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Margarita Salas, científica e investigadora: "No pido que a la mujer se nos dé nada por el mero hecho de ser mujer"

miércoles 20 de julio de 2016, 08:38h
Margarita Salas, científica e investigadora: 'No pido que a la mujer se nos dé nada por el mero hecho de ser mujer'

Doctora en Bioquímica, y pionera de la investigación en España, Margarita Salas (Canero, 1938) es, probablemente, la científica más notable que ha dado este país. Es la primera mujer que ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y, además, es también académica de la RAE, de la Academia Europea de Ciencias, y de su homónima de Estados Unidos, entre muchos otros títulos, premios y honores a los que ha sido acreedora en su ya casi medio siglo de investigación ininterrumpida. Y, sin embargo, Margarita Salas es una mujer tan sencilla como discreta, y tan inteligente como infatigable trabajadora.

A sus 77 años sigue acudiendo diariamente al Centro de Biología Molecular, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y ubicado a unos cuantos kilómetros de Madrid, en el campus de la Universidad Autónoma, con el mismo entusiasmo de aquella estudiante que, a principios de la década de los 60 del pasado siglo, iniciaba su doctorado a pesar del recelo inicial que levantó en su director de tesis, únicamente por su condición de mujer.

Su sino parece ser nadar a contracorriente porque ahora tampoco es muy bien vista -al menos, entre ciertos sectores-, por prolongar, contra viento y marea, su afán por seguir en la investigación. Y lo hace como profesora ad honorem, una figura docente a la que se ha agarrado con fuerza para seguir sabiéndose útil a una sociedad que mira con recelo a quien pretende permanecer en activo más allá de la edad legal de jubilación y que, sin embargo, contempla con cierta envidia y complacencia a los prejubilados que acaban de traspasar la cincuentena. Un extraño lujo este que, posiblemente, tenga ya sus días contados en una sociedad tan envejecida como la española y que Margarita Salas no acaba de entender por más vueltas que le da.

- Haber conseguido que ser mujer no signifique necesariamente ser invisible, ¿no le parece uno de sus mayores logros?

En cierto modo puede ser verdad. En todo caso, yo no me quiero atribuir logros ni ponerme medallas. Es cierto que cuando empecé a trabajar en el mundo de la investigación, se pensaba que las mujeres no valíamos para investigar. Cuando inicié la tesis doctoral en el año 1961, algunos creían que lo hacía por pura diversión, no por un interés real en la ciencia. Esa era la idea más generalizada y lo cierto es que se nos trataba como si, efectivamente, fuésemos invisibles. Durante la realización de mi tesis yo, al menos, me sentí así, invisible. Mi director de tesis no creía en mí. Si me acogió para hacerla fue gracias a que llevé una carta de recomendación de Severo Ochoa y, claro, decir que no a un científico de su talla, que ya era premio Nobel, no era posible. Si no hubiese sido por eso, probablemente al ir al laboratorio de mi director de tesis -que se llamaba Alberto Sols y que, por otra parte, era un excelente bioquímico-, lo más seguro es que no me hubiese acogido...

- Y tener que separarse del mismo equipo de investigación de su marido, Eladio Viñuela, ¿fue también un paso tan necesario como difícil para usted?

Sí, porque después de pasarlo mal durante la realización de mi tesis doctoral (no se confiaba en mí), después mi marido y yo -por entonces ya nos habíamos casado- nos fuimos al laboratorio de Severo Ochoa y allí, sí que me sentí tratada como persona, independientemente de mi condición de mujer. Con Severo Ochoa yo sentí que era alguien. Si hacía un buen trabajo, se me reconocía. Pero, a los tres años de estar en el laboratorio con Severo Ochoa, donde aprendimos la biología molecular que queríamos desarrollar y hacer en nuestro país, mi marido y yo decidimos volver a España en 1967 desde Estados Unidos, para trabajar juntos en un tema. Entonces España era un verdadero desierto científico. Por no haber, no había ni ayudas económicas para poder desarrollar la investigación. Nosotros pudimos hacerlo porque nos trajimos una ayuda desde Estados Unidos. Dicho de otra forma, que los EUA nos financió nuestra vuelta…. Volvimos a trabajar en un tema conjunto porque pensábamos que así íbamos a ser más eficaces. Dentro de nuestro laboratorio no había ningún problema: teníamos bastantes doctorando, que atendíamos entre los dos (unos más directamente por él, otros por mí), y todos interveníamos en el trabajo de todos. Tengo que decir que mis doctorandos nunca se quejaron de que yo fuese su directora de tesis, pero de cara al exterior, yo era la mujer de Eladio Viñuela y, después de unos pocos años, fue él mismo (era una persona muy generosa), quien pensó que si continuábamos trabajando juntos, yo no iba a salir adelante como científica independiente. Entonces él abordó una nueva línea de investigación, el estudio del virus que ocasionaba la peste porcina africana, un tema que afectaba de forma muy importante en la cabaña porcina extremeña y yo continué investigando el virus phi 29, que es con el que habíamos iniciado nuestro trabajo juntos. Y, efectivamente, al cabo de un tiempo, se empezó a admitir que yo sí que era capaz de hacer investigación. Aunque, por supuesto, tuve muy buenos colaboradores, mi marido me apoyó en todo momento, y pude llegar a convertirme en una científica con nombre propio. Pasé de ser la “mujer de…” a ser “Margarita Salas”.


- Aunque aún falta mucho por hacer, ¿se habría atrevido a soñar hace medio siglo que la situación de la mujer en España sería lo que es, o entonces era una pura quimera?

Es cierto. Las cosas han cambiado mucho en estos últimos 50 años. Casualmente en 2017 cumplimos 50 años desde que iniciamos nuestro trabajo en España con el virus phi 29… Sí, la cosa ha cambiado radicalmente. Ahora, por ejemplo, en nuestro laboratorio hay más mujeres que hombres iniciando la tesis doctoral. Todavía no en los puestos más altos de la investigación, donde todavía hay camino por recorrer pero sí a nivel de iniciación. Lo mismo pasa en las universidades: en Medicina hay un 75 u 80 por ciento de mujeres. Y es verdad que estas mujeres, que después pasan a los hospitales, a hacer el MIR, llegarán más tarde a ser jefes de departamento, pero todavía no se ha llegado a la siguiente etapa. Pero, teniendo en cuenta el elevado número de mujeres que están ya en los momentos iniciales de la universidad y la investigación, espero que, no demasiado tarde, todas estas mujeres puedan ocupar el puesto que les corresponda de acuerdo a su capacidad y a su trabajo. Yo no pido que a la mujer se nos dé nada por el mero hecho de serlo.

- ¿Y tendrán que pasar otros 50 años para eso?

¡Espero que no! Siempre digo que en 10 años se alcanzará esa igualdad plena, pero llevo diciéndolo ya muchos años (sonríe abiertamente…) y ya no me atrevo a decir un plazo concreto, pero vamos a pensar que en otros 10 o 15 años…


- Pero, ¿no está usted de acuerdo conmigo en que si las mujeres no ocupan en un mayor porcentaje puestos de más alta responsabilidad es por cuestión de valores? Dicho de otra forma, que para la mujer el trabajo, la carrera profesional, etc. no lo es todo, como parece ser para el hombre

Estoy de acuerdo en que la mujer, muchas veces, no ha llegado a los puestos más altos porque se ha retirado por voluntad propia. Le han ofrecido ser tal o cual cosa, y ha preferido quedarse donde está. Sí, eso es una realidad… En una parte -… no en toda-, las mujeres hemos sido “culpables” de no ocupar ciertos puestos de mayor responsabilidad.

- Usted fue la primera mujer en acceder a la Real Academia de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y de las primeras en hacerlo también en la RAE, ¿hay diferencia en la percepción de la mujer entre sus compañeros académicos de entonces y los de ahora?

En la de Ciencias entré en el año 1988 y era la única mujer entre cuarenta y tantos hombres y, en cierto modo, me sentí un poco, no asustada, pero sí en franca minoría. Y aún tuvieron que pasar 20 años más hasta que pudo entrar la siguiente mujer. Ahora ya somos unas cuantas mujeres -como 7 u 8- y ya es otra cosa… En la RAE, en estos momentos, somos también 8 mujeres cuando entre la última, Paz Muntaner, que lo hará en otoño de 2016. Ahí sí que estamos empujando las mujeres para ampliar nuestro número, y además con el beneplácito de muchos académicos, empezando por el mismo director de la RAE, Darío Villanueva. Ahora, por ejemplo, hay dos plazas que van a ser convocadas después del verano, al comienzo de las sesiones, y es el mismo Villanueva quien apoya que, al menos, una de las dos plazas tiene que ser para una mujer. Y no por cuota (8 mujeres de un total de 42 académicos, aún estamos en franca minoría), sino porque hay mujeres que lo valen y hay que reconocerlo y darles el puesto de académicas.

- ¿No le parece que los diferentes gobiernos de turno infrautilizan el conocimiento de las distintas Academias, que no les piden dictámenes o informes previos para lanzar nuevas políticas, etc.?

Totalmente de acuerdo. Quizás recurran algo más a la RAE porque el uso del idioma parece que es lo que más luce, pero el resto de las Academias están realmente muy poco utilizadas. De hecho, son las mismas Academias las que tienen que dar un paso al frente y hacer propuestas porque, desgraciadamente, los gobiernos no se apoyan en ellas para informes previos sobre políticas a desarrollar, cosa que, sin embargo, es muy frecuente en los Estados Unidos, en donde el gobierno siempre se apoya en las Academias para obtener informes y dictámenes. En ese sentido, sí, las Academias españolas estamos infravaloradas, además de infrautilizadas.

- Aquel pacto de estado por la Ciencia que varios investigadores de primera línea promovieron en 2004 no ha llegado a materializarse. Todos los políticos se entusiasman con ese tipo de papeles, peo cuando hay que traducirlos a financiación, a incluir ese entusiasmo en los presupuestos generales del Estado, la cosa se enfría... ¿Habrá algún día ese Pacto de Estado por la investigación?

Justo antes de la campaña electoral de 2004, una docena de científicos pedimos que se llegara a firmar un pacto de estado por la Ciencia, pero no ha llegado nunca a firmarse. Durante las campañas electorales todo el mundo dice que sí, que muy bien, que de acuerdo, pero después no se llega a nada.

- Severo Ochoa decía que “un país sin investigación es un país sin desarrollo”. Hoy quizás diríamos sin desarrollo sostenible, ¿verdad?

¡Seguro que Severo Ochoa seguiría diciendo esto! La financiación de la investigación, no obstante, todavía deja mucho que desear. En España estamos en el uno con veintitantos por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), cuando la media de la Unión Europea está en torno al dos por ciento. Es decir, que estamos a la cola de la UE. Y, a pesar de todo, yo siempre digo que en España hacemos milagros con la poca financiación que hay para la investigación. España ocupa, a nivel mundial, el número 9 en publicaciones en revistas científicas internacionales serias y, sin embargo, estamos en el número 30 en cuanto a financiación. Por eso digo que hacemos, evidentemente, milagros... Trabajamos mucho y estamos permanentemente intentando sacar rédito a lo poco que tenemos. Hace falta más imaginación para poder hacer más cosas con menos dinero.

- Para ser investigador, hace falta ser de una pasta especial, ¿no?

En la investigación, las cosas no salen nunca a la primera, ni siquiera salen siempre. Muchas veces no salen, o no salen como uno esperaba, y uno tiene que hacer una desviación del camino iniciado. La ciencia tiene muchos vericuetos y hay que tener mucho entusiasmo, dedicación y no rendirse, porque si uno, en ciencia, tira la toalla, se acaba la investigación. Cuando salen las cosas en ciencia se produce lo que Severo Ochoa llamaba “la emoción de descubrir”, pero el tesón, la paciencia y la pasión son necesarios para seguir adelante y no desanimarse.

- Y esta lucha por eliminar los anglicismos de la terminología científica y técnica, y no digamos ya del español cotidiano, ¿es ya una lucha estéril?

Unas siglas tan usadas hoy en día como el ADN, o DNA (yo utilizo este último término porque lo aprendí en Estados Unidos) es ya generalmente utilizado. En los laboratorios suele decirse por sus siglas en inglés, mientras que en los medios de comunicación españoles o en la calle se habla más de ADN. En el diccionario de la RAE están aceptados los dos términos, aunque se prefiere el de ADN. .. Sí, esa es una de las labores que tenemos en la RAE, la de tratar de traducir los anglicismos. Pero cuando ya se han instaurado, es imposible suplantarlos por el término en español. Por ejemplo, “hacer un escáner”, es ya prácticamente imposible tratar de sustituirlo porque todo el mundo sabe lo que dice con ello. O el famoso “pen drive” que llevan los ministros de Economía al Congreso de los Diputados con todos los presupuestos generales del Estado. En la RAE hemos tratado de traducirlo y lo hemos llamado lápiz de memoria, o memoria USB, pero todo el mundo dice pen drive o, incluso, y más coloquialmente, el pincho, pero lo normal es escuchar la denominación de pen drive y ya es muy tarde para intentar cambiarla.

- ¿Usted se siente ahora más discriminada por razones de edad que por su condición de mujer?. ¿Por qué esta lamentable tendencia social a quitar a la gente de más de 60 años de enmedio?

Creo que para ciertas profesiones -por ejemplo, la de investigadora- no debería de haber jubilación forzosa. ¿Por qué cuando cumplo 70 años no voy a poder investigar y sí cuando tengo uno menos, 69? Afortunadamente yo he podido seguir porque en el CSIC hay la figura de profesor ad honorem,por la que no nos pagan nada pero, al menos, nos permiten poder seguir viniendo a trabajar, que es lo que yo quiero. Soy pues, profesora, y tengo el laboratorio como si estuviese en activo y no jubilada –mejor dicho, “en activo” estoy, porque sigo trabajando-, pero es verdad que para ciertas cosas ya te miran de otro modo, como diciendo “esta ya poco puede hacer a sus 77 años”. Lo he notado, por ejemplo, en las ayudas, que empiezan a rebajártelas… Se empieza a notar que ya no confían mucho en ti.

- ¿Y quién certifica que la inteligencia de una persona se termina a los 75, 80, o 90 años?

Nadie, ¡nadie! La vida media de las personas ha aumentado de modo dramático. Hace no demasiados años se vivía 60 o 65 años. Ahora en España se sobrepasan los 80 de edad media. Dentro de nada serán los 90… Entonces, claro, que la edad de jubilación siga siendo la misma desde hace muchísimos años (bueno, ahora se ha aumentado un poquito…), que se prejubile la gente a los 50 y tantos a mí me parece un “crimen”. Creo que es malo para la salud de las personas y malo también para el país.

- Resulta paradójico que la población tenga en alta consideración a los científicos e investigadores frente a los hombres de letras y que, sin embargo, cite más fácilmente algunos nombres de estos últimos que los de aquellos…

Los científicos, es cierto, estamos socialmente bien valorados, pero también es verdad que no se nos conoce. A un escritor la gente lo lee. Por ejemplo, a Arturo Pérez Reverte, la gente lo reconoce muy fácilmente por la calle. A un científico no, porque nadie lo lee. Yo, por ejemplo, publico en revistas científicas internacionales que nadie lee y, por tanto, es mucho más difícil que la gente del pueblo pueda nombrar a un científico frente a un escritor. Y eso que a mí, ya tengo que decir, que , a veces, hasta me paran por la calle porque me reconocen.

- El estudio es imprescindible en la investigación. Pero, después, ¿qué importa más, el trabajo metódico, sostenido y eficiente o la genialidad?

Yo creo que no hay que ser un genio para ser un buen científico. Pero genios, haberlos haylos. Yo, por el contrario, no me considero ningún genio. He trabajado mucho y creo que eso es lo más importante. Y, claro está, tener la cabeza en su sitio. No hay que tener discapacidad mental, pero tampoco hace falta ser un genio para ser un buen científico. Y, eso sí, siempre hay que trabajar con constancia, con dedicación y con mucho entusiasmo y pasión por la investigación.

- ¡… Y mucha confianza en sí mismo porque, de otra forma, aquella joven doctorando no habría llegado hasta aquí…!

Sí, y quizás más que fe en sí mismo, mucho empuje. Hay que decir “yo quiero ser, yo quiero hacer…” A mí me ayudó mucho mi marido, en el sentido de que era una persona enormemente inteligente, porque yo quería superarme y ser como él. Hay que tener mucho afán de superación, además de fe en sí mismo, con la conciencia de que con el trabajo puede llegar a conseguir no todo lo que quiere, pero sí bastantes cosas.

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