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Estrategia electoral: echarle la culpa al otro

viernes 01 de abril de 2016, 17:32h
Toda la charanga que presenciamos, incluidos golpes de efecto (como entregar regalos ante las cámaras) sólo tiene ya un último propósito: demostrar al electorado que el responsable de que haya que repetir las elecciones es el otro. El PP lo ha dejado muy claro: si el PSOE quiere formar un gobierno distinto al de la anterior legislatura sólo tiene que levantar el teléfono y tendríamos gobierno al día siguiente. En otras palabras: el responsable de que haya nuevas elecciones es el PSOE y por extensión, quien pacta con este partido directamente, es decir, Ciudadanos.

Pero la lucha camaleónica de posturas se da más enconadamente entre el PSOE y Podemos. Los encuentros entre Sánchez e Iglesias no tienen otro objetivo que demostrar ante un electorado, que en alguna medida comparten, quien es el responsable de que no haya “Gobierno del cambio”. Por eso hay que mostrar todo lo afable que es cada uno frente al otro y cuantas ganas tienen de pactar entre ambos, cuando saben de sobra que sus posiciones de fondo son incompatibles. Sánchez dice después de la mediática reunión que él es un hombre de palabra y que no puede romper el acuerdo con Ciudadanos. Iglesias hace el paripé de sacar su candidatura a Vicepresidente del Gobierno, “por si eso fuera el gran obstáculo”. Los dos saben que están haciendo teatro, que no son sinceros ni transparentes. Pero confían en poder engañar al electorado por el que compiten acerca de quién es el culpable de no llegar al acuerdo de Gobierno. En este juego que insulta la inteligencia, sólo Ciudadanos aparece sincero: preferimos –han dicho- nuevas elecciones a un gobierno en que participe Podemos.

Pero lo que me parece más insólito es que los medios de comunicación se hagan eco de tales circos. Claro, es entendible que difícilmente podrían mantener sus lectores si titularan día tras día: “Nada nuevo bajo el sol, sigue la farsa”. Así que tratan de darle emoción a las ocurrencias y las mentirijillas de los segundos de a bordo en cada partido, acerca de que “estamos un poco más cerca del acuerdo y un milímetro más lejos de repetir las elecciones”. Mienten y lo saben, pero los medios que reproducen esas mentiras también lo saben; eso es lo penoso.

En el fondo, esta manera de hacer política, es una modalidad más de la pobre cultura política del país, basada en la bandería, la ausencia de sentido de estado; únicamente se ha cambiado el “¡Y tu más!, por un “¡el otro es el culpable!”, pero el trasfondo del discurso es el mismo.

Algún lector o lectora podría preguntar ¿y por qué no sería posible que hubiera algún tipo de acuerdo de gobierno que evitara repetir las elecciones? Se me ocurre que para responder ponderadamente a esta pregunta hay que comenzar a distinguir entre lo posible y lo probable. Como se ha dicho mil veces, en política todo es posible. Por eso nuestras estimaciones no deben realizarse en esos términos, sino en torno a si tal posibilidad es probable o improbable. Pues bien, por ese camino, es fácil explicar por qué son muy poco probables los pactos puestos sobre la mesa.

El acuerdo entre PSOE y podemos es muy improbable porque las dinámicas internas de cada partido lo niegan. Podemos sabe que no puede pactar con el PSOE aceptando su acuerdo con Ciudadanos, porque eso no sólo le partiría verticalmente sino que también territorialmente. Así de simple. Y el PSOE ya le ha dicho a Sánchez desde diversos ángulos que su deseo de llegar a la Moncloa no puede estar por encima del consenso interno del partido. Y los límites de ello son precisamente la causa del acuerdo en firme con Ciudadanos. Romper ese acuerdo con Rivera significaría hoy dividir profundamente al PSOE. Y eso lo sabe Pedro Sánchez.

Pero la probabilidad de una gran coalición (PP-PSOE-Ciu) también es muy reducida. Por más que Rivera insista en que es posible. Y la razón fundamental está en que el PSOE también se dividiría si su dirección pactara hoy con el PP, al que han demonizado encarnizadamente y siguen haciéndolo. Sánchez sabe sobradamente que no puede girar en redondo al respecto. Así que esa vía tampoco es probable.

Desde luego, mientras llega la fecha límite para convocar elecciones, parece que los partidos no pueden dejar de moverse; pero no hay duda de que sus movimientos, llamando insistentemente a formar un gobierno, no tienen ya otro destino que preparar la campaña electoral, en la que, desafortunadamente, la percha discursiva fundamental parece que será culpabilizar al otro de se hayan tenido que repetir las elecciones. Lástima de país.
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