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Aquí, en el espectáculo taurino, los actores héroes mueren de verdad

sábado 09 de julio de 2016, 23:03h

La representación del espectáculo taurino, que tiene mucho de liturgia teatral –no teatrera-, lleva la verdad por delante. La verdad de jugarse la vida, y a veces perderla, por parte de los actores héroes que son los coletudos, cualquiera que sea su catadura profesional, cualquiera que sea su condición económica. Aquí, a diferencia del arte de Talía o del cine o de la televisión, se muere de verdad y en directo.

Aquí, en un grado inferior de tragedia, los oficiantes de esta religión compulsiva y laica sufren tremendos percances: ora en forma de cornadas, cuando el hierro candente del pitón les penetra en su anatomía; ora en forma de terribles golpes y caídas. En ambos casos, también en ocasiones, con graves secuelas posteriores. Y si la lista negra de fallecidos no es mayor, por fortuna, se debe a los habituales ángeles de la guardia que son los cirujanos taurinos y, claro, a las enfermerías que exige el reglamento incluso en las plazas portátiles.

Pero, aun así, el riesgo es enorme y la vida puede pender de un hilo, como aconteció este sábado con Víctor Barrio, -en una cornada tan similar a la de Yiyo hace 31 años-, que la ha entregado a la trágica mitología de caídos por ejercer esa bendita locura de su profesión y vocación. O como hace sólo dos meses, le ocurrió al mexicano El Pana en su país tras ser volteado por el toro y partirse el cuello en la caída, lo que le llevó a la muerte sólo días después.

Ya sabemos que la Fiesta atraviesa momentos difíciles, muy difíciles. Tanto por los ataques externos de los antitaurinos –muchos de ellos financiados incluso desde fuera de España- secundados por grupos políticos como Podemos y similares, como por sus males internos con unos responsables que la organizan y manipulan sin tener en cuenta a la afición, sin sembrar para el futuro, sólo pendientes de sus intereses particulares.

Todo eso es cierto, ensombrece su acualidad y sus proyección en las siguientes temporadas, y muchas veces lo ha denunciado quien esto firma. Pero, pese a todo, siempre hay una gran verdad sobre la arena: un hombre valiente jugándose la vida voluntariamente ante dos astas que pueden ser asesinas. Porque aquí, los héroes mueren de verdad. Ojalá Víctor sea el último en mucho tiempo o, mejor, per omnia saecula saeculorum. Amén.

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