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La otra lectura: Brexit y sistema político

miércoles 06 de julio de 2016, 08:28h

Hace mucho tiempo que aprendí que la lectura de la situación política gana mucho desde la sociología política; dicho simplemente, evitando una lectura sólo referida a las instituciones y las élites, sino incluyendo los movimientos y procesos de la gente, de la ciudadanía común (que unas veces diverge y otras no tanto). Por eso critiqué durante los cuatro años de mayoría absoluta del PP el desprecio de Rajoy por los aspectos sociopolíticos de la recuperación de la crisis, parapetado en su cómoda mayoría parlamentaria y la política de gabinete. Cierto, esa opción no era casualidad, Mariano Rajoy nunca fue un líder de masas ni mediático, sino de pequeño comité. Pero el coste de aquel desprecio lo está pagando el PP desde diciembre del 2015 y continúa haciéndolo.

Pues bien, las lecciones sociopolíticas del Brexit son fundamentales para Europa, además de las institucionales o las económicas, y me parece que su análisis dista de haberse agotado. Estaba pensando en ello, cuando ha caído en mis manos un artículo de un politólogo costarricense brillante, Kevin Casas, que no lo fue tanto como vicepresidente de la República en el gobierno de Óscar Arias (por lo que acabó dimitiendo), quien reflexiona precisamente sobre “Algunas lecciones del Brexit” (La Nación, 4/07/16). Casas sintetiza en tres esas enseñanzas: 1) el profundo rechazo de las élites y las estructuras políticas de parte de los perdedores de la globalización; 2) los límites del avance comunitario como una acción de élites que se despegan del común de la gente; 3) los riesgos que tiene el uso del referéndum en tiempo de turbulencia social.

El fenómeno de la globalización fue visto en los años noventa de una forma polarizada: para unos era la solución del estancamiento económico mientras para otros era la peor cara del capitalismo salvaje. No parece haber sido tan simple. La globalización fue un proceso instrumental inevitable, pero trajo efectos sociales positivos y negativos. Para los ocupados del modelo industrial anterior que no pudieron adaptarse al empleo realizado ante la pantalla de los medios electrónicos, la globalización significó su postergación. Esos perdedores de la globalización han votado masivamente (en la ciudad y en el campo) a favor del Brexit como forma de mostrar su rechazo a las élites de la globalización. Tienen poca educación y se ven afectados por el empleo inmigrante, pero no son pocos. Lógicamente, son especialmente sensibles a las proclamas populistas.

La otra lección del Brexit se refiere a la forma en que ha avanzado la integración europea. Casas dice: “La integración ha sido un proyecto de la élite, que ha avanzado a marchas forzadas, casi siempre a espaldas de la gente”. Eso lo admiten hoy muchos líderes comunitarios, pero generalmente acuden al argumento (formalmente correcto) de que las instituciones europeas se basan en una representación democrática elegida mediante elecciones libres. Cierto, pero ¿no debería ser una señal indicativa el hecho de que la participación en esas elecciones suele ser muy baja en todos los países de la UE? Casi podría pensarse que ciertos pasos de integración no deberían darse hasta que la gente participara ampliamente de los procesos electorales europeos; dicho de otra forma, hasta que la cultura política europeísta mejorara notablemente. Casas saca de esta experiencia una lección más general: “si la política avanza más rápido que la sociedad, tarde o temprano la sociedad se rebela. Es dudoso que los ciudadanos estén ávidos de participar en la gestión de los asuntos colectivos –la evidencia muestra lo contrario: quieren descargarse de ellos- pero no toleran que se les ignore”.

En cuanto al riesgo de usar el referéndum en tiempos de turbulencia social, Kevin Casas insiste en lo que hoy reclama mucha gente en Londres: hay ciertas decisiones cruciales que sólo deben adoptarse por mayoría cualificada. Quienes reclaman una nueva consulta en el Reino Unido señalan el 60% como un nivel mínimo de sufragios para abandonar la Unión Europea. En realidad, en las constituciones europeas el voto cualificado está referido a los parlamentos y principalmente a las reformas constitucionales. Sería necesario revisar eso para ampliarlo y poder seguir usando el referéndum como un instrumento democráticamente válido, sobre todo en un proceso de integración continental que exige cesiones importantes de soberanía nacional.

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