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Hartito de coles

lunes 28 de marzo de 2016, 15:41h

Hay días en los que cuesta trabajo encontrar un tema que desarrollar en estos artículos. Y hoy, por diversos motivos, es uno de esos días. El primero es, ante todo, el asunto del cambio de horario de verano. Yo no sé la perra que le ha entrado a la mayoría de los gobiernos europeos con adelantarnos o atrasarnos la hora con la excusa de la falacia del ahorro de energía. Un ahorro que, según los expertos, es absolutamente falso y no sirve para nada. Yo no sé a ustedes, lo que es a mí, me sienta como un tiro. Y no lo digo por la coña marinera de tener que atrasar o adelantar las manecillas de la docena de relojes que pululan por mi casa, algo de lo que no te das habitualmente cuenta hasta que llega el momento de cambiarles la hora, sino porque te tiras todo el día como si te hubiesen dado una paliza intentando recuperar esas horas de sueño que nuestros gobernantes te han arrebatado por el procedimiento del tirón nocturno. De hecho, ayer, después de comer tuve que pegarme una siesta de padre y muy señor mío para recuperar el aliento.

La segunda razón es que los políticos están de vacaciones y os han dado a todos un respiro. Acostumbrados como estábamos últimamente con Pedro Sánchez yendo y viniendo todo el día entre Pablo Iglesias y Albert Rivera y dando continuas ruedas de prensa para tratar de explicar lo inexplicable, esto de estar una semana sin verlo en televisión es como cuando tratas de quitarte de fumar, que te da el mono. Yo personalmente tengo mono de Pedro Sánchez, de su sempiterna sonrisa optimista y su manido pacto de progreso, y tengo mono de Pablo Iglesias, el coletas, repitiendo eslóganes del mayo de 68, citas de Engels y otras pamplinas en la Sexta.

A partir de hoy todo vuelve a la anormal normalidad. Mariano Rajoy abandona Doñana donde se ha dedicado a contar linces, Sánchez volverá a entrevistarse con Iglesias a espaldas de Rivera para ver si consigue, al menos, el trile de la abstención de Podemos y sus distintas marcas blancas, y los curritos volvemos al tajo después de disfrutar de varios días de asueto contemplando el paso de las cofradías en las calles de todas las ciudades y pueblos de esta España que algunos quieren laicisar por decreto pero que sigue defendiendo su Semana Santa como una fiesta de hondas y profundas raices cristianas, al márgen de otros valores y razones culturales, económicas y sociales que todos reconocemos como inmutables.

Si quieren que les avance lo que pasará en los próximos días solo tengo que decirles que más de lo mismo. Rajoy continuará insistiendo en la gran coalición PP-PSOE-Ciudadanos liderada por él mismo; Sánchez seguirá guiñándole un ojo a Podemos y otro a Ciudadanos en busca de esa tabla de salvación personal que supondría la investidura; Iglesias repetirá de nuevo la postura de dejarse querer sabiendo que no va a llegar a acuerdo alguno con el PSOE porque lo que le interesa es que Sánchez se estrelle y vayamos directamente a nuevas elecciones generales el 26 de junio para que Podemos se convierta en el nuevo partido referente de la izquierda desplazando a los socialistas, y Rivera,como si fuese la Gioconda, mantendrá unos días más la cara de tonto que se le puede quedar si a Sánchez le sale la jugada con Podemos.

El tiempo transcurre y, como quien no quiere la cosa, ya han pasado casi cien días desde que los españoles celebramos aquellas lejanas elecciones generales del 20 de diciembre. Cien días sin que nuestros políticos hayan sido capaces de llegar a acuerdos que desbloquéen esta situación de peligrosa interinidad en la que nos movemos. Algunos afirman que el pueblo nunca se equivoca. Yo no estoy de acuerdo. El pueblo es bastante manipulable y suele errar a menudo. Si el pueblo que acudió a las urnas o se quedó en su casa el 20-D hubiese sabido que España iba a estar medio año con un gobierno en funciones para acabar acudiendo de nuevo a las urnas seis meses después, estoy seguro que los resultados hubiesen sido otros.

Sólo espero que hayamos aprendido la lección y no volvamos a repetir, si hay que volver a votar el 26 de junio, los mismos errores que en diciembre. Puede que el bipartidismo sea malo, pero de momento parece la fórmula menos mala para resolver los graves problemas con los que se enfrenta la sociedad española que van desde el paro al desafío independentista catalán, pasando por la corrupción política o la necesaria reforma de la Constitución. Necesitamos partidos fuertes que sean capaces de hacer lo que ni el PSOE ni el PP no se han atrevido a afrontar cuando detentaban amplias mayorías absolutas. De ahí que ese pactos a tres que sigue proponiendo Rajoy sea de momento la solución más lógica si no queremos volver a las andadas. Aunque ya se sabe que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y si ese hombre además es español, es capaz de romperse el pie a base de tropezones.

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