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El paso de los días

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
martes 26 de abril de 2016, 11:05h
Pasó un día y otro día, un mes y otro mes pasó y de aquellas desafortunadas elecciones en las que emergentes, insurgentes y divergentes dieron la campanada, al amparo del malestar de una crisis socioeconómica y del acartonamiento de los partidos tradicionales, ha quedado lo que ha quedado: 6 meses de prórroga para el gobierno de Rajoy y unas nuevas elecciones. En medio, entre los trámites de consultas regias y los espectáculos de un Congreso de exhibicionismo grotesco como los intentos fallidos de formar gobiernos sin contar con el elemento básico para la deseada pero boicoteada gran coalición. El “gobierno de cambio” y el “gobierno a la valenciana” se han pulverizado como lo que eran: dos fantasmagorías en la imaginación calenturienta de dos egotistas de la política, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

El paso de los días, por sí solo, ha sido suficiente para evidenciar aritméticamente que tanto el PSOE como Podemos habían resultado ser dos minorías insuficientes por sí mismas para consolidar una mayoría de gobierno si no contaban con otros ingredientes heterogéneos incompatibles. Pero en ningún caso, ni uno ni otro podía introducir en sus cálculos al grupo que había obtenido más escaños en las elecciones. Pedro Sánchez intentaría todas las estrategias posibles para darse el gusto de nominarse presidente por el procedimiento de imposibilitar cualquier coalición sólida, limitándose a manejar la morbosa tendencia a desahuciar de la Moncloa a Rajoy sin explicar un proyecto de recambio razonable.

El pueblo español, que había votado al PP y al PSOE con cifras suficientes para establecer una mayoría constitucional absoluta, ha contemplado perplejo como Pedro Sánchez daba por hecho que más que los principios constitucionales en que se basa la fuerza unitaria de la nación española en un tiempo difícil, el único ingrediente para amalgamar un gobierno era un izquierdismo indefinido, dentro del cual cabían tendencias antisistema, separatismos y la traición de Ciudadanos a su inicial electorado centrista, amasando un sucio cemento para intentar fraguar una base de acuerdo imposible. Se pusieron como ejemplo experiencias lamentables, como las de Portugal o Grecia. Se intentó disimular la intrusión en la política española de los intereses de los ayatolas o de los chavistas. Se alardeó de la necesidad de diálogo a la vez que se proclamaba la negativa absoluta a dialogar con la minoría mayoritaria, sin la que ninguna reforma trascendente de la arquitectura constitucional era posible y se estableció una líneas de separación artificiosa dentro de la cual cabía el grupo de Ciudadanos, hasta entonces considerado una marca blanca del PP, sin explicar por qué se podía hablar con estos y no con aquel. Pedro Sánchez se quejaba de que Pablo Iglesias vetase pactar con Ciudadanos ¿Es que no tenía más derecho Iglesias a vetar a Ciudadanos que el que tenía Sánchez a vetar al PP? Tal para cual, los dos egotistas se permitieron votar a otros partidos como si ellos estuviesen en condiciones de ejercer como jueces y parte en el campo se juego de la política.

Por ello es de agradecer que, durante estos largos meses, los españoles viviesen tranquilos con un “gobierno en funciones” mejor que con el temible desbarajuste que hubiesen podido armar Sánchez e Iglesias y que la administración del Estado se fuese prolongando como si Sánchez e Iglesias no hubiesen conspirado nunca. Solo queda lamentarse del trabajo o del dinero que cuesta ir de nuevo a las urnas. Pero será trabajo y dinero bien empleado si sirve para liberar a España del mayor desafío a su integridad y a su economía planteado en esta era de paz y progreso. Ese insólito argumento de que las futuras elecciones no servirán para nada y serán una repetición de las anteriores es una hipótesis aventurada, basada en la creencia de que los españoles son repetitivos como un disco rayado. Los electores sabrán lo que tienen que reforzar y lo que tienen que reducir. No vale agitar insistentemente el espantajo de la corrupción que afecta, lamentablemente, a la sociedad española sin colores partidistas, pues este es un tema a tratar con el Derecho Penal en la mano y no con papeletas de votación. Toda esa basura que hay que barrer de cuando en cuando, porque ensucia las vías públicas, solo se podrá barrer desde instituciones con capacidad de mando y desde la confusión política solo se podrá revolver la porquería lanzándola de unos a otros.

La futuras elecciones no tienen por qué resultar exactamente iguales a las anteriores porque a los electores se les ha dado a contemplar unas experiencias con fuerza suficiente para hacer impacto en la conciencia colectiva y esta no está por otorgar trofeos de recompensa y entusiasmo hacia quienes, tras fracasar electoralmente en sus pretensiones de predominio, han fracasado en el espectáculo parlamentario y han disgustado a sus propias bases partidistas. Por ello, unas futuras elecciones, aunque mantengan las mismas facciones reducidas o ampliadas en proporciones no espectaculares, serán una sentencia inapelable para que se levanten los vetos y las intransigencias y los políticos no vuelvan a trabajar con fantasmagorías sino que tengan que trabajar con mayor realismo, olvidando ofertas ridículas como los “pactos de progreso”, o los cambios por el cambio. Tendrán que trabajar con la aritmética de los escaños y no seguir engañando al público con lo que sólo existe en la fantasía de los aspirantes a un protagonismo ficticio. Estamos en la cuenta atrás hacia una confrontación más realista. Hay que esperar que el paso de los días sea un tiempo de reflexión que ponga en órbita un gobierno que no sea un juego de egotismos sino un acuerdo básico impuesto por la razón de Estado y los intereses comunes de todos los españoles.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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