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El referéndum catalán, esa clave tan importante

lunes 16 de mayo de 2016, 08:26h

Puede que no hayamos dado –tampoco me parece que el propio Pedro Sánchez lo ha hecho—la importancia debida a la presentación en Barcelona del ‘Gobierno en la sombra’ del PSOE. Primero, porque la noticia se acomodó en Cataluña; segundo, porque hay varios ‘ministrables en funciones’ que son catalanes-de-ocho-apellidos. Y tercero, porque alguno de esos ‘ministros umbríos’, como la alcaldesa de Santa Coloma Nuria Parlon, pero no solamente ella, se proclaman partidarios de la celebración de un referéndum en Cataluña, quién sabe si para votar ‘no’ o para solucionar un contencioso que, de no hacer algo alguien, está cada vez más lejos de tener arreglo.

Voy a comenzar diciéndolo de la manera más tajante, y luego puntualizo: desde hace años me he proclamado partidario de la celebración de un ‘referéndum de autodeterminación matizado’ en Cataluña. Un referéndum en el que, obviamente, no se pregunte algo así como ‘¿es usted partidario de que Cataluña sea independiente de España?’, sino una consulta paralela a una reforma constitucional española, gestionada desde el Estado –es decir, también desde el Gobierno central--, en la que lo que se pregunte gire en torno a una modificación del Estatut catalán para hacerlo compatible y acorde con un Estado federal.

Ignoro, la verdad, si la posición del PSOE de Sánchez, y del propio Sánchez, pasa exactamente por aquí. Sospecho que algunos de los ‘ministrables en la sombra’ presentados el domingo en el campo de futbol de L’Hospitalet sí creen, además de la señora Parlon, en una vía como la que sugiero. Entre ellos, el granadino catedrático de Constitucional Gregorio Cámara y también gentes que no lo proclaman tan abiertamente, entre ellas personas ligadas a las tesis más ‘clásicas’ del PSC.

Cuando el molt honorable president de la Generalitat, Carles Puigdemont, parece, dicen gentes que visitan la plaza de Sant Jaume con frecuencia, convencido de que la independencia pura y dura es simplemente imposible, ha llegado el momento de la gran negociación. La que se ha venido aplazando, o esquivando, durante tanto tiempo. Hay que establecer unos plazos prudentes en los que la consulta a los catalanes se inscriba en otra, la de la reforma constitucional, a todos los españoles. Y ese, tan delicado, será un tema que competa al Gobierno que surja de las urnas del 26 de junio, es decir, un Gobierno que será de coalición, si es que no de gran coalición, de una u otra forma. Está claro: en relación con el ‘problema catalán’ la independencia no es posible, pero pretender que nada ocurra, también. Puigdemont fracasa en sus ‘giras europeas’ para exhibir su hoja de ruta independentista, pero el Ejecutivo español, por muy en funciones que esté, recibe mensajes inequívocos de las cancillerías: algo hay que hacer más allá de esperar a que todo se pudra.

Por eso, pese a las evidentes limitaciones exhibidas desde tantos ángulos y pese también a la falta de concreción exhibida en torno a un programa verdaderamente reformista, que es lo que, creo, pedían los cada vez menos ‘nostálgicos’ que rememoraban el aniversario del 15-m en la Puerta del Sol, me pareció esperanzadora esa ‘presentación catalana’ del Gobierno en la sombra del PSOE. Sobre todo, porque promete regeneración y menos sectarismo partidista. Y porque puede superar el inmovilismo que nos asfixia en tantos campos, entre ellos el de una ‘negociación’ con la Generalitat catalana y un abandono de la política de ‘espaldas vueltas’

Pero también esperanzadora porque Sánchez da la impresión de haber superado el efebismo que parecía prohibir que nadie mayor de cincuenta años tuviese cargo de responsabilidad en el ‘nuevo’ equipo socialista. Ahora, tres de las figuras más señeras con las que Sánchez pretende llenar ‘su’ Consejo de Ministros (Borrell, José Enrique Serrano, Gabilondo) andan más cerca de los setenta que de los sesenta, y no pasa nada: el próximo presidente norteamericano, en noviembre, será, gane quien gane, septuagenario. Mucho más importante que las biografías es el avance en las propuestas y en las ideas, y es en ese terreno en el que habrá de jugarse esta campaña electoral, tan rara, en la que ya estamos embarcados.

Me parece pertinente rescatar a figuras que lo hicieron bien cuando estuvieron en el poder, comenzando, claro está, por la magistrada Margarita Robles. Ojalá fuese posible que ese hipotético Consejo de Ministros integrase, transversalmente, un Gobierno de los mejores, con algunos de los que hoy están en funciones, o simplemente ausentes, también sentados en la sala monclovita de ese Consejo: García Margallo, Ana Pastor, Luis de Guindos. O Albert Rivera. Todos ellos maquinando y consensuando esas reformas cada vez más urgentes en las leyes, en los comportamientos y en la planificación de las trayectorias. Ya sé, ya sé que ese es un sueño imposible. Pero ahora que lo pienso: ¿por qué ha de ser necesariamente imposible? Pues lo mismo digo con respecto a ese ‘referéndum catalán’ que, usted lo sabe, acabará celebrándose sí o sí (a pesar del ‘no’ que las leyes y los discursos oficiales proclaman), y más valdrá que sea mientras aún controlamos la situación.

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