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Antonio Garrigues Walker: "Los partidos nuevos tienen que aprender que una cosa es la idea inicial, y otra muy distinta la vertebración política de esa idea"

lunes 11 de abril de 2016, 07:59h
Antonio Garrigues Walker: 'Los partidos nuevos tienen que aprender que una cosa es la idea inicial, y otra muy distinta la vertebración política de esa idea'
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Trabajador incansable a sus más de 80 años, abogado de élite y apasionado del teatro, Antonio Garrigues Walker preside el gabinete Garrigues desde los 27 años. Desde entonces, ha escrito y representado una obra por año, lo que le hace ostentar el honor de ser el abogado más prolífico como dramaturgo que ha dado este país. Testigo clave de la vida política, social y cultural de España en el último medio siglo y hombre influyente -sin duda-, estuvo también tentado por dar el salto a la política cuando, en la década de los 80, fundó el Partido Demócrata Liberal y, posteriormente, se embarcó también en la Operación Reformista, junto a Miquel Roca y Florentino Pérez. Pero sus cálculos iniciales no fueron lo precisos que debían y muy pronto abandonó ese camino y se centró en el desarrollo del bufete que presidía.

Hijo de madre estadounidense, y padre español, además de estudiante brillante, Antonio Garrigues Walker fue un estupendo deportista en su juventud, hasta el punto de que quiso ficharlo el Atlético de Madrid. Finalmente, enfocó su carrera profesional por el camino de la abogacía. Se impuso la tradición familiar, ya que su padre fue abogado de prestigio, ministro de Justicia en los años setenta y diplomático en Washington y el Vaticano.

Garrigues Walker es miembro de la Comisión Trilateral y pertenece a numerosas organizaciones y fundaciones, como la Asociación para el Progreso de la Dirección, ACNUR o Transparencia Internacional.

JMV.- Abogado y jurista de éxito, dramaturgo prolífico, aunque aficionado, usted hizo también su intento de incursión en el mundo de la política. ¿Se ha arrepentido alguna vez de ello?

AGW.- Sí, he tenido experiencia política y fracasé de una manera admirable. Hoy, muchos años después, me alegro de que el fracaso fuera esplendoroso porque, si hubiera sido pequeñito, o hubiera tenido algún pequeño éxito, lo mismo habría continuado, pero fue de tal magnitud que ya no tuve la menor justificación para seguir en ella.

P.- Después volveremos sobre esa aventura política, pero la otra faceta esencial de su vida es la teatral. Es dramaturgo porque ha escrito y se han representado decenas de obras suyas, pero sigue autocalificándose como aficionado. Algunos con mucho menos mérito y producción son bastante menos humildes que usted…

R.- Soy consciente de que soy un escritor de teatro que no alcanza niveles de profesionalidad porque, entre otras cosas, tengo que partir de la base de que no voy a tener actores profesionales para representar mis obras, sino actores amateurs y, por tanto, el grado de complejidad que pueden tener mis obras puede ser alto, pero no excesivo… Acepto el amateurismo permanentemente y, ya a mi edad, no tengo la menor oportunidad de acabar en el mundo profesional…

P.- En política, pues, tampoco pudo salir del amateurismo…

R.- Siempre he tenido la obsesión de que el auténtico liberalismo nunca ha estado representado en la vida política española -… de hecho creo que sigue sin estar representado-, y que había que hacer algo para lograr algo similar a lo que en su día logró hacer el Partido Liberal alemán, que era una especie de bisagra entre las fuerzas políticas clásicas. Pero eso no se logró, como tampoco se ha logrado en muchas partes de Europa, y el liberalismo es una ideología triunfante pero solamente como ideología, porque en términos políticos ha sido un fracaso…

P.- ¿Y puede decirse hoy que “España va bien”?

R.- Creo que España va bastante bien. Para valorar España hay que comparar nuestra situación con la del resto del mundo. En España tenemos una cierta resistencia a ver qué está pasando en el resto de los países y para poder juzgar nuestra propia experiencia, tenemos que saber lo que pasa… Que en España hay en estos momentos graves problemas políticos nadie lo va a dudar, pero también los hay en Estados Unidos, por ejemplo, en donde la desigualdad extrema está generando fenómenos de populismo de derechas como el de Donald Trump, o fenómenos de populismo de izquierda como el de Bernie Sanders, que pueden llegar a cumplir un papel decisivo en la vida política americana… Lo cual parece increíble: que una persona, sobre todo como Donald Trump, pueda llegar a ser el candidato republicano del país más poderoso del mundo, realmente es un tema importante, un tema grave, un tema peligroso…

P.- Ha dicho Vd. recientemente que el fenómeno de Podemos en España, no es pasajero. ¿Eso es bueno o menos bueno para España?

R.- Los fenómenos, cuando son inevitables, son inevitables. Dicho de otro modo, si Podemos ha obtenido alrededor de cinco millones de votos en España, lo que no puede hacerse es descalificar a cinco millones de personas. Eso está ahí. Te puede gustar más o menos. Hay gente a quien no le gusta absolutamente nada; hay gente que lo tolera, y hay gente que comprende y que lo entiende. Pero lo que no podemos hacer es negar la realidad. Es como si intentáramos negar otras realidades de otros mundos, ¿no?... Insisto, España tiene problemas políticos pero no es el único país que los tiene. En Francia, sin ir más lejos, el fenómeno de los refugiados está creando actitudes xenófobas, y a veces fascistas, que son tremendas. Y el triunfo de Marine Le Pen lo pone de manifiesto. La obligación que allí ha tenido la izquierda y la derecha para frenar el viento lepenista es también un tema muy importante… Yo creo que todos los asuntos hay que mirarlos con calma, y hay que pensar que todos los partidos nuevos -y esto es aplicable también a Ciudadanos- tienen que aprender que una cosa es la idea inicial, y otra muy distinta la vertebración política de esa idea, su estructuración política, y ahí es donde van a tener problemas, los tienen ya, y van a seguir teniéndolos estos partidos emergentes… Yo recuerdo que con el nacimiento del Partido Reformista, al incorporar la ideología liberal al terreno político, la idea era muy bonita, pero luego lo hicimos muy mal, y salió muy mal. Los problemas surgen al tener que vertebrar esas ideas políticamente. Al tener que designar personas, decidir quién tiene más poderes, quién tiene menos, etc. Ahí empiezan los problemas. Lo que estamos viendo es un nuevo escenario, que puede estar evolucionando permanentemente.

P.- Y, desde el punto de vista de la cultura, ¿le parece que España progresa adecuadamente?

R.-En España la cultura siempre ha tenido dificultades y problemas, porque unas veces se ha conectado con temas o actitudes religiosas, otras con actitudes políticas, o con actitudes ideológicas… En nuestro país, en eso somos poco tolerantes, poco liberales porque la cultura requiere un ambiente muy comprensivo… Pero dicho esto, en España tampoco estamos tan mal en el ámbito de la cultura. Yo conozco más que otros el mundo del teatro, el de la pintura y el de la danza y estas son áreas en donde tenemos una cierta resonancia, un cierto prestigio… No estoy dispuesto a aceptar que España es como el último del mundo porque esto no es verdad. Somos, dentro de los países desarrollados, un país destacado, un país que merece la pena observar y cuidar. Por ejemplo, el fenómeno del protagonismo de la mujer tanto en la vida pública como en la privada, se ha hecho aquí en pocos años y de una manera admirable y es, además, un proceso inexorable. Que la mujer va a lograr todos los objetivos. Que se ha propuesto, incluida la igualdad salarial y otros muchos, ya nadie lo puede poner en duda. El problema es que todavía siguen habiendo resistencias muy graves, pero irán desapareciendo con el transcurso del tiempo…

P.- Estoy ahora leyendo sus memorias, y me parecen bastante sinceras. No sé si habrán o no segundas partes…

R.- La culpa la tienen los dos periodistas amigos que lo hicieron, porque la única condición que les puse es que el libro no fuera un libro laudatorio. Yo tenía que decir la verdad, y lo que no podía hacer es hablar solamente de méritos porque todos somos un conjunto de aciertos y de fracasos… He tenido algunos méritos de los que me empiezo a dar cuenta, poco a poco, que son mucho menos importantes de lo que creía, y con los que he convivido, más o menos, pensando que eso me había ayudado a vivir, pero ahora veo también que tengo más culpas de las que pensaba. Este es un proceso que va aparejado con la vejez… Ahora me doy cuenta de que mis méritos son realmente muy leves y que las culpas son más graves. Y con esto no entro en un proceso de autocrítica marxista, sino que reconozco que lo que he dejado de hacer, habiéndolo podido hacer, es mucho más importante que lo que he hecho…

P.- Pero siempre hay que elegir. Es imposible hacer tres cosas a la vez y de forma excelente…

R.- Sí, pero hay un factor, que es el predominio del yo, el protagonismo del yo, que es un monstruo que nos devora permanentemente, y frente al cual yo nunca he sabido luchar…

P.- Esa es una circunstancia muy teatral… Por cierto, y sé que esta es quizás una pregunta muy difícil para usted, dígame el nombre de un actor, una actriz y un director o directora…

R.- No, no es difícil. Actores, Nuria Espert y José Luis Gómez; directores, también José Luis Gómez, y Miguel del Arco… Pero, dicho esto, comprendo que se me tengan que hacer estas preguntas, pero me molesta mucho el reduccionismo. Hay muchos otros que también podría y debía citar…

P.- Volvamos a la política. ¿A cuántas figuras relacionadas con la política española se les ha podido aplicar adecuadamente el calificativo de “hombres de estado”, de “estadistas”?

R.- Pues no a muchos… Pero tampoco en ningún país hay políticos a los que se les pueda llamar “hombres de estado”. Decir que aquí no hay muchos no quiere decir que estemos peor que en otros países. El número de hombres de estado es siempre un número limitado porque llegar a serlo es muy complicado.

P.- ¿Hemos asistido ya al entierro de Montesquieu?, ¿podremos volver a tener una separación de poderes efectiva alguna vez?

R.- No hay ningún país en el mundo en el que se dé esa independencia absoluta de manera perfecta. Hay siempre, eso sí, una interdependencia inevitable. Cuando, por ejemplo, un partido político obtiene una mayoría absoluta es inevitable que esa relación de interdependencia se haga más peligrosa que cuando no hay mayorías absolutas… A Montesquieu se le va a estar reinterpretando permanentemente. A veces prevalece el poder ejecutivo, a veces el judicial y, a veces, el legislativo. Tendremos que convivir con eso, y también con la idea y con la lucha de que cuanto más independencia haya entre los tres poderes, mejor. Y es mejor en todos los sentidos: no solo en el político, sino también en el cultural y en el económico.

P.- La globalización, en todos los sentidos (económico, cultural, etc.), ¿es un camino que va a hacer más iguales a los hombres o, por el contrario, va a perpetuar su desigualdad...?

R.- Vivimos una época, en ese aspecto, especialmente mala. El crecimiento de la desigualdad es el fenómeno más grave que está viviendo actualmente el mundo. Y no solamente la desigualdad entre países ricos y países pobres, sino la desigualdad dentro de los países ricos, que está creciendo de una manera espectacular. Estados Unidos es el país más desigual del mundo, y España, dentro de los europeos, es uno de los más desiguales. Ese fenómeno sí que es importante porque, si seguimos liquidando a las clases medias, y a las gentes menos favorecidas, no podremos diseñar un futuro estable… Habrá que cambiar esos objetivos. Tenemos que reducir, a través del mecanismo fiscal, y de otros mecanismos económicos y monetarios, la desigualdad. No hay más remedio que hacerlo, y este no es un tema de “buenismo”, sino de funcionamiento y de vertebración de la sociedad.

P.- Me gustaría, por último, que comentase dos afirmaciones que voy a hacerle, y que creo que esconden un cierto complejo en el seno del centro derecha, al menos en nuestro país. La primera: “la cultura es de izquierdas…”

R.- La cultura siempre ha tenido una capacidad crítica profunda. Yo espero, además, que la siga teniendo y que la siga aumentando. Cuando se habla, por lo tanto, de “cultura de izquierdas”, se está aludiendo a una cultura de protesta y lo lógico es que sea así porque la derecha ha tenido, en general, más poder (político, económico, etc.) que la izquierda, y la cultura está acostumbrada a criticar el poder, porque esa es una de sus funciones: analizar críticamente todos los fenómenos, incluido el político. En ese sentido, cuando la gente afirma que la cultura es de izquierdas, es verdad.

P.- ¿Y qué me dice de esta otra afirmación: “el humanismo cristiano impregna lo mejor de la cultura occidental”?

R.-El tema de las religiones es un tema realmente importante. Estamos viendo como todavía permanece una religión como la islámica que es, en efecto, decir lo mismo que la ley islámica: la religión se convierte en ley. Cosa que sucedió también en épocas anteriores en el mundo más desarrollado de entonces… El conectar las religiones con el proceso político o el proceso económico, me parece un ejercicio válido. Yo intentaría evitar la relación entre ambos conceptos. Creo que limitar el humanismo al humanismo cristiano es una reducción excesiva.

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