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José Garrido en el valentísimo quite de rodillas al último de la tarde.
José Garrido en el valentísimo quite de rodillas al último de la tarde. (Foto: JUan Pelegrín)

San Isidro: Garrido se salva del petardo de El Juli, Castella y 'sus' moruchos de Alcurrucén

> Detalles del confirmante ante los bueyes que habían escogido sus compañeros de terna

viernes 20 de mayo de 2016, 22:46h
No sólo José Garrido festoneó, amén de valor, lo único semejante al toreo de la plúmbea tarde, sino que ninguna responsabilidad tiene el confirmante sobre el encierro de Alcurrucén que habían escogido sus compañeros de cartel, las figuras Juli y Castella, que además anduvieron vulgares y aburridísimos con la moruchada de Alcurrucén. O sea, petardo por partida doble.

Toda causa tiene su efecto. Y viceversa. O sea que cuando se cumple el topicazo de ‘corrida de expectación, corrida de decepción’ es por algo. Como este viernes, cuando el esperanzado público, que llenó a reventar ese monumento de plomo candente que con el calor es el coso venteño, se aburrió de manera soberana a excepción de la entrega y ganuza novilleril de José Garrido, con El Juli y Sebastián Castella y los toros –o sea, los moruchos- que sus veedores habían escogido para la cita. Dios les conserve el oído, porque la vista y el acierto en su elección la han perdido y de qué modo.

Frente a tan descastados bureles, que jamás se entregaron ni honraron su divisa embistiendo, lo único que hacían era topar y marcharse a escape de avíos y pencos, al menos el extremeño apostó por el valor y se la jugó de desigual forma en los de su lote. En el de la confirmación, con un inicio ilusionante de faena muleteril de rodillas en el platillo a base de ajustados y templados redondos mandones, que ya no le salieron tan bien de pie, sobre todo porque el burel cantó su condición de buey y sólo permitió al coletudo un arrimón final.

La ilusión de Garrido en el anovillado que cerró el gris festejo le llevó de nuevo a tirarse de hinojos ahora con el percal con unos arriesgadísimo faroles jugándose la cabeza, que por fortuna no perdió cuando cayó delante, pero la catadura de manso del bicho, que no hizo por él, le libró. Luego el toricantano volvió a intentar el toreo dejando algún apunte de su formación clásica antes de otro valiente arrimón.

Al menos él alumbró, además de sentido artístico, unos gramos de sentimiento, algo que ni El Juli ni Castella lograron. El madrileño anduvo vulgar en los de su lote, en mayor medida frente al segundo, con el que se demoró tanto con el verduguillo –hasta 10 golpes, 10 necesitó- que acabó enfadando a los tendidos, mientras que en el otro insistió e insistió hasta que por fin escuchó palmas… de tango.

Las palmas más fuertes que le dedicaron al francés, además de un quite por chicuelinas a su segundo, fueron cuando arriesgó en los pases cambiados que le aplicó para después colocarse siempre al hilo del pitón –citando casi desde la M-30- y realizar una gran producción de pases industriales: incoloros, inodoros e insípidos. Lo dicho/escrito: todo efecto tiene su causa. Y todo aburrimiento de los paganos de la fiesta, también: su sometimiento a las tomaduras de pelo del injusto sistema que domina y manipula la fiesta, con los mandamases del escalafón a la cabeza.

FICHA

Toros de ALCURRUCÉN, con trapío excepto el 6º; mansos y descastados aunque nobles. EL JULI: pitos tras aviso y silencio. SEBASTIÁN CASTELA: palmas tras aviso; silencio. JOSÉ GARRIDO, que confirmaba la alternativa: ovación tras aviso; silencio tras aviso. Plaza de Las Ventas, 20 de mayo, 14ª de feria. Lleno de 'no hay billetes.

> CRÓNICA DEL FESTEJO ANTERIOR

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