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Ikeas no son exactamente ideas

jueves 09 de junio de 2016, 13:13h

La campaña, que se inicia oficialmente ahora, discurre por donde solía: las genialidades de imagen de Podemos, que nos presenta su programa como un catálogo –muy solicitado, por cierto—de Ikea, pero vacío de novedosas ideas --cuántos chistes se podrían hacer sobre cabezas mejor o peor amuebladas--, y el presidente del Gobierno (en funciones) dejándose la piel por ponerse a las órdenes caprichosas de Pablo Motos en ‘El Hormiguero’: ¿bailará Rajoy como Soraya Sáenz de Santamaría, tocará la guitarra como Pablo Iglesias, cocinará como con Bertín, hoy desertado de políticos por sus deslices financieros caribeños? Los politólogos viven en un suspiro: ¿cuántas de las cifras que este jueves nos dejó la encuesta del CIS variarán tras los encuentros de quienes aspiran a representarnos con los niños sometidos a ‘casting’ en televisiones que no pixelan, como antes era de buen tono, sus rostros? ¿Cómo influirán esos vídeos faltones, o los idílicos de los gatos, en el resultado final?

Bueno, pues así está la cosa cuando la campaña comienza oficialmente sin una propuesta verdaderamente nueva sobre la mesa, con programas cansinos y recorridos territoriales espeluznantes, en mítines que no incluyen, eso sí que no, proyecto alguno para resolver el caos en el que se ha metido Cataluña gracias a la mala cabeza de los rectores de la Generalitat y su entorno. Ni qué vamos a decirle a la Unión Europea el 27 de junio cuando nos pregunten sobre el déficit. Ni cómo vamos a enfocar las relaciones con Estados Unidos si –Dios lo impedirá, seguro, porque es misericordioso—las elecciones las gana Trump. O cuánto perderemos si el Brexit se convierte en realidad. O qué reformas constitucionales, artículo a artículo, se pregonan.

Ignoro si los magníficos compañeros que van a moderar el debate ‘a cuatro’ del próximo lunes tendrán todas estas cuestiones en sus recámaras; estoy seguro de que así será. De lo que no estoy tan seguro es de que alguno(s) de los ‘cuatro’ responda convincentemente o si, por el contrario, nos sacarán el catálogo de Ikea, con magníficas fotos a todo color. O nos hablarán --¡más aún!—de Venezuela, que viene a ser lo mismo…

¿Qué decir cuando las Ikeas suplantan a las ideas o, en el mejor de los casos, cuando el couché de los catálogos a todo color envuelve la pobreza ramplona de las ideas-de-siempre? Pues eso: que el ciudadano medio, que en el fondo somos todos, se ve forzado a quedarse en el oropel, en lo cariñosamente que ellos acarician las cabezas de los niños del casting, en lo bien que defienden ellas la igualdad de género en los debates a cuatro candidatas o en si el color de la corbata morada que llevaba Pedro Sánchez al ser entrevistado por Ana Blanco en TVE era casual o intencionado, y, en ese caso, qué guiño pactista suponía y a quién.

Temas todos tan cruciales, sin duda, como el análisis de unos datos del sondeo del CIS que, me parece, ya ni siquiera son del todo exactos y relevantes (aunque, por supuesto, constituyan un material válido de trabajo). Porque aquí, el día en el que Pablo Iglesias tiene una ocurrencia, Sánchez se pone una corbata morada o Rajoy se va al Hormiguero, todo puede dar un vuelco, manda carallo. Así que, para mí, a fuer de falta de sorpresas, la noche del 26-J la sorpresa está casi garantizada: el resultado se va a decidir en las últimas 72 horas y ganará –gobernará, digo-- quien tenga un conejo convincente en la chistera, ya que no los hemos encontrado en los catálogos. Y, si nadie lo tiene y siguen con las viejas cantinelas, pues que el Rey les proponga a un independiente, que ya verán cómo se aguzan algunos ingenios hoy sumidos en la modorra.

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