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En cuestión de horas, quizá hoy mismo…

domingo 17 de abril de 2016, 12:03h

Los muchos ojos extranjeros que están fijos en lo que nos ocurre en España se encuentran seguramente atónitos, y he podido comprobarlo en charlas con algunos observadores diplomáticos y periodísticos radicados en nuestro país. ¿Cómo es posible, me preguntaba un joven colega norteamericano este fin de semana en la Feria de Sevilla, que en una nación desarrollada, sofisticada, como España, se esté dando una tal lección de improvisación, de comportamiento errático, por parte de sus principales políticos? Respondí al tono de educada prepotencia que creí entrever en el enviado especial a la capital andaluza de un importante periódico del Este de los Estados Unidos diciéndole que tampoco yo me explicaba que alguien como Donald Trump pudiese aterrizar, contra los designios de su propio partido, nada menos que en la Casa Blanca, y le expliqué el significado de la frase ‘en todas partes cuecen habas’, asegurándole que en España la democracia saldrá fortalecida de este trance, tan difícil, por el que está pasando. Seguramente, ni yo mismo me creía el diagnóstico optimista que estaba tratando de exportar; quizá en las próximas horas, este mismo lunes, le dije, podremos tener una visión aproximada del futuro, rosáceo o gris (o puede que hasta negro, pero esto no se lo dije) que nos aguarda.

En lo que sí coincidí con el periodista bostoniano fue en que el ciudadano español se muestra particularmente pasivo ante lo que hacen quienes aspiran a ser sus representantes cuando estos, como si estuviesen en el patio del parvulario, inventan juegos de tronos para eternizarse en el poder o para hacerse con él a cualquier precio. Tome usted, por ejemplo, esos mítines con los que Rajoy va recorriendo la geografía nacional, puro preelectoralismo, sin decir mucho nuevo al margen de asegurar que él sigue en la brecha, susurrando –los suyos—que las elecciones del 26 de junio, si se celebran, “que se celebrarán”, dicen, están ganadas por el PP y que luego ya se verá qué se hace con el partido, obviamente cuarteado. Conté hasta cuatro medios que, este domingo, titulaban con cosas parecidas a ‘batalla por la sucesión de Rajoy’, unos haciendo referencia a los entresijos del ‘caso Soria’, otros a algunos de los muchos episodios internos que cada día vive el partido que sustenta al Ejecutivo que nos gobierna en funciones. Por lo que nadie, pero nadie, apuesta es por el mantenimiento de Rajoy en La Moncloa durante toda la próxima Legislatura, dure lo que dure. Y no falta quien asegure, en territorio monclovita, que al presidente, a quien mira que es difícil descifrarle los gestos, se le nota cansado de una situación que, desde luego, él no ha provocado sino en una pequeña medida; del cansancio al desistimiento hay poco trecho, aunque quién sabe con este hermético presidente en (dis)funciones.

Tampoco me he encontrado a muchos, la verdad, que den un euro por la supervivencia de Pedro Sánchez, y menos aún por su arribada al palacio de la Cuesta de las Perdices. Cuando escribo este comentario ignoro, lógicamente, el resultado de la votación de la militancia de Podemos, pero la cosa me parece, a simple vista, bastante previsible: ¿cómo van a dar un revolcón a la estrategia de Pablo Iglesias, revolcón que significaría la dimisión de este y de todo su equipo en un momento preelectoral como el que obviamente vivimos? Sean cuales sean las diferencias entre Iglesias y Errejón (entre otros), y no es fácil calibrarlas en una formación tan opaca en el fondo, a Podemos le queda aún mucho para sedimentarse y bastante más aún para participar en una opción de gobierno, aunque sea absteniéndose para que Sánchez y Albert Rivera formen el equipo ministerial más inestable del mundo. Porque todos los protagonistas, quizá exceptuando al propio Rivera, son inestables, y en la precariedad se han instalado a base de ambiciones que no tienen una plena justificación. No hay cosa peor, ya se sabe, que sobreestimar las propias capacidades, porque la realidad acaba poniéndote en tu sitio; lo complicado es interpretar por dónde te va a venir la cornada de la realidad. Estas gentes de aquí y ahora, desde luego, demuestran no tener ni la menor idea.

Y así andamos, de cábala en cábala, aguardando a que alguien, aunque sean los inscritos en Podemos, dé algún paso que pueda clarificar lo que pueda ocurrir, porque algo tiene forzosamente que ocurrir, en el inmediato porvenir. Paciencia, un poco más –aún—de paciencia, que el desenlace está próximo, y aún es posible que, como le dije acaso en un rapto de optimismo a mi colega norteamericano, que la cosa vaya a mejor, entre otras cosas porque a peor es casi imposible que vaya.

- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'

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