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La irresponsabilidad no es de izquierdas

jueves 04 de agosto de 2016, 13:12h

Soy uno de los convencidos de que las categorías políticas dan sentido al lenguaje y que la distinción entre izquierda y derecha es todavía una referencia válida. No es cierto eso del fin de las ideologías o del fin de la historia. Sin embargo, también creo que las categorías tienen una evolución histórica y que su significado se modifica en el tiempo: el término “izquierdas” no era el mismo para los miembros de la Asamblea de la Revolución Francesa, que para los socialdemócratas del siglo XX; y, en ese sentido, es necesario preguntarse qué significa ser de izquierdas en el siglo XXI. (Sobre esto último escribimos un opúsculo con Edelberto Torres-Rivas, que publicó la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO).

Nuestra tesis es que la base fundamental del significado del término (izquierdas) en el siglo XXI procede del aprendizaje de la experiencia del trágico siglo anterior. En ese tiempo era aceptable la idea de una izquierda autoritaria o una izquierda populista. Hoy sabemos que la experiencia de estas derivaciones no conduce a mayores cuotas de libertad, igualdad y fraternidad, sino a todo lo contrario. Por eso, en la actualidad, izquierda y autoritarismo son considerados términos antitéticos, así como lo son izquierdas y populismo.

También sabemos en el siglo XXI que la distinción entre izquierda y derecha es sólo una de varias otras que existen en la realidad social. Hay variables que introducen otros cortes, como el etario, el religioso o el de género. No es que la diferenciación izquierda-derecha haya perdido sentido absoluto, pero sí peso relativo.

Desde luego, no espero que el secretario general del PSOE tenga un gran conocimiento teórico cuando habla sobre derecha e izquierda. Es muy probable que considere que el populismo es una expresión de izquierdas o que no capte bien la diferencia entre la izquierda democrática y el comunismo del siglo pasado. Creo que Pedro Sánchez sigue esa saga que Joaquín Leguina identificó cuando llamó a Rodríguez Zapatero como notable representante de “los indocumentados”.

Estoy bastante convencido que cuando el otro día Sánchez dijo eso de que las izquierdas no pueden apoyar a las derechas, lo hacía usando esas categorías como instrumentos publicitarios; buscaba un recurso para justificar su insostenible posición política. No había mucha reflexión teórica detrás, ni siquiera creo que hubiera mucha reflexión. Tiene el olor tradicional de la charlatanería.

Según su visión simplista la izquierda no debe preocuparse por la suerte del conjunto del país. En otras palabras, la izquierda no puede permitir un gobierno del PP porque debe ser ciega al sentido de Estado. Su visión recuerda a las primeras discusiones en la III Internacional frente al fenómeno del fascismo. La izquierda debería seguir una política sectaria, caiga quien caiga.

Algo muy distante de la visión de una izquierda del siglo XXI, que no sólo tiene que evitar el numantinismo, sino que debe entender que, en democracia, hay que respetar a quien no piense lo mismo y que hay que abandonar la idea de que izquierdas y derechas deben considerarse enemigos a aniquilar (ni siquiera políticamente).

En realidad, Pedro Sánchez y su entorno, se sienten metidos en una carrera de sacos para ver quién es más de izquierdas. A cada empellón de Podemos temen ser expulsados del espacio de la izquierda, según su primitiva concepción de lo que ese término significa. Parece que en Sánchez se combinan bien la pobreza conceptual y el tacticismo personal para lograr la supervivencia política. Una mezcla que, por cierto, caracteriza la saga de los indocumentados.

Puede que haya gente –sobre todo entre los conservadores- que desestimen las palabras de Sánchez sobre la distinción entre izquierda y derecha como algo propio del pasado. Mi juicio es que esta discusión conserva su sentido, sobre todo al interior del PSOE. Es necesario que ese partido aclare de una vez qué significa ser de izquierdas en el siglo XXI. Entre otras razones, para contribuir a modificar una cultura política ciudadana que sigue siendo sectaria y de banderías. En el tiempo presente no tiene sentido una izquierda simplista y sin sentido social de Estado. La irresponsabilidad política hace tiempo que ha dejado ser de izquierdas.

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