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Cómo dar el ’sorpasso’ a la maldición de las encuestas

domingo 19 de junio de 2016, 11:13h

Quién se lo iba a decir a usted y a mí hace apenas un año y medio: resulta que el ‘sorpasso’ de Unidos Podemos con respecto al PSOE de Pedro Sánchez parece ser un hecho constatado con unanimidad en todas las encuestas –salvo la que dice tener el propio PSOE-, y la formación morada de Pablo Iglesias se anuncia como segunda en las elecciones del próximo domingo a no tanta distancia del Partido Popular de Rajoy. Ninguno tendrá mayoría absoluta y se abre un panorama de pactos idéntico al que padecíamos tras las elecciones de diciembre. O sea, la maldición de tener que buscar extraños compañeros de cama. O sea, la maldición, para todos nosotros, de más meses con un Gobierno en funciones mientras los líderes se vetan unos a otros y dicen, con la mirada puesta en otros comicios, que unas terceras elecciones serán el desastre acumulado al desastre que ya tenemos. ¿Es posible evitar estos negros presagios cuando falta ya menos de una semana para que los españoles tengamos que ir a votar, cosa que, según las encuestas, seguimos pensando hacer de una forma increíblemente mayoritaria, como si aquí no hubiese pasado nada?

Claro que se pueden evitar tales negros presagios y dar la vuelta como un calcetín a una campaña que ha dado en traernos más de las mismas miserias, torpezas, rayas rojas y pensamientos oscuros. ¿En una semana o menos? Pues claro: bastaría con que los dos principales actores de este drama –creo que, si sigue así, Pedro Sánchez está a punto de salir de la escena— cambien sus registros. Sánchez tiene que anunciar que no pactará con Podemos, sea segundo o tercero, como le pide Albert Rivera, y tiene, como Rivera, que abrir un portillo a la negociación con un PP regenerado y probablemente, a corto plazo, sin Rajoy. Y sospecho que Rajoy tiene que abrir no un portillo, sino la puerta grande, a un gran acuerdo para una enorme reforma, legal, constitucional, que impida que esta situación de cuatripartito infectado vuelva a repetirse; es decir, que, aun habiendo ganado las elecciones, que las ganará, acepte dar un paso a un lado cuando, esperemos que no se aplace más la cosa, ya antiestatutaria, el PP celebre su congreso.

Ambos líderes tienen, pues, la oportunidad de dar una discreta marcha atrás y quedar como los héroes del consenso: utilizando sus respectivos congresos, que ya vienen postergándose desde febrero, violando ambos sus propios estatutos. Que ambos digan que, si sus respectivos congresos los reeligen, se quedarán; pero que abren la posibilidad de que les disputen otros el mando en unas primarias, que ya verán cómo aparecen candidatos creíbles. Y, mientras tanto, acuerdo inmediato para iniciar el proceso reformista, contando, claro está, con Rivera y su Ciudadanos. Sería, como en la primera transición (estamos en la segunda, cosa que Rajoy ni siquiera admite), un harakiri político (¿o no?) de ambos. Que antepondrían los intereses de la nación a los suyos propios, a sus propios diagnósticos, que ya se ve que están equivocados.

Naturalmente, ni Sánchez, subyugado por los cantos de sirena de Pablo Iglesias, que le prometerá el oro y el moro si juntos rozan la mayoría absoluta, ni Rajoy, empecinado en el ‘yo he ganado, así que no tengo por qué irme’, más propio de un sistema presidencialista que parlamentario, harán nada de eso. Y puede que nos aboquen a una grave situación que, entonces, solamente se resolvería con esas malditas nuevas elecciones –vade retro— o con una hoy muy improbable intervención del Rey, fomentando la aparición de nombres ‘independientes’ que susciten un mínimo consenso entre las fuerzas políticas, aunque a todas les disgustase una salida que les deja a la altura del betún. Sería ese, sí, un duro golpe a la credibilidad del sistema de partidos y un riesgo para el jefe del Estado, pero ¿acaso este sistema está resultando muy brillante en la Gran Bretaña del Brexit –tranquilos: ya verán cómo no pasa nada, o casi nada— o en la Francia donde tantos creen en una posible victoria de Le Pen? ¿O, yendo un poco más lejos, en los Estados Unidos donde los republicanos abominan del republicano Trump?

Pues eso: que hay que profundizar en las democracias y gobernar a los ciudadanos de muy otra manera; y precisamente ahora, tanto para la conducción europea como para la de las naciones, se abren nuevas oportunidades. Porque ya nos dejó dicho Einstein, en frases brillantes, que las crisis son semillero de nuevas expectativas: “la crisis es la mejor bendición que puede sucederles a personas y países porque la crisis trae progresos”, dijo el gran genio. Uno, desde su modestia, no puede sino compartirlo, aunque pensando que, para que de la crisis surjan “la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias” tiene que haber gentes que inventen, descubran, sean estrategas. Y mi pesimismo actual nace de preguntarme si en verdad tenemos inventores, descubridores o, sobre todo, estrategas, que ocurrencias ya vemos que hay muchas sobre el tapete de esta piel de toro nuestra. Dentro de menos de una semana vamos, ay, a comprobarlo de nuevo, si Dios, como digo al terminar tantas crónicas, no lo remedia.

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