares las víctimas anuales de la violencia por uso de armas de fuego) llegaron a caracterizar a este país de "estado fallido". Una exageración que aquí cayó como una bomba.

Manuel Valls, el primer ministro francés, ha declarado que Francia (y por extensión probablemente Bélgica) está en guerra. A mi me recuerda algo de lo que se decía en Francia hace algo más de cincuenta años cuando proliferaban los atentados relacionados con la guerra de Argelia. También lo que muchos dijeron cuando la salida de tanquetas a la calle en Bonn en el período de desmanes del grupo Baader-Meinhoff. Me tocó vivir los dos ambientes.

Maelbek

Probablemente la atención de los medios se concentre en el atentado del aeropuerto. Yo prefiero resaltar la significación del segundo objetivo. La estación de metro de Maalbeek está incrustada en la planta subterránea del edificio que tradicionalmente alberga la Dirección General de Agricultura de la Comisión Europea. A unos cuatrocientos metros de la de Schuman. Esta ha sido remodelada durante los últimos años y va a desempeñar en el futuro un papel deintercambiador con dos líneas de ferrocarril. Precisamente el rey de los belgas iba a inaugurarla pasado mañana. Ha sido una obra colosal. En pleno corazón del barrio europeo, donde radican muchos de los inmuebles de la Comisión, de los Comités Económico y Social y de las Regiones, el Parlamento, gran cantidad de embajadas y ministerios belgas y numerosos hoteles.

Significación

Dado que es imposible "segurizar" las estaciones de metro (aunque probablemente en lo que está por venir probablemente se haga algo respecto a las más notables) dejar un par de maletas en un tren o en el vestíbulo y hacerlas explosionar pocos minutos después no puede ser demasiado difícil. Por ello, el atentado de Maalbeek combina dos aspectos: la facilidad y el ataque a lo que representan las instituciones europeas. Es decir a las de esa tan desnortada Unión Europea que se agita y se mueve pero que no sabe cómo responder a la amenaza terrorista.
Desde luego las respuestas nacionales son insuficientes, aunque todavía haya gente que no se haya percatado de ello (menos todavía quienes no tienen empacho en mentir a su opinión pública cantando las excelencias del "Brexit"). Cómo cohonestar mejor y más eficientemente a nivel colectivo seguridad y libertad, libertad y seguridad, se ha convertido en una necesidad urgente. En mi opinión, hay que reducir la intensidad de aplicación de la quimera de las "soberanías nacionales". Y que el que no esté dispuesto, que vaya pensando en dejar la Unión y busque su salvación solito.

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Angel Viñas, historiador y diplomático, ha sido director de política de seguridad en la Comisión Europea. Vive en Bruselas.

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