Intervenir lo (no) justo

Cuando un gremio madura en una sociedad moderna y democrática, como de la que nos vanagloriamos los españoles, busca su reconocimiento y la regulación de sus condiciones de trabajo a través de un convenio específico de su sector.

El de Intervención Social es un sector que engloba a educadores y trabajadores sociales, monitores, animadores socioculturales e integradores sociales, entre otros, que, hasta hace pocos años, reconocíamos en la figura del asistente social hasta que el impulso de la plataforma ECO comenzara a rodar lo que ahora reivindican ser. Estos trabajadores responden a las necesidades sociales de un sistema defectuoso abarrotado de handicaps que repercuten en el total de la población española.

Si el paso consecuente a un problema es su paliación o la prevención para evitar males mayores, la fórmula de atajar de raíz los asuntos puede mostrarnos cuán importante resulta que el campo de la intervención social parta de una base sólida desde la cual tener capacidad para poder exigir derechos y responder a deberes que luego habrán de proyectar y trasladar a los ciudadanos para hacerles responsables y consecuentes. ¿Cómo encontrar una sociedad mejor si a quien la busca le falta su propia dignidad?

Las trabas que interponen ciertos empresarios del sector de Intervención Social y, en muchas ocasiones, las mismas administraciones que, pasivas, tampoco quieren ver aumentar sus presupuestos y provocan retrocesos en sus servicios, aún si van en detrimento de sus usuarios y empleados, complican y aminoran la marcha de los procesos propios de un sector de trabajadores sólido, organizado y, cada vez más, imprescindible en una sociedad como la nuestra, virtuosa y también tristemente defectuosa, que dificulta la creación de una serie de medidas tan básicas que a veces hace cuestionarse por dónde empezar a atajar, porque quizá el problema de raíz esté más profundo de lo que preferimos pensar.