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Juegos Olímpicos y aniversario bomba atómica en Hiroshima

martes 14 de junio de 2016, 12:42h


Está demostrado que la decisión de lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki no fue por razones estratégicas ni para salvar vidas de soldados norteamericanos al acelerar la rendición incondicional de Japón. La verdad es que ya existían conversaciones avanzadas entre ambos gobiernos para estudiar las condiciones de la rendición y el final de la guerra. Roosevelt había muerto en abril de 1945 y el inepto Harry Truman que le sucedió se vio acorralado por congresistas y lobbies que lo sostenían para que diese la criminal orden de lanzar esas bombas sobre poblaciones inermes y sin riesgos para los bombarderos norteamericanos.

Truman adujo que ya no eran necesarias porque sólo y era cuestión de acordar una rendición adecuada pero no sin condiciones, como exigía EEUU. Los congresistas pusieron sobre la mesa el peligro que corría Truman de no ser reelegido en las próximas elecciones, no sólo como le sucedió a Wilson al final de la Gran Guerra en donde los votantes le reprocharon el enorme coste en vidas de jóvenes norteamericanos, sino porque el Congreso estaba preparado para pedir cuentas al sucesor del Presidente Roosevelt del ingente gasto en miles de millones y en vidas humanas de científicos y personal militar contaminado en la ejecución de las bombas atómicas en Palo Alto, bajo el Plan Manhattan.

El Congreso demostraría que habían tenido razón al oponerse al inmenso coste de las armas atómicas que nunca fueron necesarias. Y ahí a Truman no le tembló la mano para dar la orden de masacrar a inocentes poblaciones civiles en dos ciudades elegidas por no tener defensa aérea ni arsenal alguno militar. Causaron 242.437 víctimas entre las que murieron abrasadas en aquel momento y las que fallecieron posteriormente como consecuencia de la radiación nuclear.

“En el momento exacto en que se inauguren en Río de Janeiro los Juegos Olímpicos a las 20:00 horas del día 6 de agosto de 2016, a los 71 años de ese mismo día 6 de agosto de 1945 y a la misma hora, se recordará en Hiroshima (Japón) la fecha nefasta del lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad”, recuerda con dolor L. Boff. Por ello, muchos descendientes de las victimas piden que se guarde un silencio que muestre el dolor por esa acción contra la humanidad que el Presidente Obama no tuvo el coraje de pedir perdón. Sólo lamentó el hecho y dijo: «la muerte cayó del cielo y el mundo cambió... comenzó nuestro despertar moral». Pero no tuvo el valor de pedir perdón al pueblo japonés por las escenas apocalípticas que ocurrieron allí.

El emperador Hirohito reconoció en el texto de la rendición del día 14 de agosto, que se «trataba de un arma que llevaría a la total extinción de la civilización humana». La humanidad se estremeció. De repente se dio cuenta de que habíamos creado para nosotros mismos el principio de autodestrucción. Jean-Paul Sartre declaró: "Los seres humanos se apropiarán de los instrumentos de su propia exterminación".

El historiador inglés, Arnold Toynbee escribió en sus memorias: "Viví para ver el fin de la historia humana volverse una posibilidad intra-histórica, capaz de ser traducida en hecho, no por un acto de Dios sino del hombre". El Nobel francés Théodore Monod afirmó: "Somos capaces de una conducta insensata y demente; a partir de ahora se puede temer todo, inclusive la aniquilación de la raza humana".

De poco sirvió el horror, pues siguieron desarrollándose armas nucleares más potentes todavía, capaces de erradicar toda la vida del planeta y de poner fin a la especie humana. Actualmente hay 9 países con armas nucleares que suman más o menos 17.000. Y sabemos que la seguridad total no existe. Los desastres de Tree Islands en USA, de Chernobyl en Ucrania y de Fukushima en Japón nos dan una prueba convincente.

Leonardo. Boff no vacila en decir que fue un acto criminal anti-vida, en modo alguno justificable, pues pensando en términos ecológicos, la bomba mató mucho más que personas, todas las formas de vida vegetal, animal y orgánica, además de la destrucción de los bienes culturales. Las guerras se hacen de ejércitos contra ejércitos, de aviones contra aviones, de navíos contra navíos. Aquí se trató de una “guerra total” en el estilo nazi de matar todo lo que se mueve, envenenar aguas, contaminar los aires y diezmar las bases físico-químicas que sustentan la vida. Por tener conciencia de esta barbaridad Albert Einstein se negó a participar en el proyecto de la bomba atómica y la condenó junto con Bertrand Russel.

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