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Alcachofas, dominó, besos a niños...

viernes 17 de junio de 2016, 11:35h
Encaramos ya la semana final de la campaña electoral con más de lo mismo: elogio a los honrados campos de alcachofas, dominó con los lugareños a los que nunca les falta la boina, besos a niños que lloran al contacto con el ósculo del candidato. Y Hormiguero, mucho Hormiguero. Y estrategias cortoplacistas por doquier: hay que atacar a Fulano para conseguir un rechazo, o un beneplácito, de Mengano, a base de sacar a pasear a Zutano (bueno, en este caso a Zapatero)... Campaña más átona, con menos ‘grandeur’, imposible. Con menos pasión por transmitir al ciudadano mensajes válidos, igualmente imposible. Más tramposa, algo inalcanzable.

Tengo, creo, una ligera idea de lo que van a decir algunas de las varias encuestas que vamos a conocer en las próximas horas. No espere usted grandes cambios, me parece, escaño arriba, escaño abajo. Comprendo la pasión por saber si Podemos superará en votos y escaños al PSOE, por las consecuencias fratricidas que ello tendría en esta última formación. Lo mismo que entiendo la expectación en torno a la supervivencia de un Mariano Rajoy empeñado (y tiene razón, aunque la cosa bien podría matizarse) en que, siendo el ‘número uno’, como dicen las encuestas, a santo de qué le van a marcar el destino los ‘números tres’, o el ‘cuatro’, y menos el ‘dos’, sea quien acabe siendo quien alcance la medalla de plata en esta competición hacia el abismo. Da lo mismo: la situación parece que seguirá siendo de ingobernabilidad, a menos que ‘alguien’ haga ‘algo’. O sea: que ‘alguien’ tendrá que acabar marchándose para que ‘algo’ se desatasque.

Porque la sensación del abismo cunde en una ciudadanía empeñada en mantener la calma, quién sabe si porque en otros sitios andan aún peor: mire usted el Reino Unido del Brexit, o a esa Francia angustiada ante la pujanza de Le Pen. O a los Estados Unidos conmocionados porque, nadie sabe muy bien cómo, ahí está el marciano Trump con posibilidades de convertirse en el hombre más poderoso del mundo, glub. Así que todo eso empalidece las hipótesis acerca de quién querría controlar los servicios secretos y los medios de comunicación públicos españoles. La tormenta global perfecta empequeñece la tempestad nacional.

Pero a mí, qué quiere que le diga, hay muchas cosas que me angustian aquí en la piel de toro y que podrían ocurrir dentro de una semana y dos días. No me dejo engañar por la insoportable levedad de una campaña en la que todos miran silbando hacia otra parte; una campaña en la que entrevistan a quien podría ganar, insuficientemente, las elecciones y el único titular que podemos sacar de la larga comparecencia televisiva es que ‘él’ sigue leyendo el ‘Marca’ porque le da la gana y a ver quién se lo impide. Tremenda revelación: aquí van a pasar cosas mucho más graves que si España pasará o no a los cuartos de final de la Eurocopa, aunque los candidatos se esfuercen tanto en mostrar algo tan sustancial como que comparten con el pueblo la pasión por el futbol. Y lo peor, cuánto me gustaría equivocarme, es que nadie piensa que la última semana, que decidirá el voto de un veinte por ciento clave del electorado, podrá ya ser capaz de regenerar una campaña definitivamente tirada por la ventana. Y, con ella, lo poco que quedaba del prestigio de quienes aspiran a representarnos.

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